Kubala, Cruyff y ahora 'El Gaucho'
La condición de més que un club y actuar como "el ejército desarmado simbólico de Cataluña" -palabra de Vázquez Montalbán- no ha sido inconventiente para que los saltos cualitativos del Barça hayan sido protagonizados por extranjeros desde que fuera fundado por el suizo Hans Gamper. Aunque la memoria azulgrana retendrá per omnia secula seculorum la cola de vaca de Romario, la chilena de Rivaldo, el gol de Maradona a Agustín y el de Koeman en Wembley o la croqueta de Laudrup, hay tres jugadores que funcionan como referentes en la historia del club por el impacto de su fútbol por encima de cualquiera de sus jugadas: Ladislao Kubala, Johan Cruyff y Ronaldinho Gaucho.
A la que Kubala llegó a Barcelona, el fútbol pasó de la opereta a la ópera, como se decía por los años 50. Así que el club tuvo que dejar Les Corts y construir el Camp Nou. "Marcaba goles bellos, serenos, exactos", relataba Ibáñez Escofet, entusiasmado con la técnica de Kubala, futbolista con cuerpo de boxeador que utilizaba más los dedos que el pie. Fue el mejor a balón parado.
De momento, se le aprecian todas las virtudes y ninguno de los defectos de los brasileños
Los gestos técnicos del delantero son tan impactantes como los del húngaro y el holandés
La velocidad se la dio Cruyff, un delantero imposible para los defensas por su cambio de ritmo, velocidad de ejecución y sexto sentido del juego. Transformó un equipo perdedor en campeón después de un estruendoso 0-5 en el Bernabéu y, desde entonces, el legado del as volador trascendió entre el barcelonismo de mil y una maneras. Inteligente y genial como futbolista, tanto que Stefan Kovacs le definió como el mejor jugador táctico del mundo, Cruyff resultó igualmente determinante como entrenador.
La cultura Cruyff caló en personajes decisivos en el Barça como el presidente Laporta o el director deportivo Begiristain, armadores del actual equipo, que tiene como símbolo a Ronaldinho, un jugador que le ha cambiado el humor a la institución y ha dado color al equipo. El Barcelona se ríe y juega al fútbol con el optimismo natural de un niño. El efecto de los jugadores brasileños sobre el equipo es generalmente tan positivo como el que ejercen los entrenadores holandeses y, a ojos de celebridades como Tostão, Ronaldinho es una síntesis de la creatividad de Romario, de la fuerza de Ronaldo y de la eficacia de Rivaldo. Tiene sus virtudes y, por contra, ninguno de sus defectos porque no es irresponsable, se lesiona poco y jamás pone mala cara. Alguno de los campeones del mundo de 1970 coinciden incluso en que Ronaldinho está reinventando el fútbol y adivinan en elm suyo el regate de Rivelino y la visión de Gerson. No constesta, sino que esboza una sonrisa Ronaldinho después de asentir en una cosa: la elástica, su regate favorito, se la vio hacer un día a Rivelino y ya se sabe que El Gaucho cuenta que, "aún siendo imaginativo, no paro de mirar para aprender".
Los gestos técnicos de Ronaldinho han embellecido la mayoría de los partidos del Barça. Mezcla las rabonas y los taconazos con los pases ciegos, los sombreros, los contrapiés, las vaselinas y la espaldinha -un control orientado con la espalda-. Ronaldinho utiliza cualquier parte del cuerpo para jugar la pelota y su fútbol fluye alegre, musical, comunicativo. "Transmite energía y contagia su optimismo", se comenta en el vestuario mientras desde la tienda se recuerda que es el jugador que más dinero genera para la entidad.
A cada temporada ha mejorado su rendimiento. Ayudó a montar un equipo cuando fichó del París Saint Germain, fue determinante después para ganar la Liga y ahora ha sido decisivo para alcanzar el doblete. Ha mejorado su promedio goleador (25 tantos, 17 en la Liga) y se ha revelado como un buen trescuartista con las asistencias (11). Máximo representante del jogo bonito, es un pura sangre (1,82 metros y 76 kilos) que igual regatea que elimina rivales por su potencia y velocidad.
Ronaldinho no sólo es hoy el mejor jugador del mundo y, como tal, capaz de transformar al club, sino que ha mejorado a sus compañeros como ocurrió con Kubala y Cruyff. Habrá que aguardar a las próximas temporadas para saber la dimensión de su grandeza.
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