El derecho a ser un grande
Los éxitos de Osasuna llegan tras la revolución de métodos y formas hecha por Javier Aguirre durante las últimas cuatro temporadas
Un masajista del equipo escocés Patrick Thistle se acercó en una ocasión al entrenador, John Lambie, para explicarle que un futbolista había chocado contra un rival y no podría jugar más, ya que no recordaba ni quién era. La respuesta de Lambie fue inmediata: "Perfecto. Díle que es Pelé y que vuelva al campo rápidamente". La anécdota vale para explicar cuál ha sido la labor de Javier Aguirre en los cuatro años que han transcurrido desde que tomó las riendas de Osasuna.
El mexicano ha demostrado que su fama de motivador no es sólo un título honorífico, sino que resulta también su mejor virtud. De un conjunto simple que, históricamente, ha peleado entre la Segunda División y la parte baja de la Primera, Aguirre ha formado un bloque compacto en el que los jugadores se han mostrado siempre al límite de sus posibilidades. Una semifinal de la Copa del Rey, la derrota en la final de la pasada temporada, una clasificación para la Copa de la UEFA y, ahora, la entrada en la Liga de Campeones son los méritos que jalonan su paso por el club navarro. Además, el cuadro ha ocupado plazas europas en 67 de las 152 jornadas en las que lo ha dirigido y sólo en seis ha estado en descenso.
Todo, gracias a unos métodos tan particulares como denostados en el entorno futbolístico: las rotaciones. Si en las anteriores campañas Osasuna contaba con un equipo titular para la Liga y otro para la Copa, en ésta los 24 jugadores de la plantilla han rotado alternativamente según el deseo del técnico. El resultado ha sido espectacular: todos refunfuñaban por no ser titulares, pero, a cambio, no desperdiciaban ninguna ocasión para mostrar su valía y ponérselo difícil al míster. Si además el vestuario parece una gran familia en el que reina la armonía y los apadrinamientos, el éxito no tarda en llegar.
Pero, por si fuera poco la clasificación para la ronda previa de la Champions, los rojillos han batido su récord histórico de victorias en una temporada con 21. Y lo han hecho con un juego dinámico y, en grandes tramos de la Liga, alegre, tras olvidar la rudeza que caracterizaba al equipo. Ése es el legado de los métodos de Aguirre y del trabajo de ex jugadores como Ziganda, el polaco Urban, Merino o Goikoetxea, que han convertido a Tajonar en una factoría de futbolistas amantes del buen trato a la pelota.
Desde las categorías infantiles, todos los equipos de la cantera han unificado sistemas tácticos y de trabajo. Trabajo incluso fuera de los campos, ya que Osasuna obliga a los jugadores del filial a que estudien carreras -hasta 17 chavales compaginan sus obligaciones deportivas con las universitarias- o ciclos de formación superior.
Así, futbolistas como Raúl García, los gemelos Javier y Miguel Flaño, o David López, entre otros, se han convertido en la esperanza de futuro del club navarro. A ellos se han unido dos veteranos como Ricardo, que venía de no jugar en el Manchester United durante más de un año, y Milosevic, que ha renacido combinando su capacidad goleadora (11 tantos) con el trabajo oscuro para compensar al equipo y unir líneas gracias a su físico demoledor. La eclosión de Cuellar, un central de garantías, y el afianzamiento de jugadores de club como Josetxo, Puñal o Muñoz han terminado de componer al conjunto revelación del campeonato.
Tras la segura marcha de Aguirre, que el viernes hará público su próximo destino, Osasuna tratará de mantener la esencia de estas cuatro últimas temporadas para no volver a ser un equipo ascensor. Pero el presente es esperanzador y, tras 86 años de historia, el conjunto navarro reclama por fin su derecho a ser un grande.
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