Sangre en el 'sprint'
Triunfo del avispado Casper tras la herida sufrida por Hushovd, que cede el liderato a Hincapié
Con la sangre no se juega. Con la sangre no se hacen chistes. Y menos en el Tour, y menos hablando de ciclistas, personas últimamente con la sensibilidad a flor de piel cuando se habla de estos temas, de bolsas, de congeladores, de glóbulos rojos y demás. Y menos con la sangre de Thor Hushovd, mitad coloso, mitad héroe de cómic, surgiendo a presión de su musculado brazo, un chorro, riego por aspersión a 70 kilómetros por hora, que salpicó de miles de minúsculas gotas rojas el hermoso maillot naranja de Óscar Freire, que iba a su rueda, a 150 metros de la llegada, calculando aún el tempo de su sprint. Sangre que empapó el hermoso maillot amarillo -sangre y oro, qué torero- del ciclista noruego, a quien nadie podrá acusarlo de no verter más allá de los simbolismos hasta la última gota de su sangre para defenderlo, para el que nadie reclamó rápidamente una transfusión, por si acaso.
El ciclista noruego rozó su brazo con una gran mano de cartón verde, un reclamo publicitario
Perdió el jersey de líder -se lo arrebató con dos segundos en una bonificación el elegante George Hincapié-, pero no se desangró, de todas maneras, Hushovd. Un torniquete rápido, unos cuantos puntos de sutura para coserle los seis centímetros de herida, ayes y lamentaciones por la oportunidad perdida. También se lamentaba Freire, quien en su delirio de velocidad, la adrenalina invadiendo sus sentidos, ni pudo durante el sprint racionalizar lo que significaba la sangre, pensar en el peligro que corría, pensar a secas. "Pero me fastidió lo de Hushovd", dijo el de Torrelavega. "Íbamos muy pegados a las vallas y el debió de rozar con algo, quizás con el reloj de un espectador [en realidad, según las imágenes de televisión y Roger Legeay, director de Hushovd, rozó su brazo con una mano verde gigantesca de cartón, un reclamo publicitario] y empezó a sangrar. Pero siguió corriendo como si nada. Hasta que de repente, cuando iba yo a coger velocidad y arrancar, se paró y me fastidió". La rueda buena era, en efecto, la de Hushovd, el coloso que tan rápido hace girar los pedales, y con tanta potencia, pero la etapa la ganó una minúscula bola de músculos llamada Jimmy Casper, un sprinter de bolsillo que encandiló a los franceses cuando derrotó cuatro veces a Erik Zabel en 1999, y que los emocionó al Tour siguiente, en el que duró algunos días rezagado del pelotón y con un collarín cervical a cuestas. Ayer, en medio de la confusión -el hombro de Boonen, el más guapo y el más alto de entre los favoritos, tan lindo con su maillot arcoiris, chocó con la cámara de vídeo de un espectador y el belga también cesó de golpe su esfuerzo-, Casper fue el "oportunista", como él mismo dijo. Se metió por donde no adivinaron ni McEwen, ni Zabel, ni Bennati, ni Gálvez, ni ninguno más de los que van al sprint a remontar, no a marcar la tendencia. Por el hueco que le dispararía hasta la línea.
Ganó Casper, mínimo, feliz, saltarín, un polvorilla; subió al podio, dio alegría a un sponsor francés y rápidamente dejó su hueco a Hincapié, que más que conformarse con ser el hombre del día piensa en ser el hombre del Tour.
Hace un mes, después de una ascensión al Mont Ventoux tranquila durante la Dauphiné Libéré, Hincapié se explayaba con los periodistas. Hablaba del aprendizaje. De cómo en su décimo Tour iba a salir por primera vez en su vida de líder. De lo que le costaba no tener que seguir simplemente las órdenes de Armstrong, con quien corrió sus siete rondas victoriosas, de marcar ritmo fuerte hasta que no pueda más y recuperar. De que se sentía fuerte y bien. De que las tripas le pedían algo. No le dejó explayarse más su director, Johan Bruyneel, quien con un gesto de la cara le ordenó que callara y se fuera al autobús. No quería quizás que se supiera cuál sería su arma secreta para su primer Tour sin Armstrong. No lo quería entonces, ayer no le importaba exhibirlo de color amarillo desde el podio. Hincapié, líder. Hincapié, que había perdido el prólogo por 73 centésimas, recuperó dos segundos en un sprint bonificado a un Hushovd al que el manotazo de cartón no le permitió defender su suerte en el sprint final.
El secreto se levantó a medias. "Esto me quita el mal sabor de boca del prólogo", dijo Hincapié. "Y dejen de pensar que voy a reemplazar a Armstrong, aunque sea también yanqui y corra en el Discovery. Lance es irreemplazable".
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