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De vuelta al futuro

El éxito de la selección francesa abre expectativas a la vieja clase política

"Un capitán envejecido, un equipo usado", titulaba el semanario satírico Le Canard Enchaîné, aunque no se refería necesariamente a les bleus. Porque durante la primera semana del Mundial, mientras la selección daba tumbos, los comentaristas políticos no resistieron hacer paralelismos entre el escaso entusiasmo que despertaban Zidane y los suyos y el penoso fin del largo mandato del presidente Jacques Chirac y el deterioro político de su Gobierno, encabezado por Dominique de Villepin.

La agónica victoria sobre Togo no cambió el tono de los franceses, sumidos en una profunda crisis de identidad. La selección, con la ristra de rumores sobre las malas relaciones entre los jugadores y el entrenador, reflejaba los problemas sociales.Llegaron al partido contra España y se produjo el milagro. Brasil y Portugal siguieron. Y ahora, la final. Y los políticos, que se habían mantenido agazapados, aunque más de uno echó pestes, se disponen ahora a intentar sacar provecho.

La victoria de 1998 y la catarsis colectiva que desencadenó una selección joven y mestiza, bautizada con la fórmula mágica blanc, beur, noir, (blanco, árabe y negro), está en la mente de todos, pero los tiempos son otros. Hace ocho años, tras derrotar a Brasil en París, la popularidad de Chirac, ya presidente, subió 15 puntos. Ahora, el presidente, al que no le quedan más que meses en el Elíseo, bate récords de impopularidad y, gane o pierda Francia, nada cambiará.

El sueño de la integración, presentado entonces como el éxito del modelo republicano para garantizar la igualdad de oportunidades, saltó hecho añicos el pasado otoño, cuando los jóvenes de las barriadas constataron su fracaso pegándole fuego a miles de coches y arrasando sus propios barrios. Cuando a les bleus las cosas no les iban bien, el líder ultraderechista Jean-Marie Le Pen dijo que el problema estaba en que "en la selección hay demasiados negros". Una opinión común con personajes tan distantes como el filósofo Alain Finkielkraut.

Porque, pese a la revuelta, las cosas no parecen cambiar. Un estudio de mayo de 2006, basado en las quejas de los ciudadanos en las oficinas de empleo, muestra que el 40% de los casos de discriminación tienen origen racial. Como explica Thuram, el intelectual de la selección y el único que se enfrentó al ministro Nicolas Sarkozy, más importante que el que la selección tenga la piel oscura es que haya un presentador negro en televisión.

Pero, si una victoria sobre Italia desata un delirio capaz de que los franceses confundan a Zidane con Chirac, todo está previsto. El propio presidente se encargó hace dos semanas de no descartar el volver a presentarse. Y al día siguiente, en el mismo programa de televisión, fue el ex primer ministro, el socialista Lionel Jospin, quien se ofreció a encabezar la candidatura de la izquierda. Le Pen sigue ahí, con una popularidad mayor que en 2002. La victoria de les bleus podría llevan a Francia de vuelta al futuro.

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