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La escena española triunfa en Sonarama

Sonarama, el área más experimental del Sónar, ha superado los problema derivados de su emplazamiento en el Centro de Arte Santa Mónica, fuera del recinto diurno, para conquistar a un público especializado, fiel y entregado que, aprovechando la entrada independiente al precio de tres euros, en ocasiones ni siquiera participaba en el festival. Como estaba previsto, los japoneses Toshio Iwai y Ryoji Ikeda fueron las estrellas del programa, pero también las propuestas españolas se mantuvieron a la altura. "Las presentaciones de los grupos nacionales han funcionado mejor que nunca", afirmó Pedro Soler, comisario de Sonarama, quien destacó los paisajes sonoros surgidos de la alianza entre el estudio gráfico barcelonés Onionlab y músico Miguel Marín, alias Árbol; y la actuación de Raw, un colectivo formado por los músicos Alain Wergifosse y Joan Coll y las performers Caroline Pastor y Lydia González, que investigan las nuevas tecnologías aplicadas a los lenguajes escénicos.

Los softwares de código abierto para la creación artística tuvieron un especial protagonismo gracias a presentaciones como la de Dani & Caedes del colectivo Delcorp.org, quienes presentaron Blendertocristal, una herramienta libre para crear videojuegos hiperrealistas en tiempo real.

Iwai e Ikeda, que cerraron la programación del viernes y el sábado, respectivamente, llenaron el espacio hasta la bandera. Ikeda, que se mantuvo oculto debajo de los proyectores, hipnotizó con ritmos narcóticos e imágenes minimalistas y repetitivas, basadas en el blanco y negro. La tarde anterior, Iwai había hechizado el auditorio con su Tenori-On, un prototipo de sintetizador dotado de 256 leds luminosos y sonoros, que actúan como un teclado audiovisual.

La nota de color la puso un visitante de mediana edad que, entusiasmado por las posibilidades de la interacción, intentó escalar la montaña de neumáticos que compone la instalación After Kerouac, de Mike Nelson, que fue derribada en el intento.

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