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Reportaje:FIN DE SEMANA

Microcosmos Mediterráneo

Ruta a pie por el parque nacional de Cabrera, en Baleares

Este símbolo del proteccionismo en las Baleares es en todo semejante a la realidad. A distancia se concibe como un conjunto perdido en la mar. Engañoso. Pero no bien se interna la proa en el parque nacional marítimo-terrestre, Cabrera revela su exacta identidad, con 18 islotes rodeando a Cabrera Gran, el único territorio visitable.

Da la bienvenida Na Foradada, sobre cuya breve planicie se asienta un faro. Después se alternan a la vista los islotes de Na Pobra, Na Plana y l'Esponja, y la suave ondulación montañosa de la isla Conejera, todos a modo de microcosmos del litoral mediterráneo. Resulta todo un espectáculo flanquear la bocana del Port de Cabrera, entre Sa Creueta y el cabo de Llebeig. Hay que apresurarse a decir: una de las de singular belleza y emoción de la costa española.

Por su función estratégica, el paraje pertenece al Ministerio de Defensa, pero su gestión está encomendada al Ministerio de Medio Ambiente. La puerta trasera de Baleares, la llaman.

Enmarcadas dentro de una estampa rural, hallan cobijo en el muelle la antigua comandancia; las oficinas del parque; el centro de interpretación, donde surtirse de guías y CD, y la inevitable cantina. La necesidad de desplazarse a pie acompañados por guías del parque, así como el corsé horario a que obligan las líneas marítimas, contribuye al reducido catálogo de posibilidades. Además, el calor exige muchas veces postergar las excursiones a la tarde, cuando sólo pueden apuntarse los privilegiados navegantes que fondean en la rada.

Por libre, aparte del castillo y de la ruta que costea la ensenada, únicamente puede llegarse al faro de N'Ensiola (tres horas de trayecto, ida y vuelta), tramitando el permiso al desembarcar. Es muy recomendable la ruta guiada de Ses Figueres (dos horas), por cuanto, gracias a la altura, el senderista se hace una idea privilegiada del abrupto relieve insular. En los meses de julio y agosto, los primeros 20 interesados pueden apuntarse a la ruta a nado con gafas y aletas. Y es que Cabrera es lo más parecido a lo que fue el mundo submarino primigenio de las Baleares. Reclama para sí la veneración que todo admirador siente por aguas con acentos de vidrio capaces de hacer como si levitaran las embarcaciones. El 85% de la extensión del parque es submarina, aunque sólo se permiten inmersiones con botella en un par de enclaves.

El soberbio castillo encaja como una prolongación de la roca calcárea componiendo uno de los perfiles más característicos de Cabrera. Hace cinco siglos, cuando los piratas Dragut y Barbarroja gobernaban las olas, tan arriesgado era defender la plaza que remar en galeras estaba considerado una pena menor. La escalera de caracol permite fotos aéreas para enmarcar. De camino está el cementerio. Un piloto alemán fallecido durante la II Guerra Mundial forma parte de la historia mágica del lugar. En vez de su cadáver, repatriaron el de un pescador, y dicen que el fantasma de El Lata, que así lo llaman, vaga por los alrededores.

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A pie se puede recorrer la ensenada pasando por la casa des Pagès, dotada con muelle propio. El pagès (campesino) no es otro que Juan Vidal, una institución tras casi cuatro décadas afincado en la isla. Viéndole en su cantina no resulta difícil asociarle al pescador Lluent de Un encargo difícil, novela ambientada por Pedro Zarraluki en Cabrera y que se alzó con la edición 2005 del Premio Nadal de literatura.

Subiendo por el valle se alcanza el Museo Es Celler, que reabrirá sus puertas este verano, donde se expone la naturaleza, la historia y la etnografía insular. En el exterior del celler (bodega) se contemplan los restos de lo que antaño fue un viñedo, que tampoco pudo eludir la filoxera. Al lado se acaba de inaugurar un jardín botánico en el que están representadas buena parte de las especies vegetales que viven en Cabrera, el 21% de los endemismos vegetales de Baleares. Como la rubia angustifolia o el aladierno balear.

Lagartijas

Para que un paraíso con una decena de subespecies de lagartija se convierta en un campo de concentración tan sólo hace falta que medie una guerra. El museo nos avecinda con el monumento a los Franceses, erigido en 1847 y que rinde homenaje a los prisioneros de la batalla de Bailén (1808). Llena de una turbadora atmósfera emocional comprobar cómo de los cerca de 10.000 prisioneros sobrevivieron, en condiciones infrahumanas, 3.500. El escritor Jesús Fernández Santos lo recreó en Cabrera.

En Sa Platgeta acaba de abrirse el yacimiento del Pla de Ses Figueres, que alojó una factoría romana (siglos II-VI después de Cristo) del cotizado saborizante garum, salsa hecha de vísceras y despojos de pescado. Al final, bañarse constituye una experiencia vivificadora en S'Espalmador, si bien los fondos de arena y posidonia sólo se disfrutan con gafas de buceo. En estas fechas están llegando los halcones de eleonor, que se suman a la abigarrada avifauna compuesta de gaviotas patiamarillas y de audouin, pardela balear y pichoneta, así como tres parejas de águila pescadora. De regreso, el barco turístico suele internarse en Sa Cova Blava (cueva Azul), justo cuando el sol irrumpe en la gruta componiendo, en palabras de Zarraluki, "una infusión de zafiros".

GUÍA PRÁCTICA

Información

- Parque Nacional Marítimo-Terrestre del Archipiélago de Cabrera ( www.mma.es).

Oficinas (971 72 50 10): Plaça de Espanya, 8. Palma de Mallorca.

- Excursiones a Cabrera (971 64 90 34; www.excursionsacabrera.com). Tiene una salida diaria, a las 9.30 horas, entre abril y octubre, desde Colònia de Sant Jordi (Ses Salines). Reservar plaza. Una hora de travesía. 31 euros. Hay que llevar comida propia.

- Gregal (971 65 98 25). Tiene salidas a las 9.30 desde Portopetro (Santanyí), los viernes de finales de mayo a finales de septiembre. Unas dos horas de trayecto. Los domingos se rodea el archipiélago sin desembarcar: se fondea en una cala cercana para el baño. 38 euros con paella incluida.

- Buceo Isurus (971 73 09 43; www.isurussub.com). Tres salidas semanales a Cabrera. Suelen ser jueves, sábado y domingo desde

Sant Jordi. Reservar con antelación. 60 euros, inmersión aparte. Hay que llevar comida.

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