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Reportaje:NUESTRA ÉPOCA

Una heroína de nuestro tiempo

La desconocida e inquietante situación personal y política de Aung San Suu Kyi

Timothy Garton Ash

El próximo lunes cumple 61 años Aung San Suu Kyi. A no ser que esté de nuevo en el hospital, donde tuvieron que tratarla hace poco por una afección de estómago, lo más probable es que celebre su cumpleaños sola, en la villa medio abandonada, a orillas del lago Inya, en la que ha vivido más de 10 años, de los últimos 17, en arresto domiciliario. No sabemos qué hace, qué escribe ni qué piensa. Su aislamiento es casi total. Según las últimas informaciones, sólo tiene trato con un ama de llaves, la hija del ama de llaves, un jardinero y, de vez en cuando, su médico. No parece que vaya a poder ni siquiera hablar por teléfono con sus hijos, Alexander y Kim, que viven en Occidente.

Nos cuentan que dedica mucho tiempo a meditar, tocar el piano y mantenerse en forma, pero todo eso lo sabemos de oídas. El último extranjero que habló con ella fue un enviado de la ONU, Ibrahim Gambari, que dijo que estaba bien y expresó el deseo de que pudiera hacer una "contribución" al progreso político en Birmania, ahora denominada oficialmente Myanmar.

No sabemos qué hace, qué escribe ni qué piensa. Su aislamiento es casi total. Sólo tiene trato con un ama de llaves, la hija del ama de llaves, un jardinero y, de vez en cuando, su médico
Se dijo que iban a levantar su arresto domiciliario. Poco después, el régimen militar prorrogó su orden de detención un año más: una buena señal de diálogo
Si la clave interna para el cambio es la reapertura del diálogo entre el régimen militar y la LND, la externa es un cambio de método por parte de sus vecinos

Corrieron rumores de que iban a levantar su arresto domiciliario. Pocos días después, el régimen militar prorrogó su orden de detención un año más: una buena muestra de diálogo. Como dice un chiste local, George Orwell escribió no uno sino tres libros sobre Birmania: Los días de Birmania, Rebelión en la granja y 1984.

Nunca olvidaré el día en el que conocí a Aung San Suu Kyi en Rangún -cuyo nombre oficial es ahora Yangón- hace seis años, cuando todavía podía salir de casa. Fui a dar una conferencia sobre los procesos de transición a la democracia, en una sesión presidida y traducida por ella, y ante un apasionado y valiente grupo de activistas de la Liga Nacional para la Democracia (LND). Algo impensable hoy en día en un país que ha retrocedido mientras todos los de su alrededor avanzan.

Una Mandela asiática

Estoy seguro de que sobrelleva su aislamiento con fortaleza, elegancia y la filosofía budista de la vida que tanta importancia tiene para ella. No obstante, siento una gran frustración al escribir sobre ella y sobre la situación de su país. ¿Qué cosa nueva se puede decir? Que es una heroína de nuestro tiempo, una Nelson Mandela asiática. Que los generales birmanos gobiernan uno de los peores Estados del mundo, con el 40 % del presupuesto nacional dedicado al Ejército mientras la mayoría de la gente vive en medio de la pobreza y la enfermedad (el sistema de salud de Myanmar ocupa el puesto 190, de 190 países, en la clasificación de la Organización Mundial de la Salud). Que el diálogo con la LND, que en 1990 ganó por abrumadora mayoría unas elecciones democráticas, es la clave para que haya un cambio político. Todo eso es verdad. Todo se ha dicho ya mil veces. Al parecer, sin que surta ningún efecto. Como el día inacabable de Atrapado en el tiempo.

Ahora bien, si ella no se rinde, nosotros no tenemos derecho a hacerlo. En vez de desearle feliz cumpleaños, que parecería grotesco dadas las circunstancias, he aquí tres modestas reflexiones sobre posibles formas de desbloquear este conflicto paralizado.

En primer lugar, es necesario recordar que Birmania es, en sí mismo, un acto político de primerísima importancia. Como dice la famosa frase del escritor checo Milan Kundera, "la lucha del hombre contra el poder es la lucha de la memoria contra el olvido". Olvidarnos de Birmania es precisamente lo que sus gobernantes desean que hagamos. Que no haya noticias de Birmania es bueno para ellos y malo para su pueblo. (He ahí un reto para los medios de comunicación libres de todo el mundo: ¿cómo se informa de una noticia cuando no hay noticia?). Tenemos que seguir incordiando, aunque signifique repetir las mismas frases un año detrás de otro. Al fin y al cabo, aunque la comparación no resulte muy estimulante, Nelson Mandela pasó 27 años en la cárcel, y, sin embargo, Suráfrica acabó cambiando.

En segundo lugar, con todos los respetos para el frecuente llamamiento de Aung San Suu Kyi a la aplicación de duras sanciones contra el régimen militar, debemos tener mucho cuidado de no mezclar nuestras decisiones políticas. Por ejemplo, ¿podemos hacer algo más para aliviar directamente el sufrimiento de la población a causa del sida o la adicción a la heroína, sin que el régimen salga ganando de manera inaceptable? El analista y activista de Birmania Libre, Zarni, ha explicado recientemente que tanto la política occidental de sanciones como la política oriental de compromiso constructivo han fracasado. Sugiere que el punto de partida para avanzar hacia una combinación más eficaz de ambas cosas puede ser quizá el de intentar ver el mundo a través de los ojos codiciosos pero angustiados del Ejército birmano. ¿Qué combinación de palos y zanahorias podría servir para convencerles de que se abran un poco?

Hay una cosa que debería estar clara después de 16 años: ninguna política occidental, por muy minuciosamente que se haya elaborado, puede funcionar por sí sola. No tenemos suficiente influencia en aquel país asiático autosuficiente, encerrado entre los dos gigantes de Asia, India y China, y sus vecinos del extremo sureste, como Tailandia. Si alguien duda de que vivimos ya en un mundo multipolar, no tiene más que fijarse en Birmania. Si la clave interna para el cambio es la reapertura del diálogo entre el régimen militar y la LND, la clave externa es un cambio de método por parte de uno -o preferiblemente varios- de sus vecinos asiáticos.

¿Por dónde empezar? Seguramente por India, un país en el que Aung San Suu Kyi fue a la escuela y cuya cultura ha estudiado y admira, además de ser la mayor democracia del mundo. No vamos a pretender que la China comunista ejerza presiones para la liberalización y la democracia en un vecino pequeño y deshonroso, pero es decepcionante que India haya tenido una política tan tímida respecto a los birmanos.

Oír a India

Si queremos que asuma la dirección en esta tarea, debemos empezar por oír lo que los propios indios quieran decirnos, en una conversación que no debe consistir en que Washington diga: "Eh, indios, tenéis que adoptar nuestro modelo occidental tan claramente apropiado y ayudarnos a imponérselo a Birmania". Lo que hay que decir es: "Estábamos preguntándonos si os parece, de acuerdo con vuestros valores e ideas, que éste es un comportamiento aceptable en vuestro entorno inmediato. Y, si no lo es, ¿cómo creéis que podemos colaborar para hacer de catalizadores de un cambio político allí?".

Sería aún mejor que el debate lo iniciaran y lo llevaran a cabo, en la propia India, intelectuales, comentaristas y políticos que proclamen que el respeto a los derechos humanos y las libertades fundamentales son unos valores tan indios como occidentales.

Ésta es la pauta que debe seguir el nuevo orden mundial, si es que tiene que existir. Los internacionalistas liberales que vivimos en Occidente no necesitamos hacer muchos cambios en lo que decimos. Pero, si pretendemos alcanzar los objetivos liberales en un mundo cada vez más multipolar, necesitamos revisar cómo lo decimos y a quién. Y tenemos que escuchar mucho más de lo que lo hemos hecho durante los últimos 500 años.

El poeta William Blake nos exhortaba "a ver el mundo en un grano de arena", una frase que Aung San Suu Kyi debió de estudiar cuando asistía a clase de Literatura Inglesa en el St Hugh's College de la Universidad de Oxford, a unos 200 metros del sitio en el que estoy escribiendo. Y contemplar la suerte de una mujer valerosa que vive su cumpleaños en solitario, en una casa a la orilla de un lago, puede ayudarnos a interpretar de otra forma el mundo en el que vivimos. Así pues: que tengas un cumpleaños lo mejor posible, Suu, y muchos más felices por delante.

www.timothygartonash.com. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.

Aun San Suu Kyi, en el jardín de su casa durante uno de los múltiples arrestos que ha sufrido la premio Nobel de la Paz.
Aun San Suu Kyi, en el jardín de su casa durante uno de los múltiples arrestos que ha sufrido la premio Nobel de la Paz.AP

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