Siente el pensamiento

EL ARRANQUE del Credo poético unamuniano ("Piensa el sentimiento, siente el pensamiento") constituye todo un programa de escritura. Pero no siempre las razones del corazón concuerdan con los efluvios cordiales de la mente. La publicación de algunos volúmenes de versos -también de prosas- por parte de autores que han echado su cuarto a espadas en el ensayismo estético, es ocasión inmejorable para comprobar las relaciones de congruencia entre la literatura de creación y la reflexión cultural. Si se dejan a un lado títulos algo más antiguos, como el de Alberto Santamaría (El hombre que salió de la tarta, 2004), difícil de conectar, por lo demás, a su indagación académica sobre lo sublime americano, El río de agua, de Álvaro García, es un único poema discursivo sobre base endecasilábica, cuya tersura elocutiva e imaginería acuática añaden, a su concisión y desnudez retórica habituales, una fluencia dispersiva que enhebra la reflexión, el pálpito afectivo y las esquinas de una cotidianidad que irradia en matizadas pero efectivas derivas simbólicas. Vicente Luis Mora, por su parte, es autor de un libro de relatos, Subterráneos, y del volumen de poesía Construcción. El carácter referencial y la ordenación lineal de algunos cuentos de Subterráneos contrastan con el vanguardismo estructural y temático de otros, en que la disposición, los argumentos y los propósitos desbordan la compartimentación claustral que constituye el denominador común de todos ellos: pozos, angustias carcelarias, cámaras sepulcrales, coches, botellas de vidrio. Asimismo vanguardista -proyectivo, escribe él, renuente ante el término "vanguardia" debido a sus "límites demasiado difusos"- es el libro de poemas Construcción: un texto de intertextos, cañamazo de una voz que enjareta otras voces encontradas, fuga hacia los adentros, conjunto de ensalmos balanceándose en un ritmo proteico, versos a mano alzada cuyo significado termina deshaciéndose en las burbujas acordadas del compás. A. L. P. de P.