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Crónica:TOUR 2006 | Decimosexta etapa
Crónica
Texto informativo con interpretación

Ahora no es un regalo

Pereiro recupera el liderato tras una soberbia etapa que deja a Sastre segundo en la general y a Landis hundido

Carlos Arribas

Ataque, ataque, ataque. Suenan tambores de guerra en Bourg d'Oisans, a la sombra imponente del Alpe d'Huez. Impaciencia de aficionados mal contenida. Aficionados decepcionados. Aficionados que no quieren un líder que no ataca, que se conforma con ir a rueda. Aficionados que buscan algo más en el ciclismo, héroes solitarios, héroes derrotados, héroes que desafían a la montaña, al calor absurdo, a todo el pelotón, mitos. Buscan imposibles. Ataque.

Ataque, ataque. Los ecos llegan al autobús del Caisse d'Épargne, donde Eusebio Unzue dicta a los corredores la táctica del día. Le llega la reclamación popular, la duda, cuándo va a atacar Pereiro, cuándo va a morir matando, cuándo va a ser Perico redivivo. Que demuestre que no fue líder de rebote, que se gane los galones, que ataque. Que estamos hartos de este Tour al tran-tran. Queremos llama fuerte. Y todo eso al viejo Eusebio, general con un mapa del escenario de la batalla desplegado ante la mesa, le recuerda como un clavo a otro a la situación que vivió otro 19 de julio por la mañana, éste de hace 15 años, cuando tantas críticas recibió su equipo porque en la primera etapa de los Pirineos Perico no había atacado. Varias horas después, aquella tarde del 91, Miguel Indurain, tranquilo, tranquilo, vestía el primer maillot amarillo de su carrera. Y ayer, también 19 de julio, tranquilo, tranquilo, esperando el momento justo para actuar, tras una soberbia jornada de táctica, de juego de equipo, de astucia, por la tarde Unzue volvió a presentar a los impacientes el fruto de su calma: la pájara tremenda de Landis, que perdió 8m 10s respecto a Pereiro en los últimos 12 kilómetros de La Toussuire, un puerto que no es espectacularmente duro, el maillot amarillo de nuevo en poder de Pereiro, ahora conseguido sin regalos por medio, con 1m 50s sobre el segundo, que no es otro que Carlos Sastre, autor del ataque que todo desencadenó, y 2m 29s sobre el alemán Andreas Kloden, el hombre más complicado. A cuatro días del final, el ciclismo español se encuentra en una situación inédita desde 1995: ganar el Tour no es una utopía, tampoco un sueño, sino una posibilidad.

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Del autobús bajan Zandio, Arroyo, Txente, Portal, el núcleo duro del equipo, los trabajadores, los corredores que la víspera, en el Izoard y en el Alpe d'Huez consiguieron que su líder, Óscar Pereiro, perdiera por sólo 10s el maillot amarillo, los que lograron que la etapa reina de los Alpes, la temible de ayer, la del Galibier, la Croix de Fer, el Mollard y la inédita subida final a La Toussuire pudiera planearse con optimismo y posibilidades. Del autobús baja Pereiro. Le animan. Le gritan. Le piden: "Líate la manta a la cabeza, ataca de salida, revienta el Tour, revienta a todos, acuérdate de tus tiempos de cascarilla, de cabra loca, al ataque, al ataque, así te has hecho grande". Y él sonríe, y responde. "Pero estáis locos. Voy segundo en el Tour. Voy a intentar ganar el Tour. No se puede atacar a lo loco. Sólo el que no tiene nada que perder puede hacerlo..." A Carlos Sastre, que corre en el CSC, equipo danés dirigido por Bjarne Riis, no hace falta decirle nada. En la cuneta le esperan los de su peña exigiéndole que vuelva a ponerse el chupete, que ataque y vuelva a ganar una etapa. "Pero ya sabéis todos", dice el de El Barraco, "que siempre ataco, que siempre lo intento, que siempre lo doy todo".

Son poco más de las tres de la tarde. Ascensión de la Croix de Fer, la cruz de hierro, el dolor. El CSC acelera la marcha. El pelotón se queda en nada. Landis se queda sin equipo. El líder aislado. Sólo aguanta a su lado el fiel Axel Merckx. Todos al tran-tran en el horno. Delante, con un montón de minutos, el danés Michael Rasmussen, el nuevo Virenque, prosigue la cabalgada solitaria que le reportará al final de la jornada el reinado de la montaña, la victoria de etapa. Fignon, el fogoso corredor, ahora comentarista de televisión, se impacienta con lo que ve detrás. Ataque, ataque, reclama. A qué esperan Sastre, Menchov, Kloden, Pereiro, a qué esperan apara atacar, no ven que el líder está solo, que le pesa el culo, que no tiene agilidad, a qué esperan para mover el árbol. A su petición responde Leipheimer, pero es un corredor que no inquieta en exceso, que no pone nervioso a nadie. A su petición responde Unzue ordenando a sus chicos que que coman antes de comenzar el descenso, pidiéndole al bueno de Zandio que acelere, que no permita que los del Phonak perdidos enlacen en el descenso, que no deje respirar a Landis.

Zandio marca el ritmo del descenso y el del ascenso al Mollard, y al pie de La Toussuire hace mutis por el foro. Ahora toca a los grandes buscarse las cosquillas. Menchov, impaciente, prueba a 15 kilómetros. Landis, débil, mal alimentado, no responde de inmediato. Tampoco Kloden, pero su compañero Mazzoleni acelera ligeramente y los conecta. Tres kilómetros más tarde, el golpe de teatro, el momento definitivo. Sastre ataca. Nadie se mueve en su busca, pero en la cola del grupo, catacrac. Landis se paraliza sobre la bicicleta, se aleja, se aleja. Una mancha perdida. Un Tour perdido. A Pereiro, Kloden le corta el viento, le lleva de nuevo al liderato, al territorio en que los sueños cada vez se parecen más a la realidad.

Óscar Pereiro, de nuevo de amarillo, ayer en el podio.
Óscar Pereiro, de nuevo de amarillo, ayer en el podio.EFE

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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