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'Pro domo'

Resulta, en general, bastante peligroso meterse en una polémica en la que no se ha estado involucrado al inicio. Puede resultar que quien lo hace termine recibiendo todos los golpes. Pero hay polémicas y debates que merecen ese riesgo por el tema sustancial que los provoca, aunque no por los vericuetos colaterales por los que terminan moviéndose.

Me refiero a la polémica en la que han estado enzarzados Fernando Savater y Joan B. Culla i Clarà. En la última entrega de este historiador (EL PAÍS, 20 de mayo), la polémica se centra en si Savater tenía razón al decir que no era una mayoría de catalanes los que estaban en contra de la Ley de Partidos que tuvo como consecuencia la ilegalización de Batasuna en 2003.

Por todos los datos que aporta el señor Culla i Clarà, parece que lleva razón frente a Savater. Aunque a uno le quede alguna duda sobre la correlación directa de los votos a determinados partidos en elecciones autonómicas con la opinión de todos esos votantes en cada una de las posturas que mantienen dichas fuerzas políticas sobre distintos temas, especialmente cuando éstos no han sido objeto de debate y programación electoral -las peripecias del nuevo Estatuto de Cataluña algo enseñan al respecto-.

No es, sin embargo, eso lo que importa. En estos momentos en los que, a pesar de las dificultades innegables que van apareciendo y que no conviene minimizar, la esperanza de que ETA desaparezca definitivamente es y sigue siendo real, van apareciendo distintas narrativas sobre el camino que nos ha permitido llegar hasta esta situación de esperanza. Como los historiadores lo saben mejor que quienes no lo somos, cada narrativa está dirigida por un interés del presente y sometida a la guía de lo que se desea y espera para el futuro.

Por eso, la batalla por la desaparición de ETA continúa, dentro de la esperanza, transformada en batalla por la autoría de la paz. Una pugna en la que está más interesada que nadie la propia ETA-Batasuna, pues cuanto más pueda hacerse con la atribución a sí misma de la autoría de la paz, más salvará su proyecto político para Euskadi en el futuro.

La batalla de las narrativas sobre las razones que han hecho posible la situación actual de esperanza implica también la memoria de los asesinados y las consecuencias políticas a extraer del significado político de esos asesinatos. La posible desaparición de ETA no supone que hayan desaparecido los problemas políticos de la sociedad vasca, ni que los ciudadanos vascos no tengan nada más de qué preocuparse. Sigue estando en juego nuestro futuro como ciudadanos, siguen estando en juego los fundamentos que garantizarán, o no, nuestros derechos ciudadanos.

Por eso es preciso, aprovechando esta polémica, rescatar la cuestión fundamental: qué es lo que ha hecho posible llegar a la situación en la que ETA se plantea la posibilidad de su propia desaparición. Al contestar esta cuestión, de cuya respuesta depende en buena parte el futuro de Euskadi, un mínimo de prudencia se impone, pues ninguna realidad histórica puede ser reconducida a una única razón. Casi siempre hay varias razones en juego. También en el caso de la proclamación del alto el fuego por parte de ETA.

La razón que dan ellos mismos, que la situación actual es fruto de la lucha llevada a cabo durante tantos años, es probablemente lo único que dicen últimamente para consumo de su propia militancia. Hay intentos de construir narrativas intentando poner en relación la falta de atentados mortales de ETA con la llegada al poder de Zapatero. Hay referencias a que el atentado del 11-M supuso una barrera moral y psicológica insuperable, impidiendo que ETA volviera ni siquiera a pensar en la posibilidad de un atentado. El lehendakari Ibarretxe y casi todo el nacionalismo vasco han establecido una narrativa en la que la razón de que ETA haya llegado a plantearse la necesidad de su propia desaparición se debe a la postura del conjunto, o de la mayoría, de la sociedad vasca; esa misma que ahora, en boca de Ibarretxe, va a impedir que ETA vuelva a las andadas -¿dónde ha estado esa mayoría de la sociedad vasca para impedir tantos asesinatos de ETA antes de ahora, cuando ETA actuaba casi impunemente?-.

En cada una de estas narrativas habrá, con toda probabilidad, un punto de razón. Pero, y creo que es lo sustancial de las afirmaciones de Fernando Savater, la razón fundamental que ha llevado a ETA a pensar en la necesidad de su propia desaparición ha sido la actuación del conjunto de los poderes del Estado: la actuación del poder judicial, la actuación del Ejecutivo con las fuerzas de seguridad, la actuación del poder legislativo con la Ley de Partidos políticos. La ilegalización de Batasuna es la culminación de esa política y, al mismo tiempo, el elemento fundamental que destroza la estrategia de ETA-Batasuna: aprovecharse de todas las ventajas de jugar tanto en el campo antisistema, con la violencia y el terror, como en el campo del sistema democrático, con todos sus derechos y libertades. ETA empieza a pensar en su desaparición cuando el Estado le dice que tiene que elegir: o futuro terrorista con las fuerzas de seguridad acorralándolos, o futuro político renunciando al terror.

Afirmar la importancia de la ilegalización de Batasuna no significa negar que las demás razones hayan tenido algo que ver. Pero la ilegalización ha sido el elemento estructurante del resto de razones. Es en el contexto de la ilegalización de Batasuna -sin reacción alguna por parte de la ciudadanía vasca a pesar de las predicciones de los obispos vascos- en el que se produce un cambio sustancial: la sociedad vasca deja de creer en el mito de la imbatibilidad de ETA. A partir de ese momento la pregunta ya no es si ETA puede desaparecer, sino cuándo se va a producir esa desaparición.

Pro domo: para que los ciudadanos vascos podamos escribir nuestro futuro en libertad, liberados de verdad de ETA en todas sus dimensiones, para que esa historia futura libre recoja la memoria del significado político de las víctimas -que la razón que sirvió para asesinarlas no puede ser la razón en la que se fundamente y articule el futuro político vasco-, para que el pluralismo vasco en el sentimiento de pertenencia no sólo sea respetado sino desarrollado como valor positivo, necesitamos que la historia muy reciente no sea distorsionada, que recordemos qué es lo que ha puesto el fundamento de la libertad que empezamos a conquistar y que estaba amenazada por ETA.

Si la mayoría de los catalanes, como argumenta con datos Culla i Clarà, estaban en contra de la ilegalización de Batasuna, ésa será su responsabilidad. En ese caso poco habrán contribuido a la situación de esperanza en la que nos encontramos. Allá ellos.

Joseba Arregi es profesor de Sociología en la Universidad del País Vasco.

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