_
_
_
_
_
Reportaje:HISTORIA

Guía de urbanidad para el desembarco

Un manual para los soldados británicos de la Segunda Guerra Mundial hace furor en Francia

Un curioso librito de no más de un centenar de páginas: Quand vous serez en France (Cuando llegéis a Francia), publicado por la editorial Les Quatre Chemins, se ha convertido en uno de los libros más vendidos de este verano. Es un texto escrito hace más de sesenta años que había sido olvidado, pero del que en su momento se editaron cientos de miles, porque se trata, en realidad de las Instructions for British servicemen in France, el manual que se dió a los soldados británicos antes del desembarco de Normandía, en 1944.

El manual que llevaban los jóvenes británicos en sus bolsillos, editado por el Foreign Office, no estaba firmado. Pero recientemente, el manuscrito original apareció en la biblioteca Bodleian de la Universidad de Oxford. Formaba parte de una donación de una serie de documentos de las dos hijas de Herbert David Ziman (1902-1983), un periodista de raza, corresponsal de guerra, gran reportero y finalmente, responsable literario del Daily Telegraph. Y el hecho de que una carpeta estuviera marcada como "confidencial" llamó la atención de los archiveros.

A los británicos, que procedían de una de las sociedades más clasistas de Europa, por lo menos en 1944, el modelo igualitarista francés les sorprendía
El manual dice: "El sentido común y la buena cocina hacen que la casa de cualquier obrero u oficinista francés sea más confortable que la de muchos ingleses"

Ziman -no se puede negar- era un francófilo y conocía muy bien a sus vecinos del otro lado del canal de la Mancha. Pero el suyo no es un texto de propaganda. Huye del ditirambo y de los lugares comunes; evita las grandes verdades, reconoce incluso que los alemanes se portaron "relativamente bien" con los franceses, razón por la que sus compatriotas deben extremar sus buenas maneras, e ironiza constantemente, no sólo sobre Francia, sino también -y mucho- sobre Gran Bretaña.

Ziman dibuja un retrato amable, de un pueblo bien educado, trabajador, amante de los placeres de la vida, que gusta del arte y adora las discusiones intelectuales y produce una extraordinaria cocina. Y al tiempo que describe a los franceses, retrata ingenuamente la sociedad británica y el espíritu de aquella Inglaterra -para los franceses es Inglaterra- que se erigió en el último bastión de la libertad y la decencia frente a la barbarie nazi. "Ordinary people, extraordinary times", que siguieron una consigna muy básica: "Decencia, dignidad, discreción".

Franceses e ingleses se separaron en muy malas condiciones en 1940, cuando las tropas alemanas arrollaron la línea Maginot y echaron al mar a los soldados británicos. Por si esto fuera poco, en los meses que siguieron hubo una serie de incidentes en los que los británicos lucharon y derrotaron a tropas francesas. Un solo ejemplo: en Mers el Kebir, en Argelia, los oficiales franceses se negaron a poner la flota bajo mando británico. Londres no podía permitirse que pasara bajo control de Berlín. En la batalla murieron 1.380 marinos franceses. Episodios que sirvieron al régimen colaboracionista de Vichy, que había firmado el armisticio con Hitler, para alentar la anglofobia ancestral, los demonios de Juana de Arco.

Más tarde, sin embargo, conforme se empezó a articular la resistencia en el interior y creció la figura del general De Gaulle, se produjo una verdadera complicidad entre unos y otros. Fueron muchos los pilotos británicos a los que ciudadanos franceses ayudaron a escapar y la radio inglesa BBC se convirtió en la referencia. Y conforme se acercaba el día D esta relación se hizo más y más estrecha. Pero los jóvenes de 18 a 20 años que iban a desembarcar en las playas de Normandía no eran, precisamente, francófilos, ni siquiera sabían lo que iban a encontrarse. Necesitaban consejo. Y el Gobierno de su majestad le pidió a Ziman que se lo prestara.

Y este encargo se convirtió, visto ahora desde la distancia, no sólo en un ejercicio de estilo, sino en un delicioso destilado de las miradas cruzadas de estos dos pueblos vecinos que, pese a sus cacareadas diferencias, tienen mucho en común. Desde la segunda mitad del siglo XVIII, para los ingleses Francia está asociada a la alegría de vivir, a la doucer de vivre. Y sigue estándolo en el siglo XXI. A lo mejor, como dice en escritor Pierre Assouline en el prólogo del libro, los jubilados británicos que ya desde hace años pueblan las zonas rurales más bellas de Francia, desde la Dordoña a la Provenza, son los mismos chavales que recibieron el libro antes del desembarco de Normandía.

Premonición

Los tiempos han cambiado, pero algunos de los trazos que describe Ziman son permanentes. Como, por ejemplo, cuando advierte a los soldados británicos que los franceses son reacios a la autoridad establecida, que son individualistas. Pero otros aspectos de la sociedad francesa parecen más bien una paradójica premonición de lo que el futuro ha deparado a unos y otros. "Por lo general, los franceses ganan menos dinero que nosotros por empleos similares, y trabajan más horas", escribe. "Gastan menos en ropa, en la decoración de sus casas, en viajes y diversiones. Pero el sentido común y la buena cocina probablemente hacen que la vivienda de cualquier obrero u oficinista francés sea más confortable que la de muchos ingleses del mismo estatus".

Una reflexión que encaja muy mal con el presente, cuando en Francia la semana laboral ha sido reducida a 35 horas y el modelo británico es descalificado bajo la terrible acusación de ser "neoliberal"; cuando hay más de 150.000 jóvenes franceses, los más ambiciosos y preparados, que han optado por cruzar el canal con destino a una sociedad que consideran más competitiva y en la que esperan triunfar y hacerse ricos.

También chocan las reflexiones que el manual hace sobre el sistema de clases sociales en Francia. A los británicos, procedentes de una de las sociedades más clasistas de Europa, por lo menos en 1944, el modelo igualitarista francés, por más que en según qué aspectos fuera sólo teórico, les sorprendía. La otra cara de la moneda, sin embargo, era la descripción de la sociedad francesa como patriarcal. Ziman recuerda, por ejemplo, que las francesas de 1944 no tenían derecho al voto, y advierte a los jóvenes que se encontrarán con una sociedad mucho más convencional y moralmente reprimida que la que dejan atrás. Y así nos descubre con candidez que los ingleses de la época hacían el amor en los parques, sin que esto escandalizara en exceso.

Militares franceses patrullan las calles de Caen, tras su liberación por los británicos el 27 de julio de 1944.
Militares franceses patrullan las calles de Caen, tras su liberación por los británicos el 27 de julio de 1944.AP

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_