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Columna
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Cine y turismo

Hay algunos asuntos que por obvios da vergüenza recordar. Uno de ellos es la importancia de la cultura audiovisual en la sociedad actual, hasta el punto de que ahora se forja el imaginario colectivo a partir del cine y la televisión. En todos los hogares hay televisión y para el 90% de los ciudadanos es su única fuente de información. En este ámbito, el cine forma parte de nuestros sueños y contribuye de manera notable a forjarnos tópicos e ideas sobre países y acontecimientos. No en balde la industria audiovisual es la primera en exportaciones de los EEUU y por este motivo cuidan con esmero su regulación en el comercio mundial. Hay mucho dinero en juego. Ya no se trata sólo del que ganan todo tipo de empresas: productoras, distribuidoras, auxiliares para la filmación, exhibidores, etc. Es que una película o serie de televisión famosa proporciona tanta publicidad que se han dado casos como Falcon Crest, pagado por los fabricantes de vino del Valle del Napa, en el Norte de California. Curiosamente, la película Entre copas ha vuelto a poner de moda esta zona, con alguna ruta por las bodegas donde se desarrolla la película. Se ha puesto de moda también lo que llaman el movie turism , el turismo promovido por las películas, dirigido a lugares de rodaje famosos. Hay sitios que tienen circuitos vinculados con el cine, como Beverly Hills, con una ruta por las casas de los actores. Nueva Zelanda ha visto incrementar notablemente su afluencia de visitantes a partir del rodaje de la trilogía de El Señor de los Anillos. La Baja California parece que ha sido descubierta a partir del rodaje en Rosarito de Titanic, Pearl Harbour y Master and Commander. En Londres y Nueva York han realizado circuitos para las principales películas o series rodadas en estas ciudades, desde Match Point de Woody Allen en la capital británica hasta un recorrido por los escenarios de Sexo en Nueva York o los bocadillos de Katz, el delicatessen donde se rodó la famosa escena en la que Meg Ryan finge un orgasmo ante Billy Cristal, de la misma manera que la joyería Tiffany es lugar de peregrinación por Desayuno con diamantes y el barrio parisino de Monmatre por Amelie. El fenómeno de El código Da Vincci ha supuesto un revulsivo para ciudades como París y Edimburgo.

Andalucía se ha convertido en un importante escenario de películas. Aunque la moda es reciente, en Almería ya supieron ver las posibilidades en los rodajes del spaghetti western a partir de Sergio Leone. Todavía se trata de un ámbito incipiente para el turismo en nuestra tierra, y de una actividad económica en ciernes. Películas famosas que se rodaron en Andalucía como Lawrence de Arabia quizás no suponían ningún atractivo porque en realidad los escenarios andaluces sustituían a otros en El Cairo o Arabia, lo mismo que la semejanza de Cádiz con La Habana significó para el rodaje de Cuba de Richard Lester o Muere otro día, el James Bond de Lee Tamahori. La llegada de películas como Alatriste, Carmen, Solas, Nadie conoce a nadie, Camarón, Los aires difíciles o 7 vírgenes han situado tanto la industria del cine como los recorridos por las localizaciones en un atractivo.

A los precursores como Juan Lebrón o Antonio Pérez seguirá una industria y una serie de recorridos por Andalucía que supondrán un desarrollo notable. Todos estos datos están recogidos en un cuidado libro, Cine y turismo que se presenta el miércoles en Cannes por el consejero de Turismo de la Junta de Andalucía. Sus autores son los responsables de la Andalucía Film Comisión, el órgano encargado de promover rodajes en Andalucía. Carlos Rosado y Piluca Querol ofrecen datos de películas realizadas aquí y de oportunidades para un sector emergente que veremos desarrollarse en unos años, gracias a la pujanza del medio y al tejido profesional andaluz que se forma cada año al calor de la televisión pública, del clima, del paisaje y de los profesionales que salen cada año de las facultades de ciencias de la comunicación.

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