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Columna
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Inés y los leones sordos

La reciente historia de Inés Sabanés, portavoz de Izquierda Unida en el Ayuntamiento de la capital, excluida de las listas electorales del 2007 a la Comunidad de Madrid por sus compañeros del comité político regional de IU, me ha hecho recordar un chiste que me contaron en la infancia y que ya debía de ser viejo entonces, el del misionero que salió a pasear un día por los alrededores de la misión africana con su violín bajo el brazo.

Y ocurrió que al llegar a un claro de la jungla se le cruzó un león ferocísimo y hambriento. Dudó por un momento el santo varón entre salir de estampida o caer de rodillas y ofrecerse en holocausto al felino, pero, recordando aquel axioma popular que dice que la música amansa a las fieras, desenfundó su instrumento y se arrancó por Paganini, y los acordes del violín no sólo amansaron a la corrupia, sino que atrajeron al calvero a otros miembros de la manada con sus cachorros, encantados todos con el aperitivo musical.

Hasta una docena de leonas y leones se juntaron para asistir al improvisado concierto, que finalizaría abrupta y trágicamente cuando un viejo macho de colmillo retorcido se abalanzó sobre el concertista y lo devoró en un santiamén. "Ya vino el sordo y se jodió la fiesta", comentaron los frustrados melómanos.

Apenas había empezado a sonar el violín electoral de la candidata Sabanés, concejal y portavoz de IU en tierras de misión evangelizadas por los protestantes populares, cuando un león dominante de su propia manada le asestó los primeros zarpazos; sordo de solemnidad a los ecos de la esforzada y batalladora labor de su compañera en el municipio, el león Pérez descalificó su candidatura a la Comunidad con agrios comentarios sobre los pájaros que supuestamente anidan en su cabeza, una de las mejor amuebladas de la izquierda madrileña.

Ángel Pérez, candidato esta vez a la alcaldía, un hombre del aparato, promovía en la Comunidad la candidatura oficialista del león Gordo, Gregorio Gordo, compañero también del Partido Comunista, que controla aparatosamente la coalición con férrea disciplina.

Ser conocido no es ningún valor, dijo el compañero Gordo, un perfecto desconocido fuera de IU, de Getafe y del Ministerio de Hacienda del que es funcionario en excedencia.

Ser conocido no es, en efecto un valor objetivo, hay criminales que gozan de gran popularidad y famosos parásitos a los que casi nadie tomaría en serio de cara a las urnas, o a lo mejor sí. Pero Inés Sabanés es conocida en Madrid por su valor en la brega diaria, en el Ayuntamiento y sobre todo en las calles, en los pequeños conflictos urbanos y cotidianos, de esos que no salen precisamente en las portadas de los diarios. Inés no ha buscado nunca salir en la foto y al final la han borrado del retrato de familia. Ser conocido no es ningún mérito, como dice Gordo, pero ser un desconocido es desde luego un demérito, un fallo de cara a las urnas.

Si en los comicios solo votaran a IU sus disciplinados militantes, como en sus primarias, los dos leones del PCE reinarían a sus anchas en su propia selva, en su coto cerrado, pero su presencia en las instituciones sería inexistente o irrelevante.

Entre el aparato (que no se ve pero se siente) y el escaparate (lo que se ve desde fuera) los militantes de IU en Madrid que han votado en las previas se han decantado como siempre por el aparato, disciplinados, obedientes y dispuestos a ir hasta el final, hasta la extinción si fuera necesario antes que renunciar a los métodos tradicionales del comunismo ortodoxo. Reformar la sociedad sin renovarse a sí mismos se percibe desde el otro lado del escaparate como una paradoja trágica cuando no grotesca. Para civilizar Madrid, devolviendo el poder civil y la capacidad de decidir a sus ciudadanos, como propone Ángel Pérez en estas elecciones, habría que empezar civilizando, acercando a la sociedad civil a sus candidatos y a sus aparatos. Inés Sabanés estaba muy cerca y nos la han alejado.

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