_
_
_
_

La fiscalía pide 25 años de cárcel para la cúpula de Enron por fraude contable

El juicio por la quiebra de la eléctrica en 2001 afronta esta semana su recta final

Las cartas están echadas en el juicio por el escándalo que llevó al derrumbe de Enron en 2001. El jurado popular que examina en Houston (Tejas) el caso decidirá en los próximos días si el ex consejero delegado de la eléctrica Jeffrey Skilling y su ex presidente Kenneth Lay toleraron las irregularidades contables que llevaron a la mayor quiebra de la historia (luego superada por WorldCom). Cada uno se enfrenta a peticiones de pena por parte de la fiscalía de 25 años de prisión. El Gobierno de EE UU se juega además su credibilidad en la acción contra el fraude.

El juicio comenzó el pasado 30 de enero en medio de una gran expectación. La selección del jurado -cuatro hombres y ocho mujeres- fue rápida. Las deliberaciones arrancarán probablemente el miércoles, tras escuchar entre hoy y mañana los argumentos finales que presenten las partes. Han sido 15 semanas durante las que 54 testigos presentaron sus argumentos y se aportaron centenares de pruebas documentales, con los detalles de la trama financiera que llevaron al colapso de la eléctrica.

Las intervenciones de Skilling y de Lay fueron las más intensas y esperadas de las escuchadas en Houston, junto a la de su ex director financiero Andrew Fastow, el cerebro del fraude, quien declaró bajo juramento que sus jefes mintieron a los inversores, empleados y las autoridades reguladoras al ocultar el estado real de las finanzas de la eléctrica. Fastow, que ya fue condenado a 10 años de cárcel por el crimen financiero, dijo que había alertado a sus superiores de que la compañía estaba al borde de la quiebra.

Explicó que contaba con el visto bueno de los dos ejecutivos para crear una contabilidad paralela y establecer una red de sociedades que permitieran tapar el agujero financiero en Enron. Fue el testigo estrella de la acusación. El Departamento de Justicia intentó demostrar así durante el proceso que Enron era una bomba de relojería alimentada por las mentiras de sus gestores, a los que acusa de ignorar las alertas de sus subordinados, de manipular los resultados y de engañar a los inversores, mientras se enriquecían.

En el último minuto

Mark Koenig, responsable de las relaciones con los inversores en Enron, explicó que los resultados se cambiaban en el último minuto, para contentar a Wall Street. Koenig aseguró que Skilling y Lay estaban al corriente de los retoques. La otra estrella fue Kenneth Rice, codirector de la filial de banda ancha de Enron. El que fuera el principal aliado de Skilling en la eléctrica también habló de mentiras sobre los análisis que se hacían del grupo y sus subsidiarias, y dijo que Skilling "debía haber sabido que estaba haciendo declaraciones falsas".

La contable Terry West corroboró este extremo, al revelar que alguna vez se le pidió que modificara las proyecciones de beneficios para hacerlas más atractivas. "Lay usó Enron como si se tratara de un cajero automático", añadió Paula Rieker, número dos del departamento de relaciones con los inversores. Así, uno tras otro, fueron pasando por el estrado los testigos de la acusación, con distintos argumentos para cuestionar la gestión de Skilling y Lay y demostrar que estaban inflando artificialmente las acciones.

El turno de la defensa llegó a comienzos de abril, que centró su estrategia en ganarse la simpatía del jurado. Y ofreció una imagen muy distinta a la de la acusación para destacar que el fraude de Enron fue fruto de la conducta de algunos malos empleados y que el colapso de la empresa fue producto de la histeria que dominó en Wall Street tras destaparse el fraude. Los dos ejecutivos reiteraron que no cometieron ningún crimen.

Skilling declaró durante ocho días, durante los que explicó detalles sobre el negocio de Enron, y relató su tormento tras el derrumbe de la eléctrica. Habló de sus problemas con la bebida y sus depresiones. Pero no se mostró convincente sobre las operaciones de venta de acciones que intentó ejecutar antes de que se destapara el escándalo, ni sobre los negocios que tenía una antigua novia suya con Enron. "Lucharé hasta el día que muera", dijo.

Lay estuvo seis días en el estrado. El fundador de Enron explicó por qué sus declaraciones sobre la compañía fueron tan optimistas. Una posición que se contradice con la venta de 77,5 millones de dólares en acciones de Enron los meses previos a la quiebra. Y aunque asumió la responsabilidad sobre los problemas de la eléctrica, arremetió contra sus subordinados, agentes bursátiles y la prensa por las "mentiras" que contaron, que, según el ejecutivo, provocaron su derrumbe en Bolsa.

La prisión o la libertad de los dos acusados dependerán de la capacidad que hayan tenido de convencer al jurado después de 52 días de intenso juicio en Houston.

Kenneth Lay, de 64 años, y Jeffrey Skilling, de 52, hacen frente cada uno a peticiones de penas superiores a 25 años de cárcel por conspiración, fraude y uso de información privilegiada. "Creo que ganaremos", dijo Lay después de que el juez Sim Lake diera por concluida el lunes la primera fase del proceso.

Kenneth Lay se dirige junto a su esposa, Linda, a final de enero, al tribunal que juzga el <i>caso Enron</i>.
Kenneth Lay se dirige junto a su esposa, Linda, a final de enero, al tribunal que juzga el caso Enron.ASSOCIATED PRESS

El ocaso de un sueño americano

El agujero contable destapado en Enron desató una crisis de confianza sin precedentes en Wall Street que remató el efecto de los atentados terroristas del 11-S y que se vio agravada después por los escándalos corporativos en la telefónica WorldCom, la tecnológica Tyco o la cadena de supermercados holandesa Ahold. Por eso este juicio se considera como el mayor y más importante de los casos juzgados en EE UU de la era de los escándalos corporativos.

Enron tenía un capital bursátil de 68.000 millones de dólares antes de su colapso y estaba considerada la séptima mayor compañía de Estados Unidos. La quiebra dejó en la calle a cerca de 80.000 empleados, que llevan cuatro años y medio esperando el veredicto, y arrastró hasta su desaparición a la que fuera la mayor firma auditora del mundo, Arthur Andersen. El escándalo obligó a las autoridades reguladoras a revisar sus normas para evitar que casos similares volvieran a poner en jaque a los inversores.

Kenney Boy, como conocían al fundador de Enron en la familia del presidente George Bush, era uno de los más claros ejemplos del logro del sueño americano. Pero, como Lay relató en el juicio, el colapso de la eléctrica le convirtió en protagonista de la mayor pesadilla del universo corporativo.

El mismo día que arrancarán las deliberaciones del jurado, Kenneth Lay se enfrentará a un proceso por fraude bancario. El veredicto se conocerá después del caso por conspiración.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_