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Los vecinos de Gràcia, divididos sobre su apoyo al colectivo

Entre los vecinos de Gràcia hay disparidad de opiniones sobre el colectivo okupa y los altercados de la noche del miércoles. Ni en la calle de Santa Àgata, donde se ayer se derribó la antigua nave industrial en la que residían los okupas hay unanimidad. Muchos vecinos ven con buenos ojos -e incluso apoyan- su presencia en el barrio. En cambio, otros tantos dicen estar hartos de este colectivo, por los disturbios que provocan, muy especialmente en las inmediaciones de las casas abandonadas donde se instalan.

El vicepresidente de la Asociación de Vecinos de la Vila de Gràcia, Toni Ramon, resumía ayer esta disparidad de criterios. En el distrito "conviven dos sensibilidades sobre el colectivo okupa", explicó. "Gràcia es un barrio que se está transformando brutalmente: deja de ser un barrio popular" y se convierte en una zona "de diseño y fashioned", según Ramon. Genera simpatías hacia los okupas, porque son vistos como los grandes opositores contra la especulación urbanística. Ramon también añadió que en la asociación de vecinos las quejas sobre los okupas son constantes.

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La misma división se daba ayer entre los vecinos de la calle de Santa Àgata, aunque tras los destrozos, bien pocos se atrevían a dar su beneplácito total al movimiento. "Han sido pacíficos hasta el miércoles, no he tenido ningún problema, aunque hacían ruido", explicó ayer Esther. "Hay mucho teatro, no fue para tanto, el despliegue policial fue muy normal", aseguró Pilar, que vive en Torrent de l'Olla.

Joan Duran señaló, mientras tomaba una tapa en un bar de la zona, que los okupas respetaron su coche, aparcado en una plaza que tiene reservada, ya que es minusválido. En el mismo local, otro vecino, Joan Pons, dijo: "El barrio está hecho un desastre, la gente está cansada y desengañada".

"Mucha jarana"

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Otros vecinos de la calle de Santa Àgata aseguraron que ayer acabó un suplicio que ha durado dos años, que fue cuando los okupas se instalaron en la antigua fábrica de plásticos Rosa, y que luego bautizaron como La Fera. "Siempre hacían jarana" cada viernes y sábado por la noche y "dejaban la calle hecha un asco", dijo Maria Rosa. "Hacían fiestas muy duras" y "la gente está muy quemada", añadió David. "Los problemas los teníamos los fines de semana, nos invitaban a las exposiciones que hacían pero nunca hemos ido", explicó Abel Giralt, propietario de una imprenta.

"Por la mañana la calle estaba muy sucia, llena de cristales, latas y destrozos", afirmó George. Otro vecino, Francesc Florensa, explicó: "cada jueves" un "camión" de una compañía cervecera y les vendía "hasta 15 bidones de cerveza". "Esperamos que no regresen, llevamos dos años de denuncias", añadió Florensa.

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