España da mucho juego
Ya no hay dudas sobre la identidad del equipo ni sobre su estilo, porque el liderazgo de Xabi Alonso es indiscutible
Aunque la selección española sólo ha disputado dos partidos, Luis Aragonés va camino de resolver los problemas generales y de atenuar los particulares que se visualizaron en los encuentros de preparación. Ya no hay dudas sobre la identidad del equipo ni tampoco sobre su estilo porque el liderazgo futbolístico de Xabi Alonso ha sido indiscutible, tanto con el marcador a favor como en contra, independientemente de los dos volantes que formaran a su lado.
Momentáneamente superada queda también su difícil relación con el gol porque ha marcado siete cuando su media era de dos, un registro adulterado además por los once que endosó a San Marino en el doble enfrentamiento de la fase de clasificación. Torres, con tres, y Villa, con dos, han funcionado muy bien como pareja de ataque mientras que el papel de Luis García como tercer delantero ha sido más discreto.
La selección tiene capacidad para encontrar respuestas diferentes a un mismo problema
Justamente en el puesto de enganche que ocupa el jugador del Liverpool ha encontrado Raúl un hueco para reivindicarse. Parece una demarcación creada a propósito para el capitán y Luis ya le probó reiteradamente en los amistosos hasta que se dio por vencido en el choque contra Croacia. Optó el técnico por Luis García porque tiene gol más que fútbol y ahora resulta que el equipo anda sobrado de remate y necesita más entre juego.
Uno y otro pueden jugar indistintamente en un sistema muy flexible. La selección se despliega a partir de un 4-3-3 que se convierte en 4-3-1-2 precisamente para dar entrada al media punta y que el dúo de arietes tenga más espacio y pegada. Hay más alternativas, como la de abrir una o las dos bandas con extremos a cambio de sacrificar a un ariete, utilizar a Reyes como segundo delantero o incluso defenderse con tres centrales para ganar profundidad por los costados.
El partido contra Túnez fue muy revelador precisamente por la capacidad de España para encontrar respuestas diferentes a un mismo problema. Fue un equipo versátil a partir de la posesión del balón, circunstancia que invitó a mirar también el comportamiento de los laterales -Pernía atacó bien y defendió peor mientras que Sergio Ramos cumplió como zaguero en la misma medida que le costó centrar- y de los centrales -Pablo estuvo blando en el gol y a Puyol le costó asentarse-.
Aunque mejorable, la selección de Luis tuvo un muy buen comportamiento durante el partido porque dispone de muchos recursos y combinaciones en el medio campo, ocupado por los tunecinos, que jugaron en superioridad de 5 contra 3 o 4, en función de la ayuda de alguno de los cuatro defensas o del enganche españoles. La profundidad de banquillo quedó expresada en la salida de Cesc mientras Iniesta y Albelda aguardaban aún en la recámara. Cesc le dio profundidad y verticalidad al equipo y rebajó la responsabilidad de Xavi. Mezclando con unos y otros quedó Xabi Alonso, elegido jugador del partido, por su capacidad de jugar en corto y en largo, de marcar el tempo, de gobernar la cancha.
A falta de un partido de relleno contra Arabia Saudí, en el que se dirimirán asuntos personales como el de la portería -¿jugará Cañizares o lo hará Reina?-, la selección aguarda el cruce de los octavos de final con la sensación de sentirse a gusto consigo misma y de ser respetada por su fútbol, circunstancias estupendas cuando no se tiene currículo para intimidar con el escudo. Tan convencida está de su propuesta que la defiende con ambición en las condiciones más adversas. Así ocurrió ante Túnez, para felicidad de una hinchada que ha encontrado en la pelota el mejor símbolo de identidad. Lozana como está, España da mucho juego.
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