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Entrevista:EL RETROVISOR | Alemania 2006

"Salí del convento para patear la bola"

El mexicano Basaguren, que era jesuita, fue el primer suplente que marcó un gol en un Mundial, a El Salvador en México 70

José Marcos

Se habían jugado 12 partidos, 37 futbolistas procedentes del banquillo tuvieron en las botas la oportunidad de pasar a la historia, pero... Tuvo que ser Juan Ignacio Basaguren (México, 61 años), a la semana de iniciarse México 70, quien se convirtió en el primer sustituto que anotaba un gol en los Mundiales. Era el cuarto que recibía El Salvador. Hasta la cita de México no se aprobaron los cambios, por entonces dos por equipo.

Pregunta. Quién se lo iba a decir...

Respuesta. Qué quiere que le diga... El récord no es muy halagador, dado que queda claro que yo no era el titular.

P. Hombre, mejor que otros que hay por ahí...

R. Sí, hay titulares que marcaron y nadie les recuerda. Aunque del mío me enteré 30 años después, cuando la FIFA lo hizo público.

P. ¡Venga ya!

R. ¡Que sí! ¡Fue una sorpresa! Tanto, que se se hizo del dominio público y pasó a ser una pregunta de un juego de mesa. Así fue cómo el gol se volvió famosísimo. Por lo que tiene de trivial, no por lo que tiene de futbolístico.

P. ¿Qué tal temporada hizo antes del Mundial?

R. Sólo jugué cinco años como profesional. De delantero centro. Siempre en el Atlante, de Ciudad de México.

P. ¿Y qué pasó? ¿Se lesionó?

R. No, me pegué con todo el mundo. Con el dueño del equipo, con la federación, con un árbitro..., con todos. Mire, yo fui jesuita antes de jugar al fútbol. Salí del convento para patear la bola. A los 15 días me contrató el Atlante, a los tres meses fui titular, a los nueve meses disputé los Juegos Olímpicos y al año y medio el Mundial. No tuve tiempo de entender el mundo. Lo mejor que pude hacer fue irme del fútbol. Además, no se ganaban las cifras que se ganan hoy.

P. Si lo hubiera previsto, ¿se habría retirado?

R. No. Me habría quedado y hoy sería un hombre rico.

P. El primer partido no lo jugó.

R. Lo vi desde el banquillo. Un empate con la URSS. A mí me sucedió que el mejor jugador mexicano del momento, Alberto Onofre, se fracturó el martes anterior a la inauguración. Él prefería jugar conmigo de nueve que con otros. Habíamos conseguido la titularidad, él por sí mismo y yo por él. Y como no estaba, el primer partido no lo empecé, el segundo jugué 13 minutos, el tercero 45 y el cuarto, el que perdimos con Italia, nada. Afortunadamente.

P. ¿Qué pensó cuando le dijeron que entrase en la cancha?

R. Que mi debut era un poco presionado, en los últimos minutos, con el partido resuelto [El Salvador perdía 3-0]... De todos modos, no soy un hombre muy emotivo. Cuando metí el gol, no sentí nada. Para eso entré, para meter un gol. Lo metí como los metes en los entrenamientos.

P. Ya que era jesuita, al menos daría las gracias a Dios.

R. No; se las di a mis compañeros. En realidad, fue una jugada muy casual. El portero de El Salvador, al que le decían La Araña Magaña, tenía como característica salir a pelear balones al banderín de córner. ¡Ja, ja, ja! Era un kamikaze. Y en una perdió la pelota, que vino rebotada hacia mí y tiré a gol sin portero.

P. ¿Qué le dijo el seleccionador?

R. Raúl Cárdenas no me felicitó mucho y al siguiente partido tampoco me puso de titular. Jugué la segunda parte y lo hice muy bien. Todos los compañeros pensaban que me iban a poner a mí de inicio, pero...

P. Debe de ser duro ver caer en tu país en los cuartos calentando banquillo [4-1 ante Italia].

R. Yo estaba fatal. No había empezado el partido y creía que lo merecía. Cuando el entrenador hizo los cambios... ¡Él mismo había dicho que eran los que menos nivel tenían! ¡Hasta había pensado sacar de la selección a Borja y Díaz! Estaba cubriendo su nombre en vez de intentar ganar. Ya tenía a quién culpar. Cayeron el tercero y el cuarto, y habrían sido diez, porque México estaba descompuesto. Prácticamente, jugábamos con nueve.

P. El regusto de la derrota sí que fue amargo.

R. Jugué con una gran devoción ese Mundial. Estuve concentrado seis meses sin ir a mi casa, como todos mis compañeros. No contradije ninguna orden. Me esforcé por hacer grupo... Venía de un convento, sabía cómo hay que comportarse entre hermanos. Y, cuando vi que me habían tomado de comparsa...

P. ¿Y la familia?

R. Hablaba con ellos por teléfono.

P. O sea, que nada de alcohol, vida sana... Como si no hubiera salido del monasterio.

R. Yo no tenía vicios. Ninguno. Esos no los extrañé, pero sí extrañé a mi esposa. La veía alguna que otra tarde, cuando venía a visitarme a la concentración. Pero no íbamos a la casa...

Juan Ignacio Basaguren.
Juan Ignacio Basaguren.

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Sobre la firma

José Marcos
Redactor de Nacional desde 2015, especializado en PSOE y Gobierno. Previamente informó del Gobierno regional y casos de corrupción en Madrid, tras ocho años en Deportes. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster de Periodismo de EL PAÍS. Trabajó en Starmedia, Onda Imefe y el semanario La Clave.

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