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Las gafas de sol de Olazábal

José María Olazábal, tercero en el pasado Británico, nunca lleva gafas de sol. Jamás. Ayer dobló el recodo del hoyo 18 con los ojos ocultos tras los cristales tintados. "Las necesitaba, el brillo amarillo de la hierba te deslumbra", explicó el guipuzcoano. La hierba no es hierba. Es una amalgama de paja y arena. El campo de Hoylake, en el Royal Liverpool, no es verde. Parece un trigal después de la siega. Hasta el punto de que la organización se plantea muy seriamente prohibir fumar. El termómetro marca 35 grados. Los periódicos ingleses se hacen preguntas acerca del cambio climático. Los aficionados pierden el tradicional decoro y enseñan los tatuajes de la espalda. Hace calor. Y sol. Mucho sol. Tanto, que Severiano Ballesteros, por lo general callado, no puede evitar quejarse de la dureza del campo: "Demasiado sol".

A Olazábal, a pesar de las gafas, le gusta: "Es un link como tienen que ser, muy severo y en el que la bola bota mucho". Un recorrido que no participaba en las rotaciones del Royal and Ancient desde hace 39 años. Ningún jugador lo conoce. Casi ninguno había nacido cuando se disputó el último Open aquí. Ganó el argentino Roberto De Vicenio. Nicklaus fue segundo.

"Estos días vamos a ver dos tácticas distintas", apuntó Olazábal, "los que van a jugar corto para evitar las trampas y los que le van a pegar duro con el driver para intentar sobrepasar los búnkeres y ver qué pueden hacer con el segundo golpe". Cuando se le pregunta por su opción sonríe: "Yo estoy con los primeros", y aclara: "Estos días de ensayo he jugado corto, pero también tiene sus riesgos porque luego te quedan hierros medios o largos a green y se te puede complicar la situación".

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