Cuando todo era un sueño
Cesc, referente en el Arsenal, es el hijo de un albañil culé que le amenazaba con prohibirle jugar en la cantera del Barça si no estudiaba
Como de costumbre, Rodolf Borrell se pasó por el campo del Mataró y ninguno de los niños a los que vio correr tras una pelota le llamó la atención aquel verano de 1997. En septiembre, volvió a la capital del Maresme a ver en la segunda o tercera jornada de Liga al equipo contra el que jugaba la Liga. Entonces descubrió al 4. "Lo tenía todo: visión de juego, buen físico, parecía resistente y era bastante rápido. Tenía chut y, sobre todo, la toma de decisiones era espectacular". El entrenador del alevín A del Barça no esperó al descanso. "Busqué al coordinador del fútbol base del Mataró, el señor Blai. Me confesó que lo había escondido durante el verano, que había una orden. Cuando yo aparecía, se quedaba en el vestuario". La táctica tenía su lógica. Una ley de la federación catalana impide cambiar de equipo a los niños que lleven cinco partidos en un club. Borrell estará mañana en París; le ha invitado aquel niño -Cesc Fábregas (Arenys de Munt, 1987)-, que fichó por el Barcelona y ahora juega en el Arsenal.
La quinta del taxi
El 10 de noviembre de 1997 se entrenó por vez primera en las instalaciones del Barcelona. Durante todo el año jugó cedido en el Mataró pero cada lunes viajaba hasta los campos de entrenamiento del Miniestadi y jugaba algunos amistosos. Hay quien guarda una foto de su primer partido. "¡No sé qué pagaría por tener aquella camiseta en mi armario!", confiesa Cesc. Al dorso, una fecha y un resultado: "21 de febrero de 1998, Martinenc infantil B, 1; Barça alevín A, 4". Junto a Fábregas, Piqué (Manchester United), Pedraza, en el Espanyol, Valiente y Víctor Vázquez, los dos todavía en el filial. "Desde aquel día hasta que se fue siempre compartimos equipo", recuerda Marc Valiente. "Ellos dos eran los jefes", asegura otra perla de la cantera: Sito Riera. Para los dos, sigue siendo el verruguita. Al término de aquella temporada, pasó a formar parte de la quinta del taxi. El mismo Cesc lo explica: "El señor Joan nos recogía con el coche a Inojosa y a mí. Por el camino subía David Torrejón, que ahora juega en el Cádiz, Pereira y Rafa Vázquez, en el Badalona creo... Con ellos empecé a jugar en el Barcelona".
El fútbol como chantaje
"Yo soy albañil", explica el padre de Cesc. Podría añadir que a su cargo tiene a diez trabajadores, pero no se le caen los anillos por reconocer que es un currante. "Nunca he creído en el dinero fácil", dice. Por eso, siempre tuvo la mosca tras la oreja con el fútbol "En casa, cada diciembre, siempre la misma historia: O mejoraba las notas o le sacábamos del Barça. Ahora reniega, pero entonces quería ser como Figo. También le gustaba Guardiola, pero más Figo, así que no veas como espabilaba. Núria, la madre, tenía un miedo atroz a que se convirtiera en un cabeza hueca. Que Cesc sea tan sensato es resultado de la educación que ha recibido en casa". Fue su familia la que le instó para que se quedara a vivir en La Masía, donde se alojan las promesas del Barça. "Llegaba tardísimo a casa", recuerda el padre. "A las once se tenía que poner a estudiar". El padre de Cesc es muy culé pero presume de una cosa: "Nunca fue al colegio con los deberes por hacer". "Bueno, hasta que entré en La Masía", matiza su hijo.
El año en La Masía
"El año que pasé en La Masía fue el mejor de mi vida". Así resume Cesc su última temporada en el cadete A del Barça. Una máquina. "Es difícil volver a reunir tanta calidad en un mismo grupo", recuerda Piqué, hoy central del Manchester United. Lo ganaron todo, con Messi a la cabeza. Pero el líder natural en el campo era Cesc. "Entonces mi ídolo era Pep (Guardiola)". De hecho, guarda en casa una camiseta que le hizo llegar Pep con una emotiva dedicatoria. Futbolísticamente ha variado de posición y de espejo: "Ahora me miro más en Xavi". Hasta Guardiola lo entiende: "Xavi es mejor que yo de largo. Hace bien". "El ponía las pelotas y los demás metíamos los goles", recuerda Messi de aquel Cesc. Valiente no está tan de acuerdo. "Era insoportable. No tiene ni puñetera idea de música, le gusta La Oreja de Van Gogh". Riera se suma a la crítica: "¡No había Dios que durmiera, dando patadas a la pared!", acusa. "Mienten", se defiende Cesc: "Es todo envidia. Les hacía muchas trastadas y me lo pagan así. ¡Ah! Y ganaba en los campeonatos de la play". "Bueno no", matiza, "A la play ganaba Messi", reconocen todos.
Harry Potter y la señorita Anna
"Si se va, aprenderá inglés, lo hablará y lo escribirá", dijo su madre, que en abril de 2003, cuando llegaron los primeros cantos de sirena de Londres, sólo veía una razón para aceptar la oferta del Arsenal. Núria seguía más preocupada por la educación de su hijo que por cualquier otra cosa; las notas del chaval habían bajado. Cursaba estudios en el instituto León XIII y, según Valiente, estaban más preocupados por una tal María García y por el fútbol que por otra cosa. Cesc reconoce que lo pasaban tan bien que les costaba concentrarse. "Pero me pusieron un excelente en inglés", asegura quien hoy lo habla perfectamente. "Cuando llegó no sabía decir ni left ni right", asegura el padre. "Es verdad", corrobora Piqué. "El problema fue que la señorita Anna se rompió la pierna", cuenta Valiente. "Nos ponía vídeos de Harry Potter en VO y claro... La película se la saben de memoria".
Wenger y un millón y medio de libras
"Tú decides", le dijo el padre. "Aprenderá inglés", pensaba la madre. Y en esas, en London Coultny, campo de entrenamiento del Arsenal, apareció Arséne Wenger. "Vino a decirme que ojalá pronto pudiera verme cada mañana por allí, que le gustaría que aceptara la oferta, porque tenía mucha confianza en mí". Joan Laporta estaba a punto de ganar las elecciones, en el Barcelona había un vacío de poder considerable y en Saint Albans un intermediario de Vitoria mediaba para el Arsenal, interesado en conseguir un cambio de residencia de la familia Fábregas con el único objetivo de conseguir el fichaje de Cesc. "Era una decisión complicada", asume Cesc. "No me he arrepentido nunca. Cuando me enteré ya era tarde", recuerda el entonces vicepresidente del Barcelona Sandro Rosell, "Aun así me tiré un farol con David Dean, el jefe del Arsenal. El Barça debía 3 millones de libras por Overmars y Petit y lo dejamos en 1,5". Mañana Marc Valiente tendrá el corazón dividido. "Soy del Barça y me gusta el rock, pero es mi colega". Hoy Cesc habla inglés.
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