Flash Gordon recuerda a Marc Chagall
"AL PRINCIPIO no escribía ficción porque no sabía cómo hacerlo. No tenía un molde literario que funcionase, hasta que me di cuenta de que lo que me interesaba era ese tipo de escritura". Ese tipo al que se refiere Margo Glantz -considerada una autoridad mundial por sus trabajos sobre la Malinche y Sor Juana Inés de la Cruz- es una mezcla de ficción, ensayo y autobiografía que no se atiene a ningún género convencional. Así son libros suyos de narrativa como Zona de derrumbe, El rastro (finalista del Premio Herralde en 2002) o Historia de una mujer que caminó por la vida con zapatos de diseñador. La mezcla de géneros tiene, además, un origen vital: "Desde muy niña fui muy lectora, quizá por una gran timidez y porque mi familia cambiaba de barrio constantemente. Yo tenía que cambiar de escuela y no me daba tiempo de hacer amigos en serio. Siempre me estaba adaptando a una nueva realidad. Y esa nueva realidad se mitigaba con las lecturas. Para mí, leer era vivir muchas vidas al mismo tiempo y participar de la vida de ciertos personajes con tal intensidad que los convertía en parte de mi biografía. Yo tenía hasta recuerdos falsos de algunas novelas, como los recuerdos falsos de mis padres". Además, Las genealogías tiene también mucho de etimologías. El lenguaje ocupa continuamente las reflexiones de una mujer que quería ser Flash Gordon -"para viajar por los aires en una bicicleta"- pero tuvo que conformarse con ser Margarita -"nunca me gustó mi nombre"- porque su padre, poeta, quiso dar a sus hijas unos muy líricos nombres de flor: "Él hubiera querido ser un autor reconocido, pero escribía en una lengua que había sido asesinada, el yídish. La mayor parte de los judíos de Europa oriental, que eran los que lo hablaban, fueron asesinados, y los que había en Nueva York empezaron a morir cuando él vivía. Así pues, se quedó con una lengua que era ya fósil casi porque la había sustituido el hebreo". Para sobrevivir, los Glantz ejercieron los oficios más variopintos, pero siempre tuvieron la casa llena de libros, del recuerdo de los viejos amigos de la URSS (Isaak Babel, Marc Chagall) y de la presencia de los nuevos (Gabriel Orozco, Diego Rivera). Genealogías, etimologías y geografías: "En el fondo", apunta Margo Glantz, "este libro trata no sólo de la biografía de mis padres, también es una especie de biografía de una ciudad que ha ido desapareciendo. Ellos llegaron justo después de la revolución mexicana, cuando México era un país que atraía a muchísima gente: a Maiakovski, a Eisenstein, a los surrealistas, al propio Chagall... Era una ciudad pequeña pero muy cosmopolita". ¿Y ahora? "Ahora es muy enorme. Hay más de veinte millones de habitantes y una gran contaminación. Cuando yo era chica no me daba cuenta, pero veíamos los volcanes del valle de México. Ya no. Ha crecido de forma violenta. Se volvió caótica e insegura. Además, estamos en un momento político...". ¿Cómo ve las elecciones de julio? "Estamos ante un vacío de poder muy fuerte y el debate entre los candidatos no es tal, sólo es un intercambio de insultos. No hay proyecto político. No sabemos lo que van a hacer, ni aun el candidato más de izquierda, que es López Obrador. Todos pierden el tiempo discutiendo los defectos de los otros candidatos".
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