Un país enloquecido
Centenares de miles de alemanes, con la canciller Merkel a la cabeza, celebran el pase a semifinales
Un delirio colectivo recorre Alemania. La victoria por penaltis contra Argentina y el pase a las semifinales de la selección desencadenó una euforia que arrebató a todo el país. Se sumaron al delirio colectivo centenares de miles de ciudadanos de a pie que siguieron el partido en las pantallas instaladas en las calles y también las personalidades en los palcos del estadio Olímpico de Berlín. Allí, la canciller federal alemana, Angela Merkel, saltaba y gritaba como una forofa y acabó abrazada al presidente del Comité Organizador del Mundial, Franz Beckenbauer, cuando el portero Lehmann detuvo el penalti que aseguraba el pase de Alemania a las semifinales. La parada de Lehmann se unió a la impresionante estadística alemana en las rondas de penaltis mundialistas: desde que Stielike falló uno en España 82, Alemania lleva 15 lanzamientos sin fallos en las rondas.
La parada de Lehmann se unió a un dato brutal: desde España 82, Alemania no falla un penalti en las rondas
El sensacionalista Bild Zeitung apareció ayer en sus cuatro millones de ejemplares con una de sus originales primeras planas. Una gigantesca foto muestra la parada de penalti de Lehmann con sus manos en primer plano y un enorme titular: "Nuestras manos de Dios". Una clara referencia al astro del fútbol argentino, Maradona. Otras portadas de los periódicos son el mejor reflejo del clima que vive Alemania. El sesudo diario conservador Frankfurter Allgemeine relegó a un segundo plano el titular que daba cuenta de la mayor reforma constitucional de la reciente historia de Alemania, que el Parlamento Federal (Bundestag) aprobó el mismo día de la victoria sobre Argentina. El diario de referencia alemán tituló con un escueto "Alemania, en semifinales".
La transmisión del partido acaparó al 90% de los telespectadores alemanes, unos 28 millones. La avenida principal de Berlín, la 17 de Junio, donde se ha instalado la milla de los hinchas, fue un mar de banderas alemanas. La calle Kurfürstendamm, en el centro de Berlín Oeste, quedó bloqueada por los coches que circulaban y no cesaban de tocar las bocinas y armar un ruido infernal.
En el palco de autoridades y personalidades del estadio Olímpico ocurría casi otro tanto. La jefa de Gobierno, Merkel, se ha soltado el pelo y acude como una hincha a todos los partidos de Alemania. Merkel se levanta, grita y salta con los puños en alto. Ayer se abalanzó sobre el recién casado Beckenbauer sin importarle la presencia de la esposa del Kaiser. Hasta ahora han tenido que soportar sus expresiones de entusiasmo el presidente de Polonia, Lech Kazcynski; el embajador de Ecuador, Horacio Sevilla; y el de Argentina, Enrique Candioti, con sus respectivas esposas. Merkel va sola al estadio.
Todas las cábalas parecían favorables a Argentina. El asesinato del oso Bruno, que durante semanas trajo en jaque a las autoridades de los Alpes de Baviera, se interpretaba como un signo de mal fario para la selección alemana. Alemania ganó el Mundial de 1954 en Berna, que tiene un oso en su escudo. También aparece un oso en el escudo del lugar de residencia del seleccionador, Jürgen Klinsmann, en California. Lo mismo ocurre en Berlín, donde el domingo se dirimirá la final del torneo. La muerte del oso era un signo ominoso para Alemania.
La mascota de Argentina parecía ser Maradona, que había seguido con gran profusión de aspavientos los partidos de la selección albiceleste. Pero el día decisivo Maradona falló. Según informaba ayer la prensa, Maradona acudió al partido, pero abandonó el estadio indignado porque no dejaron entrar a su palco a alguno de sus acompañantes. Un comentarista de televisión se refirió a ellos como "gente de su clan".
En buen número de comentarios de prensa y debates televisivos se discutió sobre los incidentes al final del partido. Muchos de esos comentarios iban acompañados de declaraciones prepotentes. Como muestra, el gerente deportivo de la selección alemana, el ex delantero Oliver Bierhoff, concluyó: "Ya sabemos cómo se comportan los meridionales".
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