_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Radares y platos volantes

El jueves pasado conseguí esquivar milagrosamente los añicos de dos platos de loza con los que un tipo intentó agredir a una oriental en la calle del Desengaño. El lanzador de vajilla también era inmigrante, apenas le vi la cara, pero pude deducirlo por el acento con que exclamó "puta" antes de tirar los platos como frisbees y estrellarlos a pocos metros de su objetivo (y de mí), que se escondió silencioso en la calle de la Ballesta. Yo pensaba que mi experiencia surrealista de la noche tendría lugar en Radar, el bar de música electrónica más especializado de Madrid al que me encaminaba, sin embargo el garito no superó el "incidente duralex". No sólo porque el listón de friquez se había puesto muy alto en el barrio, sino porque Radar es uno de los espacios más verdaderos de la ciudad.

Muchos asociamos la música electrónica al bakalao o a ese otro tipo de instrumentación futurista y semiesotérica practicada por tipos con corbatas de papel albal. Sin embargo, el mundo de la música computerizada está poblado por personas que ni hacen apología del look robótico ni se empastillan para mover el cuerpo al ritmo de corcheas digitales. Y es que está aumentando el número y la diversidad de gente con acceso a la música electrónica gracias a los avances informáticos. Este estilo instrumental es el ejemplo más destacado de la creciente fórmula musical del selfmade, donde los artistas van ganando autonomía, no sólo a la hora de componer, sino de interpretar y gestionar su trabajo.

Ya el pop-rock, por mencionar el género más extendido, se crea y se tramita de forma cada vez más independiente. Hoy las bandas reducen las horas de alquiler de locales de ensayo al poder trabajar a distancia compartiendo sus ideas a través de Internet o ensayando con arreglos programados. Pero lo más revolucionario es la autonomía que los artistas han alcanzado gracias a los programas de grabación casera. Protools o Cubase son dos conocidos softwares que utilizan tanto los estudios profesionales como los cientos de miles de grupos en todo el mundo que han montado sus propios estudios en casa. Un ordenador portátil sustituye hoy a toda una gigantesca mesa de mezclas. Grabar maquetas o discos en tu cuarto de estar no sólo ahorra mucho dinero, sino que permite a los músicos dedicar el tiempo deseado a su producto y confeccionarlo directamente a su antojo, sin intermediarios.

Por supuesto Internet (de donde muchísima gente obtiene los programas de grabación sin pagar) es el cauce en boga para la transmisión de esas composiciones, el medio más efectivo y rápido de promoción y distribución de música. Pero cuando se trata de música electrónica, las nuevas tecnologías irrumpen incluso en el paso previo: la composición. Los nuevos programas de electronic music son hoy fácilmente descargables de la web y se pueden manejar aun sin tener conocimientos de armonía o un potente ordenador. La semana pasada, el Medialab, dentro de su magnífico ciclo ¿Interactivos? que incluye exposiciones, talleres y encuentros hasta finales de mayo, celebró un concierto en Radar. Algunos artistas hicieron música, ya no sólo moviendo el ratón de un ordenador portátil, sino desde una PDA. A pesar de que España es uno de los países europeos más rezagados en música electrónica, Sevi, el alma de Radar desde hace nueve años, ha conseguido que su local sea un lugar de culto en este género por el que cada vez se interesa más gente. Las nuevas tecnologías, que asociamos artísticamente al videoarte o al cine, también están jugando una baza importante en la música.

Radar (calle de Amaniel, 22) es un local de 50 metros cuadrados ambientado con paisajes digitales geométricos fluorescentes y con música computerizada, sin embargo no resulta intimidante a los profanos de las composiciones electrónicas. La transparencia de su estilo y la ausencia de pretensiones vanguardistas de su propietario se traducen en una atmósfera perfecta para adentrarse sin miedos ni prejuicios en un género musical desafiante. La música electrónica, dentro de su teórico marco matemático, frío o especializado, es hoy el estilo más accesible, más innovador y más libre. Dentro de Radar uno se siente orientado y tranquilo, en conexión con un mundo de pasiones crecientes y sinceras, con un planeta más familiar que el de ahí fuera.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_