_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El atasco y el gorrión

Hubo un tiempo en el que los atascos en Málaga los provocaba un gorrión. La confesión se le escapó un día al anterior jefe provincial de Tráfico. El hombre, cansado de ofrecer disculpas, tuvo que admitir que las rondas de circunvalación de la ciudad estaban a un nivel tan alto de saturación que se producía un atasco por el simple hecho de que un gorrión se posara en la autovía. El actual responsable del departamento en Málaga reconoce que él no tiene gorrión alguno al que echarle la culpa, por lo que admite que el suplicio que cada día soportan miles de conductores para entrar a la ciudad obedece a razones que su propia razón ignora. Las carreteras en Málaga están ya al borde del colapso y los responsables de resolver el problema tienen las ideas tan atascadas como los carriles de las autovías. Hace dos años la Diputación hizo un estudio sobre los principales problemas que afectan a los ciudadanos de este provincia y salió en primer lugar el tráfico, por encima incluso del paro. Aunque al principio pareció sorprendente el resultado, no fue difícil encontrar la explicación: los malagueños han encontrado trabajo y ahora lo que realmente les preocupaba es perderlo por llegar tarde a la oficina tras quedar atrapado en un atasco.

El 1 de julio entrará en vigor el carné por puntos para los conductores. En los atascos ya viene funcionando este sistema de puntos desde hace años, pero en vez de restar se suma. Coges el vehículo para acudir al trabajo y diariamente los responsables de la circulación te premian la paciencia con un mínimo de ocho o diez puntos kilométricos de retenciones. En los próximos días, al conductor que, por ejemplo, circule por una autovía hablando por el móvil le restarán varios puntos en su carné y el que supera los 190 kilómetros por hora en autovía -90 en el casco urbano- podrá ser sancionado incluso con pena de cárcel. No parece exagerada la medida: el coche mata y la mayoría de las veces la causa de la tragedia es la imprudencia del conductor. Pero la iniciativa debe afrontar la totalidad del problema. Y puestos a establecer un sistema de puntos, que razones existen para quedarse sólo en los conductores.

Se me ocurre un mecanismo similar para las administraciones públicas. Dos puntos menos para el titular de Obras Públicas de la Junta por cada año de demora en la ejecución de una obra de infraestructura viaria. Tres puntos quitados al Ministro de Fomento que inaugure una autovía sin accesos y a la que se tarde más en acceder que en llegar al punto de destino. Otros dos puntos que se restan al concejal de Tráfico por cada rotonda que coloca en una avenida o por cada barrio que se construye sin prever por donde van a entrar y salir los ciudadanos con sus coches. Al inicio de la legislatura se le daría un carné y se le restaría puntos por cada promesa incumplida, obra demorada o proyecto inacabado. Y así hasta que quedaran inhabilitados para el cargo. Al igual que para los conductores, la reforma del código penal establecería el arresto domiciliario para aquellos responsables políticos que tardarán años en solucionar un problema obvio: el soterramiento de la nacional 340 a su paso por San Pedro de Alcántara; la construcción de la autovía entre Córdoba y Málaga; o la anhelada hiperronda para la capital, serían ejemplos de ello. También para todo alcalde que ponga un problema por cada solución que se plantee en su ciudad para favorecer el transporte público una pena de dos horas diarias en un atasco metido en un coche sin aire acondicionado.

También se me ocurre que por cada cien pisos que levante una constructora tendrá que realizar un kilómetro de carretera. Y por cada cien pisos ilegales que nunca se van a tirar, diez kilómetros de autovía y la amenaza de derribarle la sede a la constructora. Ninguna de estas propuestas va a solucionar el problema, pero al menos lo dilatará hasta que se descubra un híbrido entre el coche y el helicóptero. No resulta gratificante para los ciudadanos que una vez que los responsables políticos se han quedado sin un gorrión al que echarle la culpa, nos largen el mochuelo únicamente a los conductores.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_