Mueren 12 miembros de una familia
Fátima y Tania, las abuelas, estaban todavía sentadas a la mesa a las 7.00 (hora local) del jueves, con Amal y Marian, sus nietas, y un enjambre de niños. Poco después, dos bombas israelíes hacían desaparecer a esta familia de 12 personas entre los escombros.
Situada en la ladera de una colina, su casa de Zebqine, en la región de Tiro, en el sur de Líbano, no ofrecía más que el triste espectáculo de bloques de cemento, cascotes, y objetos personales rotos esparcidos. Últimos testigos de toda una vida. Dos excavadoras, ayudadas por varios hombres, buscan los cuerpos, sin esperanza de encontrar supervivientes. "Hemos sacado a 5 de los 12 cuerpos, desde esta mañana" explicó con lágrimas en los ojos Jamil al Bandar, un pariente.
El día siguiente a la captura de dos soldados israelíes por Hezbolá, el Estado hebreo lanzó una serie de ataques aéreos contra su vecino del norte, matando a más de 40 personas. El movimiento chií respondió con decenas de cohetes sobre el norte de Israel, causando dos muertos.
Bandar explica por su teléfono móvil, que no para de sonar, que las labores de rescate van despacio. Más lejos, tres ambulancias recogen los restos. "Hemos retirado una mandíbula, los brazos y la mitad del cuerpo de Naïm Baziah, mi cuñado. Tenía 20 años", susurra entre suspiros.
Es difícil identificar qué pertenece a cada uno de los seis niños. La más joven tenía siete años. En la casa también se encontraba Soad, una joven que acababa de casarse con uno de los hijos. Por suerte dos de ellos pudieron salvarse porque se encontraban fuera de la casa, de dos plantas. Pero fueron proyectados hacia la parte de delante por la explosión y están heridos. Los dos están en el hospital de Qana, la ciudad más próxima a este pueblo de unos 300 agricultores.
En Tiro, fuera del hospital, Jaban Amel camina nerviosamente de arriba abajo. "Mi mujer está bajo los escombros de la casa, en Zebqine. Seguramente estará muerta", dice con voz entrecortada. "Tengo miedo de volver, dicen que es peligroso", añade con aire desamparado.
En el camino sur hacia Beirut hay muy pocos coches. La gente duda en desplazarse. La aviación israelí ha destruido desde el miércoles casi 20 puentes, la mayoría en el sur, lo que hace el tráfico casi imposible.
No hay gente por las calles, pero sí decenas de retratos de antiguos o nuevos mártires. Un recuerdo de la guerra que nunca ha dejado de existir, pero que terminó oficialmente en 1990.
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