Lehmann y la infalibilidad germana
El portero recibió incluso el apoyo de Kahn, con quien mantenía una enemistad manifiesta
Alemania parecía muerta de miedo desde que consiguió empatar el partido a la salida de un fuera de banda, una rara sensación para el espectador neutral si se atiende que jugaba en casa, nada menos que en Berlín, el mismo escenario de la final. No era del todo cierto. Apretaba los dientes para llegar a la ruleta de los penaltis porque estaba convencida de su suerte. Jamás salió eliminada de la Copa del Mundo en una tanda desde los once metros: derrotó a Francia en las semifinales de 1982, a México en los cuartos de final de 1986 y a Inglaterra en las semifinales de 1990. Únicamente se contaba el error de Stielike en Sevilla. Y no iba a ser precisamente una excepción en su estadio. No fallaron ni uno de sus lanzadores: Neuville, Ballack, Podolski y Borowski. Y, por el contrario, Lehmann detuvo los tiros de Ayala y Cambiasso.
Un final que ni pintado para la selección alemana, siempre segura de sí misma, habitualmente ganadora. "Un desenlace propio de una película de Hitch-cock", corrigió Jürgen Klinsmann, su técnico; "nos redimió la fe que siempre tuvimos en nosotros incluso con 0-1". Alemania estaba en las semifinales por la fiabilidad de sus francotiradores, la habilidad de Lehmann y, según su entrenador, porque nunca dejó de creer en la victoria. Los cánticos de la hinchada contrastaban con el silencio del portero (Essen, 1969). Klinsmann apostó por Lehmann en detrimento de Kahn y se armó el escándalo.
Nadie se había atrevido a discutir hasta el momento al portero del Bayern Múnich. Hasta que llegó Lehmann. La rivalidad entre ambos es tan extrema que apenas se miraban a la cara. Hasta ayer, cuando Kahn se aproximó a Lehmann antes de que empezara la tanda y le animó a ser el héroe de la tarde. Aunque ha protagonizado sucesos extremos, como agredir a un rival o marcar un gol de cabeza, Lehmann se aisló de la muchedumbre, se estiró en el suelo y se concentró hasta el punto que parecía un guardameta hipotenso ante la suerte máxima del fútbol.
A Lehmann y a Alemania la jornada le salió redonda. Justamente lo contrario de Argentina y Pékerman, que por culpa de la lesión de Abbondanzieri gastó los cambios en ocho minutos, del 71 al 79, uno antes del empate de Klose. Igualada la contienda, los argentinos no pudieron cambiar de ritmo porque ya no había posibilidad para dar entrada a un futbolista como Messi. "Las circunstancias condicionaron mis decisiones", aseguró Pékerman, antes de anunciar que abandona el cargo porque a su entender ha acabado un ciclo. Hubo que preguntarle hasta tres veces las razones por las que sacrificó a Riquelme, bandera de su manera de entender el juego, hasta que respondió: "Siempre fuimos fieles a la idea, no a los nombres. Le vi cansado, buscamos el control de otra manera, pensando en sacar a los rapiditos después...". Y después sacó a Cruz por Crespo, dejando a Messi en el banco: "...Y claro que pensé en Leo, siempre pensamos en Leo. Pero busqué remate, el equipo llegaba, pero nos faltó gol para decidir".
"Llevo luto por dentro y no sé hasta cuando me durará", exclamó Ayala, doble protagonista, por el gol que marcó y el penalti que falló, un error que también cometió Cambiasso, que no paraba de llorar. "Yo soy portero y, entre otras cosas, debo parar penaltis", replicó Lehmann, muy acertado por su costado izquierdo. Ayala y Cambiasso erraron por el mismo costado que Riquelme hace dos meses, en partido de la Champions. Lehmann clasificó al Arsenal y eliminó al Villarreal en El Madrigal después de parar un penalti a Riquelme.
Vestido de azul celeste, el mismo color que Sepp Maier, Lehmann no paraba de recibir felicitaciones, pese a que ni se inmutaba. Considerado como un tipo muy extraño por sus propios compañeros de los gunners, el portero alemán simplemente movió el dedo índice de su mano derecha y se dejó envolver por los alegres abrazos de sus compañeros. Luego, mientras en el césped se liaba una tangana, con el mánager del equipo alemán, Olivier Bierhoff, en el punto de mira -al parecer un jugador argentino agredió a Borowski por una mofa-, Lehmann se retiraba al vestuario en solitario. No participó en la fiesta del equipo, que bailaba junto a sus hinchas al son de 54+74x90=2006, la canción de moda en Alemania interpretada por el grupo Sportfreundestiller, la misma que en su título recuerda que este año le toca ganar el Mundial a Alemania y en su letra relata las viejas gestas conseguidas.
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