Pista libre para Klinsmann
Pese a la derrota, en el suburbio de Stuttgart donde vive la familia del técnico se enfatiza que éste ha contagiado de alegría a toda la nación
"Cerrado martes y miércoles por motivos actuales". La familia Klinsmann no quiso ser más explícita. El escaparate de su panadería anunciaba así el cierre del establecimiento por dos días. No había nadie en Alemania que no supiera cuáles eran esos motivos: su hijo Jürgen dirigía a uno de los equipos en las semifinales de la Copa del Mundo. Ayer, el martes por la mañana tenía aspecto de domingo en Botnang, el suburbio residencial de Stuttgart donde viven los Klinsmann desde 1978, año en que abrieron un horno tradicional de la región. Éste es un día de gran resaca. Alemania acaba de perder la semifinal ante Italia, pero no hay lamentos. Se respira cierta alegría. "Es la que ha contagiado Jürgen a la nación. Es un gran chico y ha hecho un gran trabajo", dice Spotela, una napolitana con más de 30 años en Botnang que vive dos casas a la derecha de la de los Klinsmann. El pensamiento positivo del seleccionador ha impregnado a la sociedad germana, muy deprimida pocas semanas antes del Mundial. "Son una familia muy querida. Tanto, que yo, que soy italiana, no sabía quién quería que ganara", añade Spoleta, dueña de uno de los tres restaurantes italianos que se concentran en apenas una manzana. Así que no había demagogia en Klinsmann cuando afirmó en la prensa italiana que los alemanes han absorbido una parte de la cultura de sus vecinos latinos.
Beckenbauer y Hitzfeld han pedido públicamente que siga el actual seleccionador
"Hay que ver dónde estábamos y dónde estamos", dicen con orgullo en su barrio
Rodeado de un bosque, el paisaje de Botnang tiene un aire bucólico. Son casas en forma de cabaña entre las que se encuentra la famosa panadería en la planta baja y un primer piso donde habita la madre y el hermano del seleccionador. Bäkerei Klinsmann. Está adornada por una bandera alemana y otras banderitas de las selecciones participantes. Tras los primeros éxitos de Alemania, la madre de Jürgen, Martha, fue bautizada como Mutter der Nation (la madre de la nación) y, ante el peregrinar de fans y periodistas, el seleccionador pidió por favor que dejaran en paz a su madre. "Aquí están despachando la madre y la mujer del hermano. El padre murió el año pasado", explica una joven de padre suizo-italiano y madre alemana que tampoco sabía a quién quería ver ganar. "Se vive bien aquí, es una zona tranquila y está a 15 minutos en metro del centro".
Tranquila lo es, en efecto. La noche anterior, en medio del silencio, las campanas de la iglesia sonaron solemnemente a las nueve en punto de la noche. Era la hora del partido y los habitantes de este antiguo pueblo absorbido por la ciudad de Sttutgart se habían recogido en las casas y en los restaurantes para ver la semifinal. Había dos pantallas de televisión en Casa Pompa, una en el interior del restaurante y la otra en el patio, repleto de parejas de germanos de avanzada edad. Pocas caras pintadas y apenas símbolos patrióticos. Sólo uno estaba de los nervios: Nicola, italiano de 21 años. "Es que estoy en territorio enemigo", dice, "yo ya nací aquí, vivo dos casas más allá de los Klinsmann. Su madre me regalaba pasteles cuando era pequeño. En 1996 vino él, cuando jugaba en Estados Unidos, y organizó un partido con los niños del barrio. Después nos dejó subir a su casa y nos repartió fotos y autógrafos. Es un gran tipo, pero hoy no soy su amigo".
En el descanso del choque entra Christine, una alemana de 45 años que acude a ver la segunda parte. Christine explica que los habitantes de la región se llaman suevos. "Gente tranquila y trabajadora", dice antes de fruncir el ceño cuando advierte que llega la prórroga. "Los italianos tienen una ventaja psicológica. Nos han ganado en las últimas grandes citas", vaticina. Los goles de los azzurri son celebrados por Nicola con exaltación. No para de brincar, a lo que los aficionados alemanes, que lo conocen de toda la vida, le responden con una sonrisa. No hay lloros ni voces desgarradas. Christine encoge los hombros y dice: "Jugaron mejor que nosotros. Estamos orgullosos de este entrenador. Hay que ver dónde estamos y dónde estábamos hace dos años cuando fracasamos en la Eurocopa de Portugal. Hemos avanzado. Un tercer puesto es más que satisfactorio".
Es medianoche y los cláxones de los coches se han apoderado de la ciudad. ¿Cuántos italianos hay en Stuttgart? Muchísimos. Todos salieron el martes por la noche a festejarlo. Nicola, uno de ellos. "Hubo problemas cuando vinieron los ingleses, pero con nosotros, los italianos, no pasa nada". Al llegar al centro de Stuttgart, el omnipresente Franz Beckenbauer llena una pantalla gigante de televisión. Su opinión es importante y refleja la de la mayoría de sus conciudadanos. "Quizá pagamos la juventud de nuestros jugadores, pero Klinsmann ha iniciado un trabajo que debe concluir". Otro peso pesado, el ex entrenador del Bayern Otmar Hitzfeld, concluye: "Klinsmann ha introducido muchas novedades y debe desarrollarlas". Mientras, la Mutter der Nation respira tranquila. Para ella, el Mundial ha terminado. Podrá seguir despachando el pan sin molestias de aficionados y reporteros. Como toda la vida.
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