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Columna
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'Déjà vu'

Cuenta el escritor Luis Landero que la primera vez que leyó Madame Bovary, descubrió que la alcoba donde ella muere olía intensamente a limón y a vainilla, aunque Flaubert en ningún momento hizo referencia a ese olor. Durante mucho tiempo se sintió intrigado por la certeza de aquel aroma, hasta que un día, al regresar a la casa de su infancia y abrir la alacena de la cocina descubrió el secreto. Allí, detrás de los útiles de dulcería que usaba su madre, había un libro escondido. Él lo había leído de adolescente a hurtadillas y luego volvió a dejarlo en su escondite, pero el olor del tamiz y los moldes de dulcería quedaron unidos inevitablemente a la lectura de la agonía de Margarita Gautier. De ahí pasó después a la muerte de otro ilustre personaje femenino: Emma Bovary a quién Landero identificó inconscientemente con La Dama de las camelias y en la confusión asociativa el aroma saltó de un libro a otro.

Según el psiquiatra holandés Herman Sno, el cerebro almacena los recuerdos en forma de hologramas de modo que una persona especialmente sensitiva puede fabricar un recuerdo a partir de un pequeño detalle de una escena anterior como el olor, el color o el sonido, dando la sensación de que está viviendo la situación por segunda vez. Nadie sabía mejor que Proust que lo ínfimo puede hacerse inmenso por acción de la memoria y la poesía. Pero hasta ahora ni los psicólogos ni los neurólogos han conseguido explicar por qué estas alteraciones de la percepción afectan más a novelistas que a registradores de la propiedad.

Un domingo de verano un amigo me invitó a comer en un restaurante ampurdanés en el que nunca había estado antes. Al principio el lugar me resultó vagamente familiar: los toldos azules, las dos cartas náuticas que colgaban de la pared... Pero la situación no empezó a preocuparme hasta que no llegó el camarero. Tan pronto se acercó a nuestra mesa, no solo supe, palabra por palabra, el menú que nos iba a recitar, sino que hasta adiviné la especialidad de la casa. Era como si estuviera viviendo una película que ya había visto. Estuve a punto de echarme a reír del susto.

Una encuesta publicada por una revista científica británica asegura que más del 70% de la población ha sufrido en algún momento de su vida una experiencia parecida. Recordar algo que todavía no ha sucedido, aunque da un poco de pánico, puede tener sus ventajas sobre todo si uno se dedica a escribir novelas y desde luego tiene mucho más merito que lo que hacen los expertos en bolsa que son siempre vaticinios a posteriori. En eso tiene razón Jorge Wagensberg cuando dice que "la verdad es para encarar el futuro" y "la mentira, para soportar el pasado". Por eso las verdades se descubren y las mentiras se construyen.

Puede que como dicen los científicos, la sensación déjà vu se deba a una falta de minerales fácilmente superable con una dosis de Pharmaton Complex y no a los misterios de la lírica. Pero a mí recordar el presente me abre el apetito, así que brindé con mi amigo por el vuelo de las metáforas y nos dispusimos a devorar el plato de gambas del Ampurdán ante aquella cala escondida en un requiebro de la memoria.

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