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Reportaje:Angola-Portugal | Alemania 2006

El duelo lusófono

Angola espera proyectarse a costa de Portugal, país del que fue colonia

"Portugal se prepara para levitar este fin de semana. Su partido contra Angola, más allá de las interpretaciones poscoloniales, marca el inicio de una especie de intervalo psicológico en el que el país se va a zambullir no se sabe hasta cuándo". La frase del columnista Ricardo Costa refleja la expectación, a medias futbolística y patriótica, que vive Portugal, siempre contenido salvo cuando juega la selección.

A medida que se acerca el momento, la fe y la unidad van sustituyendo al pesimismo. Las ventanas están repletas de banderitas nacionales; pantallas gigantes están preparadas para reunir gentíos en parques y plazas; la imagen de la virgen de Fátima preside el vestuario; Deco está tocado, pero será titular, y el entrenador campeão, Luis Felipe Scolari, ha prometido que arriesgará "un poco" para golear y ha confesado que ya ha cumplido con el rito de telefonear a Brasil para recibir la bendición del padre Pedro.

Al otro lado, los hermanos angoleños, conocidos como Los Palancas Negras en honor del antílope en extinción símbolo nacional, aparecen en un Mundial por primera vez y prometen guerra, garra y sufrimiento, tres elementos que definen bien la golpeada, pero orgullosa, identidad nacional.

Al ritmo del himno compuesto para el Mundial por la estrella angoleña de la world music Waldemar Bastos y con el apoyo en las gradas de 3.000 notables del país -banqueros, políticos, economistas, artistas, escritores, pintores- que han volado en chárters desde Luanda hasta Hannover, los angoleños apenas pueden disimular las ganas de mojar la oreja a la ex metrópoli. Ayer mismo, el medio Zé Makanga anticipó las claves del éxito: "Es difícil hacer un pronóstico, pero Angola, si sale concentrada, ataca con eficacia y se defiende cohesionada, va a ganar".

La saudade, la inexperiencia, el clima fresco y la indisciplina con las comidas parecen el gran enemigo de Angola. El defensa Luis Delgado casi se conmovía recordando "las playas y los restaurantes de Luanda", lo mucho que echa de menos "a la familia" y el relente alemán. "Felizmente, tenemos cocineros angoleños y podemos comer los platos que nos gustan. Ya hemos tomado el tradicional fungee, pero antes del partido no podemos. Es demasiado pesado".

Aunque sólo fuera para que diera tiempo a conocer la sonoridad y la literatura que se desprende de los nombres y apodos de sus jugadores, Angola debería ser capaz de aguantar hasta la siguiente fase. Lebo Lebo se llama así de nacimiento y nadie vio oportuno cambiarle el nombre, aunque lleva el pelo dorado. Titi Buengo también es de pila, pero no conoce Angola -nació en la diáspora francesa y ahí sigue-. Delgado, Figueiredo, Mario, Mateus, Marcos Abreu o Edson mantienen airosos sus nombres de bautismo lusófonos. Pero muchos otros palancas llevan apodos-jeroglíficos.

Mantorras, delantero tanque del Benfica, se llamaba Pedro Manuel hasta que se quemó en un accidente doméstico. Desde entonces fue el manto (tipo) torrado (quemado); abreviando, Mantorras. El portero Lamá se autonombró así en honor de su ídolo, el también portero francés Bernard Lama, pero se llama Luis Mamona João. Al capitán, Fabrice Maieco, todos le llaman Akwa por su abuelo, un hombre fuerte, un akwa n'Gunzo. Jamba quiere decir gemelo y por eso se lo pusieron a João Pereira: tenía un hermano gemelo. La palma es quizá para Arsénio Cabungula, más conocido por Love: "De pequeño, estaba siempre agarrado a mi madre y los amigos me pusieron Amor. Lo cambié al inglés".

Figo realiza ejercicios de estiramiento.
Figo realiza ejercicios de estiramiento.REUTERS

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