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Una exposición en la biblioteca de Can Fabra revisa la obra de Max

El autor lamenta que los dibujantes no puedan vivir del cómic

El sedicioso Gustavo y el superrealista Bardín son dos personajes tan distintos que no parecen obra del mismo creador. Y sin embargo, ambos son retoños del ilustrador y dibujante de cómics Francesc Capdevila (Barcelona, 1956), conocido con el seudónimo artístico de Max. La biblioteca barcelonesa Ignasi Iglésias-Can Fabra acoge hasta el 18 de junio una exposición consagrada a difundir su trabajo.

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La de Max es una labor ajena a corsés estandarizados y marcada por continuos cambios estilísticos. "Soy un autor heterogéneo y mi carrera ha tenido siempre muchos zigzags. Es algo que me gusta, aunque suele despistar a mis lectores porque nunca saben qué se van a encontrar", reconoce el dibujante. Esta variedad artística es fruto de su larga experiencia, ya que lleva 33 años en el mundo del tebeo, desde que debutó en 1973 en la publicación ácrata El Rrollo Enmascarado, en la que también colaboraban los hermanos Farriol, Mariscal y Nazario, entre otros, y cuyas planchas de impresión fueron secuestradas por la policía tardofranquista.

La exposición de Can Fabra, titulada El prolongado viaje del señor Max, consta de 38 láminas, tanto originales, como reproducciones y copias digitales. La técnica que aparece más recurrentemente es la de tinta china sobre papel. Los comisarios de esta retrospectiva, Pepe Gálvez y Toni Guiral, han divido el trabajo del ilustrador en los cinco apartados siguientes: Mitologías de la realidad, una sección protagonizada por dos iconos de la desaparecida revista El Víbora, Gustavo y Peter Pank; Viñetas y leyendas, llena de visiones alegóricas; Mordiscos contra el silencio, donde se reúnen historietas cortas con una gran carga de compromiso social; Los sueños de la razón, cuyas viñetas rebosan de imágenes oníricas y de referencias psicoanalíticas, y Espejos y espejismos, un repaso a su obra como ilustrador. "Esta división responde a un objetivo pedagógico, porque el interés de esta exposición es difundir su trabajo entre aquellos que no lo conocen todavía", dice Toni Guiral.

Con el mismo afán divulgativo, se han repartido por el espacio de la exhibición varios ejemplares de libros ilustrados por Max y de sus cómics, que publica la editorial La Cúpula. Tras la estancia en Can Fabra, la exposición viajará a Andorra y después se volverá a mostrar en bibliotecas de otras localidades catalanas, entre las que se encuentran Gavà (septiembre y octubre), Vic (noviembre) y L'Hospitalet de Llobregat (diciembre).

Déficit de revistas

"Esta propuesta me interesó mucho porque creo que una biblioteca es el terreno natural para el cómic. Todavía se tendrían que abrir más al campo gráfico. Son centros que te permiten llegar a un tipo de lector que no es el habitual", asegura Max, quien desde hace 22 años reside en un pueblo de Mallorca. Aunque su trabajo le ha hecho popular internacionalmente, lamenta que un autor de cómics no pueda vivir de la historieta, algo que sólo ocurría cuando "existían publicaciones mensuales como El Víbora", de las que ya apenas quedan. Por eso últimamente se ha dedicado más a la ilustración de carteles, libros y portadas de discos, entre otros encargos. "Creo que falta público, aunque hay autores que venden mucho. La historieta es muy compleja y tiene sus códigos. Los que no aprenden a descifrar su lenguaje de pequeños, no leerán cómics de adultos. No los entienden. Además, las tiradas son muy pequeñas".

Como prólogo de la exposición, el autor ha juntado en una vitrina una serie de postales con estampas de artistas que le han influido. Es una mezcla heterogénea (como su estilo) que abarca ejemplares de la revista infantil Pulgarcito; postales de Micky Mouse; reproducciones de frescos románicos, de obras de Chagall, El Bosco, Friedrich...; un anuncio de brandy Soberano, y una fotografía de la célebre gárgola de la catedral de Notre Dame de París, entre otros materiales. "Empecé imitando a los autores del underground, sobre todo a Gilbert Shelton y a Robert Crumb. Copiaba su estilo. Al leerlos, quise convertirme en dibujante de cómics. Pero ya llevaba desde niño leyendo tebeos de la editorial Bruguera, de Astérix... Tras la primera época de mimetismo del underground, mi estilo giró hacia la denominada línea clara, que practicaban Hergé y otros autores europeos. No creo que ésta sea sólo una tradición franco-belga, porque los dibujos de Opisso también son de línea clara, aunque nadie los llame así".

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