Lidiando con la realidad

No es difícil llegar a la conclusión de que entre los textos publicados que menos se leen figuran los artículos o ensayos incluidos en los catálogos de las exposiciones. La mayor parte de quienes frecuentan las exposiciones de arte los consideran superfluos, y si alguna vez se leen es más por la pasión por el trabajo de los creadores que por auténtico interés en conocer el contenido de los mismos. Pero en el caso de los escritos de Pablo Llorca para el catálogo de esta exposición, esta displicencia está bien justificada porque leerlos equivale a interponer una barrera innecesaria entre el espectador y las obras actualmente expuestas en el museo Patio Herreriano, de las que se supone esos textos ofrecen las mejores claves de interpretación.

En el ensayo principal del ca-

tálogo, Llorca se pierde en un laberinto de aporías e inconsistencias cuya única fuente -pienso- es su tendencia a confundir la realidad con lo que está puesto delante de los ojos de los pintores o los fotógrafos. O de nosotros mismos, en cuanto espectadores de fotografías o de pinturas. O de lo que sea. Afortunadamente esta confusión teórica -y hasta estilística- no afecta demasiado a Icónica, una exposición cuyo tema, según el propio Llorca, son justamente las relaciones del arte actual con la realidad.

Pablo Llorca podrá fallar como teórico pero en cambio no como el comisario que, prolongando la tradición de los connaisseurs y de los estetas decimonónicos, tiene la intuición y la sabiduría suficientes como para elegir en el torrente desbordado de la producción artística contemporánea las obras y a los artistas capaces de articular una muestra de arte hilvanada. Hilvanada e interesante.

Porque sí que resulta esti

mulante poder contrastar, gracias a esta exposición, casos de producción visual tan disímiles entre sí como los representados en un extremo por el proyecto de la revista fotográfica OjodePez y en el otro por las pinturas de Idoia Montón. La revista es uno de los focos actuales, a escala europea, de un documentalismo fotográfico que rehúye deliberadamente cualquier concesión a lo sublime, lo escandaloso o excepcional, y los cuadros son el resultado de la aceptación resignada por parte de su autora del prosaísmo sin remedio de nuestra vida doméstica. Y ese parangón tiene verdadero interés. Como lo tienen las relaciones que pueden establecerse entre las fotografías de Peter Bialobrzeski y de Monika Wiechovska, los vídeos de Thomas Körner y las instalaciones que presenta Matts Leiderstam.

El conjunto teje una sugestiva teoría del paisajismo contemporáneo, aunque afortunadamente incompleta. La contraposición entre los murales del colectivo La Cabeza Caliente y los de Francesc Ruiz no llega hasta el punto de encajar en un auténtico contraste. Cada quien va por su lado y ni siquiera les une los muros que comparten.