El síndrome Walkowiak
El francés Calzati logra culminarla primera escapada en solitario en una carrera tan incontrolable que nadie se fía de nadie
-¿Qué corredor sería Louison Bobet en este Tour?
-Ninguno. Mi hermano era un patrón, el jefe, y este Tour no tiene patrón.
En los años 50, a Jean Bobet le llamaban el intelectual del pelotón no sólo porque necesitara gafas -señal evidente de que se dejaba la vista leyendo libros-, sino también porque, efectivamente, era un intelectual. Estudió en la universidad, fue profesor, escribió libros. El hijo pequeño del panadero de Saint Méen-le-Grand, tan sabio, quizás no sepa que al igual que el GPS en los coches pueden acabar con el periodista de ciclismo -ya nadie se pierde, ya nadie llega tarde, ya nadie vive el Tour como una aventura cotidiana, ya nadie se permite descubrir que las carreteras secundarias llevan más lejos que las autovías-, el pinganillo hace tiempo que acabó con la figura del patrón, el corredor que se sabe el jefe de la carrera y que obliga a ésta a discurrir a golpes de capricho dictados por sus estados de ánimo. Esta laguna en su conocimiento, de todas maneras, no impide que tenga derecho a expresar su visión cínico-irónica sobre el ciclismo del siglo XXI, con más derecho aún si se tienen en cuenta que la emite desde el circo de salida de la etapa, instalado ayer, bruma bretona, sirimiri también, sobre el césped del campo de fútbol de Saint Méen, donde Louison Bobet inició su carrera deportiva como extremo derecho del equipo infantil de su pueblo.
"Leyendo lo que leo, me dan ganas de taparme los ojos cuando dan en la tele la carrera. La única forma de ver el Tour ahora es haciendo como que no sabes nada, como que no te enteras de nada de lo que hay detrás. Por eso sobrevive a todas las crisis, porque todos queremos ser ingenuos", explica Jean Bobet, 75 lúcidos años sobre sus espaldas; "pero, claro, tampoco este Tour nos da muchos motivos para la esperanza. Cuando empezó, pensé que Valverde podría convertirse en el patrón, pero ahora me temo que éste será un corredor veterano, uno como Landis. Y, claro, no es lo mismo, no es lo mismo. El futuro no es eso..."
Para Floyd Landis, hombre de acción, ciclista que lleva años trabajando su asalto al Tour, el futuro no va más allá del 23 de julio, del día que termina el Tour en París. Para Landis, uno de los amigos de Lance Armstrong que tomó el portante para crear su alternativa personal, el futuro es sólo el presente. Entendió la contrarreloj, en la que fue el mejor después de Gonchar, como una señal de que su momento había llegado, un signo de que era el líder in péctore. Y como tal ayer actuó su equipo, el Phonak (nueve corredores, nueve banderas diferentes), atacado de pleno por el virus que recorrió la salida como una corriente eléctrica: según se decía, para festejar el cincuentenario de la victoria sorprendente en 1956 de Roger Walkowiak, un secundario que alcanzó el maillot amarillo en una fuga tremenda y nadie se lo pudo quitar. El destino había decidido que este 2006, el Tour, cuya larga lista de favoritos está compuesta por actores de reparto, encontraría su ganador no entre ellos, sino entre las filas de los terciarios, y que, en vez de un sorteo, organizaría una fuga a lo Walkowiak para encontrarlo. "Y esa fuga acaecerá en una de las etapas que llevarán al pelotón de los Alpes a los Pirineos", dijo Eric Caritoux, ganador sorprendente de la Vuelta a España de 1984, una de las voces elegidas por el oráculo para transmitir la verdad.
Así que, cuando se formó un grupo de seis en el que estaban el 10º y el 11º de la general, Zabriskie y Kessler, situados a 2m 3s de Gonchar, Landis, el patrón, no dudó. El apocalipsis está en marcha, bramó por el pinganillo; a por ellos. "No dejaremos que tomen más de cinco minutos de ventaja", avisó su director, John Lelangue, quien tiñó la cabeza del pelotón con sus colores, verde y amarillo, y fue fiel a su palabra manteniendo la fuga a cinco minutos. Después, la derrota final de la escapada fue cosa del Française des Jeux, movido por la vieja teoría de castigar al equipo por no haber cogido la fuga buena. Pero no fue una derrota total: viendo que con compañía no iba a ninguna parte, a 32 kilómetros de la llegada, el francés Sylvain Calzati, del Ag2r, decidió irse solo y por primera vez en este Tour una etapa no acabó en sprint.
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