_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Las mariposas de la movida

Angelo Pantaleoni bajaba ayer las escalinatas históricas del Instituto Italiano de Cultura recordando sus tiempos de investigador en el Centro Superior de Investigaciones Científicas, con Julio Caro Baroja. La noche del 23-F estaba allí, y fue desalojado; llamó a emisoras italianas, organizó desde ese sitio la resistencia democrática contra el golpe que iba en curso en España, y después se acercó al Congreso de los Diputados; le pidieron que repartiera ejemplares de un periódico que había salido a la calle, "en defensa de la Constitución". Cogió aquellos ejemplares, "que eran como hojas volanderas", y ahora atesora esa memoria como uno de los acontecimientos de su vida de entonces en España. El periódico era EL PAÍS.

Más información
Bendita movida

Pero cuando Angelo bajaba esas escaleras, camino al arco baleno que ha h

echo para el Instituto la artista veneciana Federica Marangoni, lo hacía entre las mariposas que un día, hace 20 años, fueron uno de los símbolos de la movida que hubo en Madrid durante la larga transición democrática, en la que el Instituto Italiano de Cultura tuvo una participación activísima. Ahora Pantaleoni está poniendo las bases para que se reedite aquel protagonismo, y acaso el arco iris de Marangoni se convierten en el símbolo de una nueva etapa.

Aquellas mariposas, precisamente, eran de Federica Marangoni, que hace ahora 20 años hizo allí la exposición que le abrió el camino de una presencia activísima en España: hay obra suya en Valencia, en Sevilla, en Barcelona, en Tenerife, y hace muy poco expuso su tratado multimedia contra la intolerancia en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Su regreso al Instituto Italiano de Cultura sirve para evocar, y agradecer, la excelente labor que este centro cultural que ahora renace realizó para hacer que la ciudad adquiriera un carácter cosmopolita por el que ahora también pugna. En aquel entonces, en los ochenta, el Instituto Italiano de Cultura tenía al frente a Marco Miele, y a su lado estaba gente que aún está, como Alessandra Piccone; aquel grupo de trabajo convirtió Italia, la cultura italiana, en cómplice de lo que fue la contribución europea al cambio en España. En aquel lugar de la calle Mayor no sólo se estudiaba italiano sino que se ampliaba la visión que Italia daba del mundo, y vimos pasar por sus aulas a gente como Alberto Moravia, Leonardo Sciascia, a Umberto Eco... Se produjeron entonces coloquios insólitos, conciertos o proyecciones que conectaron aquel tiempo con los años en que fue el instituto imprescindible para entender que era el intérprete en España del lenguaje del futuro.

Cuando ayer vimos las mariposas de la Marangoni volvió a la memoria aquel tiempo; Italia señalaba un camino, y venía de las manos del multimedia. Veinte años más tarde el Instituto Italiano de Cultura regresa por donde solía, ayuda a entender la modernidad del mundo.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_