Lecciones españolas
Vayamos a la cuestión de la guerra que nos aflige. Aclaremos que lejos de nosotros la funesta manía de pensar o de emprender cualquier acción pedagógica, pero el caso es que bajo el título Spanish lessons for Israel se ha publicado ayer en el Internacional Herald Tribune una interesante columna firmada por Nicholas D. Kristof en relación con el ataque de Israel al sur del Líbano. Convendría glosarla antes de que provoque el fuego graneado de Mariano Rajoy. Empieza la columna recordando cómo en 1982 muchos amigos de Israel apoyaron decididamente la invasión del Líbano con el argumento de que sólo pretendía atender a su propia seguridad. Esos mismos después pensaron que aquel asalto sólo sirvió a largo plazo para socavarla. Porque dio oportunidades a Hezbolá y permitió que se percibiera como un éxito suyo la posterior retirada israelí, lo cual impulsó a Hamás y otros grupos palestinos a la adopción de tácticas más violentas. Ahora, continúa Kristof, la historia y los argumentos se repiten y se agravan.
Nuestro columnista escribe que España podría haber respondido a los ataques terroristas enviando tropas al País Vasco o bombardeando los santuarios utilizados por ETA al otro lado de la frontera con Francia [que se mostraba indiferente a servir de base a los terroristas]. Por el contrario, España dio autonomía al País Vasco y practicó la contención pese a las objeciones de quienes pensaban que era un proceder indebido de appeasement. En esa misma línea describe la actitud de la dama de hierro, Margarita Thatcher, ante el IRA para reconocer enseguida que el éxito en ninguno de los dos casos fue inmediato pero que se logró el progresivo aislamiento de los terroristas. Aceptemos que aquí supimos desmilitarizar la lucha antiterrorista mientras que en Washington después del 11-S idearon Guantánamo y los tribunales castrenses.
Otra cosa es que nuestro país nunca haya normalizado las relaciones con su historia, ni siquiera con aquellos episodios de mayor grandeza, que siempre han sido impugnados desde dentro mucho antes de que llegaran los mercenarios a sueldo de los Orange con el encargo urgente de redactar la leyenda negra. Nunca nos hemos reconocido nada y por lo general esa tarea ha quedado entregada a los hispanistas tardíos, que se aplicaron a ella con desigual suerte. Por eso, cuando nuestra Transición suscita admiraciones empezamos a sospechar. Enseguida cunde en las filas el afán denigratorio o el propósito de emprender una segunda Transición que nos libre de la primera.
De forma que ahora todo son objeciones en aras de invalidar ese proceso ejemplar, como si hubiera sido el resultado penoso de temores invencibles a los poderes fácticos, por supuesto militares. Así las cosas, de nada sirve demostrar lo contrario y comprobar que frente al modelo portugués de la revolución de los claveles, aquí en absoluto se contrajeron deudas con las Fuerzas Armadas, que fue precisamente entonces cuando dejaron de ser un poder autónomo para quedar sometidas a las órdenes del Gobierno. De aquel lema enunciado por Franco en el cerro de Garabitas para consuelo de sus acérrimos -"todo quedará atado y bien atado, bajo la guardia fiel de nuestro Ejército"- nunca más se supo. Ese pronóstico se basaba en el pronombre posesivo nuestro, empleado por el general superlativo en forma mayestática, pero tras su muerte los Ejércitos vencieron la inercia y encontraron el camino para ser los Ejércitos de España y el respaldo a su soberanía.
Pero aunque otros escriban sobre las Spanish lessons aquí seguimos con el pañuelo palestino al cuello, después de que el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, lo luciera en un encuentro de las Juventudes Socialistas celebrado en Alicante el pasado jueves durante 13 segundos. Una duración tan breve puede sin embargo hacerse eternidad y desmentir lo de la tormenta en una taza de té. Sobre todo, si colabora una orquesta mediática dispuesta a convertir la foto fija de Alicante en una nueva versión del Bolero de Ravel. Todo es cuestión de volver al estribillo con el pañuelo o con la nitroglicerina, a propósito de la cual quedan todavía por entrevistar más de 400 efectivos actuales o retirados de los TEDAX y lo que te rondaré morena de los laboratorios de análisis de todo el mar conocido del uno al otro confín.
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