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Una exposición reúne en Girona a paisajistas simbolistas

El influjo artístico de la pintura simbolista francesa se dejó sentir en un abanico de creadores que, sin alcanzar la notoriedad de las figuras clave del movimiento, legaron una notable obra plástica en la que también resuenan los ecos poéticos de Baudelaire, Verlaine y Mallarmé. Un país ideal. El paisaje simbolista en Francia reúne en el centro cultural Caixa de Girona-Fontana d'Or un total de 83 piezas, entre ellas dos esculturas, creadas entre los años 1889 y 1917. La exposición, exhibida en Japón, París, Bruselas, Dinamarca, Suiza y las ciudades españolas de Madrid y Pamplona, está abierta al público hasta el 15 de julio. La nómina total de autores engloba 24 artistas, entre los que destaca, por volumen de cuadros y calidad, Charles Dulac.

El movimiento simbolista, que tuvo plasmación en las bellas artes y la literatura, se gestó en Europa en la última década de siglo XIX. Su repercusión fue mayor en Francia, donde aparecieron un buen número de excelentes creadores que no son conocidos por el gran público. Para la exposición se han seleccionado algunos de estos autores, centrándose en el denominado simbolismo idealista, que pretendía comunicar los misterios de la vida, la muerte y el inconsciente. El comisario de la exposición, Jean-David Jumeau-Lafond, señala que los paisajes de los simbolistas pretendían reflejar "la naturaleza profunda, misteriosa y mágica que acompaña al ser humano en su trayecto psicológico y espiritual". Esta opción entraba en clara contradicción con el academicismo pictórico -basado en una manera fotográfica de copiar la realidad- y también con los impresionistas, que sustentaban sus creaciones en las teorías científicas sobre la luz y el color. Los simbolistas idealistas, por el contrario, convencidos del poder del propio arte, tenían como objetivo alcanzar un nuevo misticismo pictórico.

El alma del paisaje

La exposición se estructura en cuatro ámbitos. En El alma del paisaje se exponen 20 obras en las que se aprecia el afán por convertir el paisaje en espejo del alma y la imaginación. Se muestran en este ámbito obras de Edmond Aman-Jean, Charles Guilloux y Emile-René Ménard. El segundo ámbito reúne las obras de Charles Marie Dulac, marcadas por una visión mística y franciscana. En el tercer apartado, El paisaje del alma, el comisario presenta el reverso del primero, demostrando que los pintores se sirven también del paisaje para explorar sus sentimientos más íntimos y abstractos. "El viaje de los simbolistas hacia la naturaleza es esencialmente mental", advierte Jumeau-Lafond.

La oscuridad se adueña del cuarto ámbito, Paisaje de la inquietud. Son obras pintadas a finales del siglo XIX, cuando los simbolistas eran conscientes de las incertidumbres del futuro y emprendieron los caminos tortuosos de lo inescrutable y el inconsciente. En los cuadros de esta etapa, representados por autores como Alexandre Seón y Jeanne Jacquemin, aparecen a menudo decorados tenebrosos y paisajes nocturnos.

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