La guerra cruel, también en los niños

En estos días de canícula extrema asistimos impotentes ante las noticias que nos llegan de guerra y de violencia en la otra orilla de nuestro querido mar Mediterráneo. Vemos fotos desgarradoras que muestran el nivel de degradación que puede llegar a alcanzar la conducta del ser ¿humano?

Así, el pasado 20 de julio apareció una foto en su periódico que me llamó la atención: se veía a una niña israelí escribiendo un mensaje sobre una pieza de artillería. Me surgieron, atropelladas, numerosas preguntas al contemplar la foto. ¿Qué hacía una niña entre bombas en un polvorín? ¿La llevaron sus padres en una visita familiar en un día festivo? ¿Existen estos parques temáticos en Israel? ¿Acaso fue una visita pedagógica programada por su colegio? ¿Qué texto escribirían sus tiernas manos...? ¿Una adivinanza? ¿Un deseo sincero? ¿Un texto bíblico?

Por favor, si entre tanta ofuscación y odio queda algo de cordura, al empezar el próximo curso alguien le tiene que decir a esta niña, a todos los niños, que las bombas, el único mensaje que pueden llevar en sus negros vientres es el de la destrucción sistemática, el del dolor infinito, el de la muerte.

Para ilustrar esa clase se puede mostrar en una transparencia la foto aparecida cinco días más tarde en la portada de este periódico, en la que se ve a la familia Srur abandonar su casa en Líbano, con el pequeño Mahmud con el rostro abrasado y desfigurado por una bomba caída del cielo, quizá también con un mensaje escrito sobre su fría superficie.