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Reportaje:

Historia de una avaricia

Un hombre admite que se quedó con seis millones del Cuponazo y niega que tuviera que compartirlos con una peña

Ésta es la historia de una avaricia. De una presunta avaricia, si se quiere, porque nadie es culpable mientras no se demuestra. Pero, presunciones al margen, hasta el acusado reconoció ayer ante el tribunal que en 2003 se quedó con el premio de seis millones de euros del Cuponazo de la ONCE que debía repartir entre una peña formada por 20 compañeros de trabajo. Eso sí, el hombre se justificó diciendo que desconocía el pacto verbal para repartir el premio si uno de los cupones era agraciado con el premio especial, que es lo que ocurrió con su boleto.

Sucedió el 7 de noviembre de 2003. Un viernes, claro, que es cuando la ONCE reparte el el Cuponazo, premio adicional de seis millones de euros a un boleto al que le corresponde también el premio ordinario de 35.000 euros. El premio de aquel día fue para el 85.646 y el Cuponazo correspondió a la serie 22.

La peña de jugadores la formaban 20 trabajadores de la empresa Sintermetal, SA, de Ripollet. El pacto de repartir el premio había funcionado a la perfeccción porque nunca había tocado. Hasta que tocó. Aquella semana, Blas Landeira García compró los cupones, como de costumbre, en el quiosco de siempre y los repartió en la fábrica, como cada semana. Algunos integrantes de la peña se lo pagaban en metálico y otros se lo cambiaban por otro cupón. Al acusado, Antonio Lloreda Capilla, le tocó el de la serie 22 y cuando sus compañeros lo supieron le llamaron por teléfono para recordarle el pacto verbal. Cuál no sería su sorpresa al saber que iba a ser que no.

El fiscal sostiene que el acusado conocía el pacto y Blas Landeira explicó incluso al tribunal que cuando Lloreda entró en la peña, seis años atrás, por defunción de otro integrante, se le recordó el acuerdo. Pero el hombre lo negó desde el primer día y ayer, ante el tribunal de la Sección Tercera de la Audiencia de Barcelona, se ratificó en su desconocimiento.

Los efectos de la avaricia nunca llegaron a materializarse. A la mañana siguiente del sorteo, sábado, Lloreda depositó el cupón premiado en una entidad bancaria, pero al mismo tiempo los otros 19 integrantes de la peña acudieron al juzgado. Cuando pasó el fin de semana y llegó el lunes, la ONCE tenía una orden judicial para que no pagara el cupón hasta que la justicia aclarara el caso. El cupón sigue en el blanco y probablemente continuará allí un tiempo más, hasta que haya sentencia firme.

Diez días después del sorteo, pese a saber que la justicia lo investigaba, el acusado intentó de nuevo, a través de otra persona, cobrar el cupón, pero la ONCE se volvió a negar. Lloreda explicó ayer al tribunal que en este tiempo ha recibido amenazas de muerte. El fiscal le acusa de apropiación indebida y pide para él ocho meses de cárcel y multa de 1.800 euros. Y que reparta el premio, claro, y no sea tan avaricioso.

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