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Reportaje:Vela | La odisea del Movistar en la carrera más dura del mundo

"Ésta es nuestra vida"

La Volvo es una historia de grandes gestas, pero también de muertes y condiciones extremas

Juan Morenilla

"Tengo sólo 12 años. Mi papá está muy implicado con el equipo Piratas del Caribe y me destrozaría si le pasase algo. Deseo a la esposa y a la hija de Hans lo mejor y que puedan superar esta prueba tan dura". Un día después de que una ola de cinco metros se tragara en el Atlántico al navegante holandés Hans Horrevoets, del ABN Amro 2, una niña de 12 años escribía este mensaje en la web del equipo. Como el suyo, llegaron pésames desde Canadá, Brasil, Nueva Zelanda, Australia, Italia, Bélgica, España, Francia, Reino Unido y los Países Bajos. Uno cada 10 segundos. Toda la tripulación y el equipo de tierra de ABN viajó ayer a Holanda para asistir al funeral de Horrevoets. Hasta Mike Sanderson, patrón del ABN 1, que se había casado el día anterior en Inglaterra.

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La muerte de Horrevoets tiñó de luto la competición más dura del mundo. Pero no fue la primera. En la edición inaugural, en 1973, el mar se tragó a Paul Waterhouse, Dominique Guillet y Bernie Hosking, y en 1989 fue Anthony Philips quien perdió la vida. La Volvo Ocean Race, o Vuelta al Mundo, es una prueba de gestas, pero también de desapariciones y muertes. Así lo aceptan sus participantes. Conocen el riesgo, soportan ocho meses navegando por los océanos, contra el frío polar y el calor del trópico, durmiendo cuatro horas y tomando comida deshidratada. "Es nuestra vida, siempre ha sido así. Cuando conocimos a nuestras parejas, ya estábamos compitiendo. Para nosotros es lo más normal", explica Mike Sanderson, ganador con ABN 1 de esta edición. "Siempre te impulsa algo, el hecho de participar, la victoria o un buen contrato", añade Guillermo Altadill, jefe de guardia del Ericsson, que no ha podido disputar las últimas etapas por una lesión en la mano. En la primera noche de competición, en Vigo, una ola le tiró del timón "como a un muñeco". Se quedó 40 segundos sin poder hablar, sin respiración, con el pecho azul por el impacto, pero salvó la vida gracias al arnés. "No parecía una ola, sino un muro", afirma. El golpe le rompió el dedo meñique izquierdo, y el hueso partió dos tendones. Así aguantó cinco meses, atándoselo con cinta aislante, hasta que fue operado en Baltimore. "No voy a recuperar el dedo. Cuando cierro la mano, se queda abierto", asume.

Altadill recuerda cómo en 1989 salvaron a su compañero Jordi Doménech, en el equipo Fortuna, tras caerse al agua, que estaba a cuatro grados, en medio del Índico. Lo encontraron 16 minutos después en posición fetal. Y gracias a los pájaros, que revoloteaban cerca de él. "Hay borrascas que no se acaban nunca. Tienes frío, te golpean las olas y estás mojado no horas, sino días. Los días duros parecen de 100 horas. Y esas noches en el Índico y el Pacífico... ¡Qué estrés! Tienes el timón en las manos y una mala maniobra lleva un hombre al agua. Si se cae, ya no lo recoges", afirma Altadill. De ahí la importancia del arnés. "Al final, después de 22.000 millas, te relajas y no te lo pones para cinco minutos. Es como no llevar el casco en el prólogo de una vuelta ciclista", añade.

"Esta es la competición más extrema. De repente te encuentras con 55 nudos y no puedes parar. Te enfrentas al cabo de Hornos, a los icebergs, a las ballenas, pero también a la zona de calmas en el Ecuador", explica Sanderson. "Es la pasión por el mar y por navegar a velocidades que nadie en el planeta consigue", comenta Pepe Ribes, proa del Movistar -el récord del mundo de velocidad lo posee el ABN 2, que recorrió 563 millas en 24 horas-. "La Vuelta al Mundo es la mejor escuela de vela, te exige unos conocimientos que no te pide otra regata", añade Ribes.

"Es la lucha contra la naturaleza, contra los elementos. Quien quiera pura competición, que se vaya a la Copa del América", comenta Bouwe Bekking, patrón del Movistar. "También disfrutas. Saliendo de Wellington, teníamos el viento perfecto, el mar perfecto, la luna llena en el cielo y navegábamos a toda pastilla. Esas noches, justo antes de llegar al Cabo de Hornos, son la razón por la que acabamos haciendo estas regatas. No hay ningún otro sitio en el mundo en el que puedas hacer algo así. Ya pienso en juntar un equipo para la próxima edición. Queremos empezar a trabajar cuanto antes", añade. Sanderson le espera: "Es tan emocionante... volveré".

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Sobre la firma

Juan Morenilla
Es redactor en la sección de Deportes. Estudió Comunicación Audiovisual. Trabajó en la delegación de EL PAÍS en Valencia entre 2000 y 2007. Desde entonces, en Madrid. Además de Deportes, también ha trabajado en la edición de América de EL PAÍS.

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