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Reportaje:Alemania 2006 | Alemania-Italia

"El talento lo pusimos nosotros"

Lippi destaca el "corazón" y la "voluntad" de sus jugadores "contra más de 60.000 alemanes"

El llanto desconsolado de Ballack mientras trataba precisamente de consolar a sus compañeros fue anoche la imagen de un país que lloró la derrota. Hubo lagrimas en el volcán de Dortmund, como calificó Bierhoff al estadio donde el anfitrión perdió el tren a Berlín. Un zarpazo de Grosso destrozó las ilusiones del pueblo germano, los sueños de sus futbolistas y la idea revolucionaria de Jürgen Klinsmann, preparado para todo menos para caer como lo hizo: "Sí; tan al final duele más. Pero sería absurdo decir que los italianos no han hecho méritos".

Por eso Klinsmann se quedó clavado en su área técnica mientras Marcello Lippi celebraba con los suyos el triunfo, Pirlo era nombrado el mejor jugador del partido y se derrumbaba el mito del Westfalenstadium: por primera vez en 15 encuentros en él, Alemania fue batida. Tuvo que ser contra Italia, a la que jamás ha ganado en la Copa del Mundo. Lo consiguió Italia con Gilardino, Totti, Del Piero, Iaquinta y Pirlo sobre el campo. Nunca tanto talento junto vestido de azul. Así que, por sorprendente, Lippi tuvo que explicarlo: "El partido estaba roto: ahora ataco yo y ahora tú. Nuestra defensa es brava. Era un lance que debía decidirse por un golpe de talento. Y, sinceramente, el talento lo pusimos nosotros".

Klinsmann: "Perder tan al final duele más. Pero sería absurdo decir que los italianos no han hecho méritos"
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"Habría sido una gran injusticia perder", aseguró Lippi antes de explayarse: "Por el control que siempre tuvimos y también por las ocasiones, fue molto bello". "No es fácil jugar contra más de 60.000 alemanes, pero mis chicos han estado fantásticos. Con corazón, con voluntad, jugando con gran simplicidad", continuó Lippi, que reconoció que el ambiente fue "propio de un gran evento".

"¿Una alegría para el penoso momento que vive el calcio?", se le preguntó. "El calcio vive un momento fantástico. El resto no lo sé", se limitó a responder tras rehusar hablar de las acusaciones de la fiscalia italiana sobre la corrupción que pueden condenar al descenso a la Juventus que entrenó en su día. En una noche de fiesta, no era el momento para que nadie le pisara la guitarra.

Los alemanes, que abandonaron el terreno de juego al son del Nunca caminarás solo, lamieron sus heridas acordándose de la pena de los aficionados. Lo dijo Lahm, pero lo pudo decir cualquiera. "La derrota me duele especialmente por esta gente y por todos los que a lo largo del campeonato nos han estado animando allí donde hemos jugado", confesó con lágrimas en los ojos.

A Klinsmann le tocó recordar que les queda un último objetivo: "Queremos ser los terceros. Nos falta un encuentro [contra el perdedor del Francia-Portugal] y queremos ganarlo para concluir con un buen sabor de boca". Un parche al desconsuelo de un hombre que, en cualquier caso, levantó la cabeza orgulloso. "Podemos sentirnos satisfechos. Nos habría gustado llegar a la final, pero hemos enseñado una nueva cara del fútbol alemán al mundo y eso también es muy importante", destacó. Y concluyó: "Hemos hecho un torneo fantástico. Desde el duelo con Costa Rica, quisimos atacar, jugar, tocar... Un juego moderno, diferente al anterior".

"Nuestra ola os lleva a la final", se podía leer en una pancarta mostrada por los seguidores del gol sur, que al salir los equipos al terreno de juego confeccionaron un mosaico blanco, sobre el que se dibujaban tres colores: rojo, negro y amarillo, los colores de la bandera alemana. Todo el país miraba a la cuenca del Rhur y la ciudad de Dortmund no defraudó durante el día -no hubo que registrar ningún incidente entre ambas aficiones- ni tampoco durante el partido, cuando animó sin descanso a sus jugadores. Vendidas todas las localidades, en la reventa se pagaron más de mil euros por un ticket. El presidente del Athletic, Fernando Lamikiz, algo molesto por las últimas declaraciones de Javier Clemente, acompañado por cinco amigos, algunos directivos de su junta, presenció el envite desde una de las tribunas del estadio. Allí comprobaron cómo, por una vez, la afición de Dortmund olvidaba que Ballack, Lahm y Mertesacker juegan en el Bayern Múnich, tratándoles como trató a Kehl y Metzelder, los dos jugadores del Dortmund presentes en el once titular. Se trataba de llegar a Berlín y una camiseta unía a todos los jugadores con los aficionados

Alemania nunca había perdido en Dortmund en los catorce partidos disputados con anterioridad y había logrado 59 goles por sólo siete recibidos. Sólo una vez, en 1977, empató contra Gales. Italia nunca había perdido contra Alemania en un partido del Mundial. Chile 62 (0-0), México 70 (4-3, en una semifinal que pasó a la historia como el partido del siglo), Argentina 78 (0-0) y España 82 (3-1 en la final) eran unos antecedentes que no parecían contar para los aficionados camino del estadio, de un campo al que podrían quitarle los asientos y nadie se daría cuenta, especialmente en la zona de los goles. Allí, la emoción del duelo se vivió de pie desde el primero al último minuto, en medio de un griterío ensordecedor. A la afición italiana, elegante hasta para ir al fútbol, se la vio por los alrededores, pero, empezado el encuentro, sucumbió a la marea blanca del volcán de Dortmund. "¡Finale, oh-oh-oh!", cantaban al entrar al campo. Estaba claro que, por lo menos, ellos habían ganado por goleada.

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