Por un cosmopolitismo europeo
En El Occidente escindido, Jürgen Habermas resume algunas de las grandes cuestiones que afronta la construcción europea en este momento de pausa: la exigencia de fortalecer la integración y la capacidad de acción colectiva, la reducción del déficit democrático, la superación de las historias nacionales. Pasa a primer plano el problema de la identidad europea, y con él la exigencia de definir una política exterior común. "La identidad política de los europeos", resume Habermas, "sin la que Europa no puede adquirir capacidad de acción, sólo se forma en una esfera pública transnacional".
El tema del desgarramiento histórico de Europa y de su imprescindible superación es también, desde otros ángulos, el punto de partida para Jorge Semprún en el sugerente ensayo Pensar en Europa y la reflexión a dos voces que hace éste con Dominique de Villepin en El hombre europeo. Para ambos asimismo ese arranque está marcado por el dolor, intuido en Villepin, vivido en circunstancias trágicas por Semprún, por efecto del nazismo que a su juicio supuso "la caída en el odio espiritual y la barbarie". La reflexión de Husserl representa en ese momento, para Semprún, la antítesis salvadora: la idea de un renacimiento europeo y la construcción de Europa como figura espiritual, cuyo rasgo definitorio sería "la racionalidad universal propia del espíritu crítico". Es una comunidad de valores, con la democracia como núcleo, lo que ha hecho posible el proceso de construcción europea, económico primero, político a continuación. De ahí que el tema de la identidad aparezca en Semprún desde el ángulo opuesto al presentado por Habermas, en condición de amenaza ante la reafirmación de las identidades de las naciones, con o sin Estado.
La solución reside en seguir impulsando la unicidad europea, no como homogeneización forzosa, sino como proceso histórico en todo momento inacabado, fruto de la elección racional de quienes comparten "un proyecto de civilización" y asumen de entrada la diversidad. ¿Su fórmula? "Una vida sin violencia, con el máximo posible de igualdad de oportunidades". Habermas la aceptaría sin duda, pero añadiendo que su puesta en práctica requiere cambios concretos de orden económico y jurídico-constitucional de modo que el legado de Kant pueda imponerse definitivamente al del hoy tristemente rehabilitado Carl Schmitt. El sueño de la libertad en Europa desemboca inevitablemente en una reordenación económica y jurídica a escala global, en la cual los Estados miembros de la ONU, "junto con sus ciudadanos, puedan reconocerse como los depositarios constituyentes de una sociedad mundial que se constituye políticamente".
La temática definida por Habermas y Semprún ha sido objeto de una copiosa bibliografía en los últimos tiempos. Tal vez la aportación más sugerente corresponde al pequeño libro de Zygmunt Bauman, Europa. Una aventura inacabada, donde el profesor de Leeds que plantea la paradoja surgida de esa aspiración pacifista de Europa, después de un pasado de guerra de todos contra todos, justo en un mundo que se rige hoy por pautas hobbesianas. Precisamente el éxito de esa tarea asumida por Europa se vería acompañado de su desaparición como mediador, en la medida que lograra cobrar forma el gobierno mundial kantiano, auspiciado por Habermas. El esfuerzo es necesario, pero no por ello han de ser ignoradas las escasas posibilidades de alcanzar el objetivo. Un pesimismo que puede encontrar respaldo con la lectura del librito de Carlos Taibo Crítica de la Unión Europea, verdadera guía de las limitaciones que a juicio de lo que el autor llama "la izquierda resistente" afectan a la construcción europea. Para que el lector sepa lo que tiene entre manos, ofrecemos una cita a modo de botón de muestra: "Europa se ha convertido en un coto privado de políticos, funcionarios y geoestrategas, que gustan de entender el concepto, y de malearlo, conforme a las exigencias de sus disciplinas y trabajos". La obrita está publicada por La Catarata, editorial cuyo nombre encaja aquí a la perfección: hace falta una potente lupa para proceder a su lectura.
El problema de las limitaciones se encuentra asimismo presente en Europa soberana. La Constitución de la Unión entre guerra y derechos, de Antonio Cantaro. En un trabajo sintético, de gran claridad, el jurista italiano pasa revista a las contradicciones que desde su génesis a su frustrada realización caracterizan al constitucionalismo europeo. Se trata a su juicio de una construcción plagada de elementos inseguros: "El realismo del nuevo constitucionalismo europeo", explica, "posee una dimensión claramente prescriptiva: excitar en el imaginario colectivo la existencia de un poder público europeo sin los clásicos fundamentos de legitimación social y cultural (la nación), políticos e institucionales (el Estado) y democráticos (el pueblo) del constitucionalismo moderno". De ahí que una vez más el futuro del entramado político europeo dependa de la capacidad para conferirle solidez en el plano jurídico: "La suspensión de la soberanía no es una condición que pueda prolongarse de manera indefinida. O Europa deviene pronto soberana, o será una simple entidad geográfica carente de identidad". Excesivo pesimismo, que encuentra su contrapunto en la obra de Ulrich Beck Reinventar Europa: una visión cosmopolita, donde se sugiere una apuesta rotunda por un "cosmopolitismo emancipador". Los autores subrayan el peligro de que Europa siga debatiendo sobre sí misma, desde una perspectiva eurocéntrica, desconociendo la exigencia de una proyección exterior de sus valores, compatible con el reconocimiento de que hasta ahora la subalternidad respecto de Estados Unidos ha sido inevitable. La etiqueta acuñada para el caso es en sí misma significativa: imperio europeo. Un imperio de naturaleza sustancialmente diversa de los imperialismos precedentes, cuya unicidad, coincidiendo en el término con Semprún, no es signo de poder, de dominación sobre el otro, sino plataforma desde la que proyectar en el resto del mundo los valores de derecho, igualdad política, justicia social, integración cosmopolita y solidaridad. Una Europa en definitiva portadora de ideas utópicas para un mundo sometido a un riesgo de desgarramiento permanente.
El Occidente escindido. Jürgen Habermas. Traducción de J. L. López de Lizaga. Trotta. Madrid, 2006. 189 páginas. 14 euros. Pensar en Europa. Jorge Semprún. Prólogo de J. Ramoneda. Traducción parcial de J. Albiñana. Tusquets. Barcelona, 2006. 332 páginas. 19 euros. El hombre europeo. J. Semprún y D. de Villepin. Traducción de I. Belaustegui. Espasa. Madrid, 2006. 234 páginas. 19,90 euros. Europa: una aventura inacabada. Zygmunt Bauman. Traducción de Luis Álvarez. Losada. Madrid, 2006. 216 páginas. 17 euros. Crítica de la Unión Europea: materiales para la izquierda que resiste. Carlso Taibo. Libros de La Catarata. Madrid, 2006. 192 páginas. 9 euros. Europa soberana: la Constitución de la Unión entre guerra y derechos. Antonio Cantaro. Traducción de Gerardo Pîssarello y Antonio Cabo. El Viejo Topo, 2006. 192 páginas. 16 euros. Reinventar Europa: una visión cosmopolita. Ulrich Beck. Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona. Barcelona, 2006. 60 páginas. 5,75 páginas.
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