En tierra de nadie
Ronaldinho, que lleva un año sin marcar con su selección, simboliza el fracaso de Brasil frente al éxito que obtuvo en el Barcelona
"Buscamos un milagro hasta el último minuto y no salió". Ronaldinho (Porto Alegre, 1980) se despidió de la Copa del Mundo en Francfort con un libre directo que se escapó por encima del larguero de Barthez. A falta de fútbol, Brasil, la selección de los 500 millones de dólares, apostó por sus francotiradores, como si el torneo se jugara a la ruleta rusa, y fracasó espectacularmente en Alemania. Acabó la serie de once victorias consecutivas en la competición -justamente, desde que perdió la final de París, en 1998, contra Francia-, en un partido de los cuartos de final, como ya había ocurrido en tres ocasiones anteriores. No les van les bleus a la canarinha, la única selección no europea que se ha impuesto en el Viejo Continente (Suecia 1958) y también la más laureada de cuantos compiten: cinco títulos.
Ronaldo: "Aguardamos que nos sorprenda, pero no es tan espectacular como de azulgrana"
Su problema ha sido sobre todo de ubicación en el grupo y también en el campo
Defendía Brasil no sólo la Copa alcanzada en Asia, sino también una manera divertida de entender el fútbol como es el jogo bonito. La realidad, sin embargo, no se correspondió con los anuncios y, consecuentemente, la caída del equipo de Carlos Alberto Parreira significó también la claudicación de Ronaldinho, santo y seña del espectáculo; campeón de Liga y de Europa con el Barcelona; elegido el mejor jugador del mundo por sus propios compañeros, por sus entrenadores, por los aficionados; ganador del pasado Mundial. A sus 26 años y de forma sorprendente, cuando incluso su hermano y mánager, Roberto, anunciaba el momento de máximo esplendor para la figura azulgrana, claudicó de mala manera: no marcó un gol, sólo dio una asistencia y remató siete veces en cinco encuentros. Intrascendente productividad.
"Me siento muy triste. Con un dolor inmenso", explicó el internacional brasileño, que suma 27 tantos en 68 partidos desde que debutó en 1999. Ni siquiera Ronaldo, destacado por su seleccionador por ser el protagonista de las tres únicas jugadas de ataque de su equipo, simboliza mejor el fracaso de Brasil que Ronaldinho, más que nada por las expectativas que había despertado por su soberbia actuación en el Barça. La pregunta se impone entre la torcida: ¿Por qué Ronaldinho no ha jugado igual de bien en la selección que en el Barcelona?
El presidente del Barça, Joan Laporta, procuró salir del paso cuando se le insistió sobre el asunto: "Ronaldinho se ha estado sacrificando por su selección". Una afirmación que iba en la dirección contraria a la que quería Brasil, que demandaba al futbolista que pensara menos en el equipo y se mostrara más como el número uno del mundo. El problema de Ronaldinho en su selección ha sido sobre todo de ubicación en el grupo y en el campo. Jugó demasiado lejos de la portería en los primeros cuatro partidos y demasiado cerca en el último. No le ayudó la mecánica del equipo ni tampoco la personalidad de los jugadores.
Ronaldinho no funcionó en el cuadrado mágico como falso volante izquierdo porque no conectó con los delanteros ni se asoció con los medios. Adriano y Ronaldo no son especialistas en tirar desmarques y para nada les importa recibir la pelota al pie, nada que ver con el juego de presión y de roturas de Eto'o, Messi y Giuly. Y los centrocampistas son igualmente muy diferentes en uno y otro equipo. Los brasileños son importantes por su despliegue físico y facilidad para combatir al contrario en situaciones de inferioridad numérica mientras Kaká es un enganche que se distingue por su buena conducción del balón.
El protagonismo de Kaká ha jugado en contra de Ronaldinho, que no ha encontrado en los centrocampistas a nadie con quien mezclar y combinar, justamente lo contrario que le sucede con Xavi, Deco, Edmilson o Iniesta en el Barça. Ronaldinho ha chocado en la mayoría de los partidos con sus propios compañeros brasileños. Alejado de la zona de tres cuartos del campo, el sitio desde donde parte en el Camp Nou, se retrasó demasiado y no encontró la portería contraria. Tampoco le alivió después la entrada de Juninho Pernambucano porque Francia desconectó a los delanteros de la línea de pase de los medios.
Cuando juega con el Barcelona, el balón le llega a Ronaldinho en el mejor de los sitios, donde puede desequilibrar, mientras que en Brasil lo ha ido a buscar a zonas insustanciales o, simplemente, no lo encontró por arrimarse demasiado a la portería contraria. O frenó el contragolpe o no supo atacar siendo el mismo jugador que en el Camp Nou. No es casual que se cumpla un año de su último gol con Brasil. Ocurrió en la Copa Confederación, que también se disputó en Alemania. Un dato sorprendente si se compara con los 26 goles (17 en la Liga, siete en la Champions, una en la Copa y otro en la Supercopa) que ha anotado con el Barça por los 13 del año anterior y los 22 en su debut.
No le cuesta alcanzar la portería contraria en el Barcelona y, en cambio, con Brasil no la encontró. Los regates no le sirvieron para eliminar contrarios ni ganar espacio y cuando recibió el cuero fue de espaldas a la portería. "No es lo mismo Brasil que el Barça", admite Kaká; "Ronaldinho tiene que adaptarse a la selección y a sus circunstancias. Los jugadores brasileños juegan a otra velocidad mientras que, en el Barcelona, Eto'o y Giuly le dan un gran dinamismo". Ronaldo, por el contrario, coincide: "Aunque todos aguardamos siempre que nos soprenda, Ronaldinho no es tan espectacular como en el Barça".
Hay coincidencia en señalar que el Barça es el equipo que crea las mejores condiciones de juego para que futbolistas como Ronaldinho puedan expresar su fútbol y, en su justa correspondencia, el equipo extraña el desequilibrio de sus jugadores cuando no están en el campo. La mejor versión de Ronaldinho, así como en su día la de Rivaldo, Ronaldo o Romario, se ha visto en el Camp Nou. La situación puede ser extensible a otros futbolistas, como Messi, una especie a proteger en el Barcelona mientras que Argentina lo guardó en el banquillo.
La mayoría de los azulgrana en la Copa del Mundo han extrañado el fútbol moderno y ofensivo del Barça y sobre todo el sentido común de Frank Rijkaard, un técnico poco intervencionista y, en cambio, paternalista y buen gestor tanto del vestuario como del campo. Una noticia excelente para el barcelonismo. A juzgar por el Mundial, la grandeza de Ronaldinho o Messi se la deben en buena parte al Barça y a su manera de jugar al fútbol.
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