El 'piercing' y el tatuaje hacen al monje
¿Influyen la indumentaria y la compostura de los camareros a la hora de disfrutar de las bebidas? El coctelero Pedro Chicote opinaba que el buen barman "será pulcro en el aseo personal y en el vestir, procurará estar siempre perfectamente rasurado y peinado; la ropa, sin manchas ni deterioros, que son causa de mal efecto, no rebasando en este detalle el límite de la discreción el vestir sencillo". Por suerte, las tesis de Chicote no afectaban a los clientes, a los que se les dejaba perder la compostura. Chicote no había visto la película Bar Coyote, en la que la pulcritud y el aseo en el vestir son relativos, lo rasurado pura depilación y la discreción un contrasentido. Para los que no la hayan visto: Bar Coyote narra las peripecias de unas camareras cañón que se ganan la vida sirviendo copas a beodos en celo y que, de vez en cuando, se suben a la barra para perpetrar unas temerarias coreografías a lo cheerleaders en las que el mayor aliciente es lo ceñido que llevan las camisetas y lo mucho que mueven las caderas.
Otra característica del estilo Bar Coyote es que, en lugar de llenar la copa procurando que el contenido nunca supere el continente, dejan que rebose y se propicien locales inundaciones de barra que obligan al bebedor a zamparse su copa a toda prisa para no pringarse los dedos o, suponiendo que aun los lleve puestos, los pantalones. Este sistema está muy extendido, sobre todo en verano. La masificación, sumada a una iluminación delirante y a una sonorización que busca la perforación colectiva de tímpanos, propicia todo tipo de abusos: cantidades excesivas de hielo, derrames elefantiásicos o rácanos de alcohol y, en general, un gusto por la alteración de las proporciones. Si un gin-tonic más o menos convencional establecería un tercio de ginebra y dos de tónica, podemos encontrarnos con una inversión total que no merece el nombre de gin-tonic y que podría ser rebautizada como, pongamos, Patada en el estómago. De patada en patada se llega al abismo y, pese a los consejos chicotescos, el atuendo y la actitud de los camareros forman parte del espectáculo. Si el coctelero insigne abogaba por la discreción, son muchas las carpas, discotecas y bares que basan en el aspecto impresionante de camareros y camareras su poder de convocatoria. Hércules de gimnasio con el torso desnudo te sirven un infame destornillador, exhuberantes Mataharis cosidas a piercings, recubiertas de espeluznantes tatuajes, riegan unos cuantos vasitos de chupitos y mozos y mozas enfundados en pantalones de pirata contribuyen a fomentar la sed de una clientela que, a medida que va llenando el depósito con mezclas más propias de una gasolinera que de un bar, tienden a convertirlos en objetos de sus más oscuros deseos.
Cóctel del día: Camaleon.
Preparar en coctelera unos pedacitos de hielo, unas gotas de angostura, 1/3 de copita de gin Gordon, 1/3 de Pippermint, 1/3 de coñac Napoleón. Agitar y servir en copa de cóctel, con una guinda. Proost! (¡Salud!, en holandés).
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