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Ni el día ni la hora

Juan Ignacio Crespo

Nadie sabe con certeza qué fue lo que provocó la fuerte caída de las bolsas entre el 9 y el 22 de mayo, aunque sí se conozca el impacto que tuvo sobre la rentabilidad de los fondos de inversión de renta variable española: unas pérdidas medias del 9%.

Aunque sea imposible identificar el origen de las primeras ventas, las que provocaron la avalancha en los mercados financieros y de materias primas, sí que parece haber una causa primera, que ya venía actuando desde un par de meses antes, y provocado pérdidas en algunos países emergentes: la cercanía de la primera subida de los tipos de interés en Japón tras años de mantenerse prácticamente en el 0%.

Las pérdidas más extremas se han producido en los fondos que invierten en países emergentes (como Rusia, con -21% en promedio) y las más atenuadas en los fondos sectoriales que invierten en valores defensivos (-3,9%, promedio de los fondos que invierten en empresas de farmacia y salud).

Después del día 22 ha retornado la calma a los mercados y a los fondos, aunque todo el mundo se hace la misma pregunta: ¿es esto el comienzo del fin, o sólo el fin del comienzo? O, dicho con otras palabras, ¿se ha terminado la tendencia alcista de las bolsas o esto no es más que un susto pasajero? En favor de la primera de las dos opciones actúa un buen número de datos: la combinación de tipos de interés al alza y de precios del petróleo que se han multiplicado por más de cuatro desde finales de 2001. Y, normalmente, cuando en el pasado se ha producido esa combinación tan desafortunada, las bolsas han comenzado un periodo bajista y las economías occidentales han entrado en recesión. Si a eso se añade que la curva de tipos de interés en EE UU ha estado recientemente plana, y a veces invertida (es decir, los tipos de largo plazo igual o por debajo de los de corto plazo), los augurios para la primera economía mundial y, por lo tanto, para todas las demás, no pueden ser demasiado buenos, ya que esa inversión de la curva de tipos suele ser antesala de las recesiones.

Sin embargo, y a pesar de esa evidencia que parece apabullante a favor de la terminación del ciclo alcista, pueden aducirse argumentos contrarios a que un pronto final del ciclo sea inevitable y, entre ellos, el de que hace ya dos años que empezaron a subir los tipos de interés en EE UU y también dos años desde que el precio del petróleo superara su máximo anterior (el de la crisis del golfo Pérsico en 1990) sin que en ese país se haya desacelerado el crecimiento. O que la curva de tipos de interés está invertida en el Reino Unido desde hace meses sin que se haya resentido por ahora su crecimiento.

Con independencia del momento en que cambie el ciclo de Bolsa (nadie sabe el día ni la hora), las decisiones de inversión han de apoyarse en el sentido común. Por eso, conviene recordar que el actual ciclo alcista tiene ya más de tres años de duración durante los que los fondos de inversión de renta variable española han acumulado una rentabilidad promedio de más del 95%. ¿Quién teme a una reducción del riesgo?

Juan Ignacio Crespo es director general de Finanduero.

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