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AHORA EN SERIO
Columna
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Quino: "El mal del mundo es la ambición de poder"

Podríamos presentar a Quino ilustrando este texto con una viñeta de Mafalda, su creación más famosa, pero él es mucho más que eso. Quino es un genio, un milagro del humor y del lenguaje. No es necesario añadir nada más. Quino es Quino. Tal vez por contraste quise conversar con él sobre La Maldad. ¿Usted ha sido malo alguna vez? Mucho. De niño, por ejemplo. Cazaba moscas y les arrancaba una de sus alas. Luego la otra. Y después las colocaba en un hormiguero para ver qué pasaba. ¿Por qué hacemos esas cosas? Por curiosidad, por el deseo de aprender cómo funciona el mundo. O, tal vez, porque desde niños estamos rodeados de maldad. De pequeño yo veía en los noticiarios del cine a Hitler y a Mussolini. Uno aprende la maldad a esa edad y la aplica. ¿Y después de las moscas ha sido malo nuevamente? Sí. Recuerdo haber sido malo con un joven que estaba en la cárcel. Me mandó una carta muy amable diciéndome que le gustaba el dibujo y que, por favor, le mandara material para dibujar. No contesté a su carta. Fui malo con él. Hace 30 años de esta historia. ¿Aún está arrepentido? Mucho. Estoy arrepentidísimo. Es algo que me persigue. A veces nos arrepentimos más de las maldades pequeñas que de las grandes. Seguro que Pinochet se arrepiente menos de sus crímenes que usted de sus alas de mosca. No le quepa duda. Los grandes males tienden a ser justificados. Los Pinochet y los Hitler piensan que están obrando bien, y mueren sin arrepentimiento. ¿Ser malo con los malos es menos malo? Pues sí. No hablo de la pena de muerte ni de esos absurdos, pero aplicar la maldad a los malos no es malo del todo. Yo suelo preguntarle a mi dentista: ¿si tuvieras sentado en tu silla a un genocida, no le destrozarías los dientes? Él me dice que no, que lo derivaría a otro dentista. ¿Y si usted fuera el dentista? Sin duda le destrozaría los dientes. Si yo tuviera permiso para matar, mataría. Me sorprende. ¿A quién mataría? A los que obran mal. A los que provocan los grandes males. ¿Y cuál es el gran mal del mundo? Lo tengo clarísimo: la ambición de poder y de dinero. Es la madre de todas las desgracias que han sucedido y se sucederán. ¿Se le ocurre algo para remediarlo? No se puede cambiar. Es triste, pero es imposible arreglarlo. Me ha contado dos maldades que usted ha cometido. Dígame su mayor bondad. Tengo muy clara cuál es mi mayor bondad. Cada día, muchos padres me agradecen que, gracias a Mafalda, sus hijos empezaron a leer. Eso es lo mejor que he hecho en mi vida. El humor que he dibujado ha servido para algo. ¿Y puede haber humor sin un poco de maldad? No. El humor requiere cierta maldad, una dosis pequeña, pero maldad al fin y al cabo. Se trata de encontrar lo gracioso dentro lo trágico. Gila fue un maestro en esto. ¿Recuerda cuándo fue la primera vez que fueron malos con usted? Sí. Yo perdí a mis padres siendo chico. Aquello fue una maldad. El problema es que no sabía a quién echarle la culpa. No sabía quién era el malo. Si eres creyente la culpa es de Dios, pero si no lo eres no sabes con quién agarrar la bronca. ¿Y la última maldad que le han hecho? Pequeñas estafas, gente que no me paga, personas que me piratean las ideas. Me da mucha rabia que me copien, pero no denuncio porque sale más caro el abogado. ¿A una buena persona le puede ir bien en la vida? Pienso que sí. Suele decirse que el mundo premia a los malos, pero no es cierto del todo. Una buena persona puede tener mucha suerte. Yo a usted le considero una buena persona, sin más, y no tengo ninguna duda. ¿Soy ingenuo? Sí, creo que es usted ingenuo. ¿Mucho? Bastante. No hablo de la pena de muerte, pero aplicar la maldad a los malos no es malo del todo. Yo suelo preguntar al dentista: ¿si tuvieras en tu silla a un genocida, no le destrozarías los dientes?

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