_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Banderas

El alcalde saliente de Paiporta, Bartomeu Bas, ha decretado que la bandera rojigualda debe ondear sola en el balcón del Ayuntamiento. Ni valencianos ni europeos; estos días somos "españoles hasta las cachas", que diría Pérez Benlloch. El munícipe rarito desafía gallardamente la Ley de símbolos para "dar fuerzas a la selección", y cuentan las crónicas que no es la primera vez que este socialista tan patriota (y no como Zapatero, que quiere romper España) subraya fechas y eventos especiales redecorando la fachada consistorial: igual iza la enseña republicana o la del orgullo gay que cuelga pancartas contra la violencia de género o para exigir centros educativos y de salud.

Tras el lenguaje de los medios y el medio como mensaje hemos vuelto a utilizar la proclama directa que ya se destacara en el paisaje urbano del No a la guerra, y ahora vuelve con el Jo no t'espere. En Valencia, la de la senyera que no se inclina, a los balcones les han brotado banderas junto a los geranios. Algunas granotas, del Levante recién ascendido (el club es la patria). Otras son las llamadas "nacionales" en apoyo a la "escuadra" futbolística, en sus múltiples variantes, incluyendo esa tan boluda de la silueta del toro. Pueden ir flanqueadas por la autonómica o estar más solas que la una, como en Paiporta. Los forasteros también apoyan a sus respectivos colores futbolísticos: ahí lucen los pabellones de Argentina, Ecuador, y otros que siento no haber podido identificar ni siquiera en las webs de Vexilología, como parece llamarse esta disciplina tan interesante. Es muy entretenido e ilustrativo comprobar la de animales, veleros, flores y estrellas que componen las simbologías patrias evocando aspectos del paisaje, geografía, Historia, cultura, tradiciones...Los poéticos pantones relacionan el azul con el cielo, el verde con los bosques, el blanco con las cumbres nevadas, el amarillo con los campos.... y el rojo siempre con la sangre derramada (aquí he aprendido que algunos vaticanistas, de los que sí le esperan, han puesto tumbada o del revés la blanca y amarilla). Ciertas enseñas municipales fueron elegidas por Internet y las del Tíbet, Kurdistan, Azerbaiyán... no son "oficiales". Las hay con vocación de combate, como la que preside la galopada del Séptimo de Caballería y pasa de las manos del caído moribundo al siguiente soldado, próximo difunto. Y de conquista, para clavar en Iwo Jiwa, el suelo lunar o el islote Perejil. Muchas cosidas y bordadas (Mariana Pineda) por mujeres a las que la bandera ni ha ayudado ni ha respetado. Aptas para que las quemen gentes irreverentes. Magníficas para cubrir féretros o sudarios, algunas sirven para enviar cadáveres al mar. Sin olvidar las de conveniencia, bajo las cuales navegan contrabandistas, negreros y algunos políticos sospechosamente semejantes al pirata Drake. Aunque casi cada cofradía, partido o sindicato tiene la suya, por aquí somos menos solemnes y todavía no hemos incurrido en la banderolatría tan made in USA. Sin embargo conviene recordar que hace poco nos abrían la crisma por una franja azul de más o de menos, y que están dispuestos a repetir. También hubo un tiempo, por fortuna lejano, en que escrutábamos con recelo la banderita del águila en la correa del reloj, signo inconfundible de que el sujeto portador soñaba con descalabrarnos con un mástil de mayor tamaño, aunque todo por el bien de la nación: una, libre y casi tan gigantesca como el trapo que aquel Federico Trillo reinante aventaba en la Plaza de Colón de Madrid, esperpento por suerte también superado.

En 1979, Artur Heras creaba exposición y libro bajo el título Bandera, Bandera. Él las imaginó de arroz, barbudas, de neón o momias. "Coagula determinados entusiasmos colectivos", fue la interpretación más benigna del "maligno" Joan Fuster. De todas las demás aportaciones, tan interesantes, y pasado tanto tiempo, todavía me quedo con las de los alumnos y alumnas de Rosa Serrano: "Una bandera es un palo y un plástico" y sirven "para fiestas, para las falleras, para el coche del señor alcalde..." Y para la playa: "Si es roja quiere decir que te puedes ahogar". Bandiera rossa trionferà... Si Gramsci levantara la cabeza...

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_