Vértigo europeo
El Atlético cae ante la paciente estrategia del Mallorca cuando tenía la Intertoto al alcance de la mano
El Atlético sufre de vértigo. Tiene mal de altura. Cada vez que se aproxima al ático de la clasificación da un pasito atrás. Ayer, en un encuentro de esos que eufemísticamente se califican de muy táctico, el Mallorca dio un solo golpe. Pero definitivo.
La primera ocasión de gol del Atlético fue a los 28 segundos. Muy rápido, muy fugaz. Muy engañoso, también: no volvió a tirar entre los tres palos en los 45 minutos más aburridos de toda la temporada en el Calderón. Los dos porteros se enfrascaron en una divertida competición para ver quien lanzaba de una fuerte patada el balón más lejos y la pelota facturaba en cada área sin pasar por el centro del campo. Y el público, inquieto, despidió a los jugadores en el descanso con una pitada de intensidad medio-alta como premio al espectáculo.
ATLÉTICO 0 - MALLORCA 1
Atlético: Leo Franco; Molinero (Ibagaza, m. 82), Pablo, Perea, A. López; Galleti (Marqués, m. 71), Luccin, Gabi, Petrov (Maxi, m. 79); Torres y Kezman.
Mallorca: Prats; Navarro, Nunes, Ballesteros, Cortés; Jonás, Basinas (Borja, m. 90), Pereyra, Doni (Yordi, m. 90); Arango; y Pisculichi (Tuni, m. 75).
Goles: 0-1. M. 79. Arango da el pase de la muerte a Jonás para que este culmine un contragolpe a puerta vacía.
Árbitro: Teixeira Vitienes. Amonestó a Navarro, Prats, Perea, Doni, Maxi y Jonás.
Unos 45.000 espectadores en el Calderón.
Pisculichi, delantero del Mallorca, tuvo dos oportunidades en ese periodo. Dos buenos contragolpes fraguados en la hiperpoblada línea de medios dispuesta por el siempre prudente Gregorio Manzano. Pepe Murcia, más impaciente, decidió cambiar de banda a Petrov e intercambiarlo con Galleti. Más que nada, para no hacer imputable a la inercia el desastre. No sirvió y cada cual regresó a su costado a los diez minutos.
Mientras, la pelota proseguía sus viajes espaciales, dominando en su vuelo las polvorientas obras de las carreteras que rodean al estadio. Sólo se detenía cada cierto tiempo en el banderín de córner. A veces, con frecuencia, el Atlético sacaba desde la esquina fruto de algún barullo. Generalmente, desde la izquierda. Así llegaron las únicas aproximaciones peligrosas, incluido un cabezazo casi franco de Pablo que se marchó fuera.
En el segundo tiempo el balón regresó a la tierra por obra y gracia de un Atlético que, sin entregarse a las filigranas, decidió dedicar más de cuatro pases a llegar a territorio enemigo. La táctica surtió su efecto. El Mallorca, más holgado, menos compacto en el medio, cedió algo de terreno y Gabi y Luccin dispusieron de más espacio y, sobre todo, más tiempo para armar las jugadas. Así llegaron dos oportunidades casi consecutivas de Petrov y Kezman. El serbio, poco después, se quedó completamente solo frente a Prats pero cruzó demasiado la pelota.
La aparente debilidad en el eje del conjunto balear tuvo una consecuencia inmediata: los centrocampistas recularon hasta confundirse con los centrales. Definitivamente, las cartas del partido estaban boca arriba: al Atlético le tocaba atacar con campo abierto por delante hasta llegar al tapón defensivo organizado por Manzano y al Mallorca esperar su oportunidad con muchos metros libres desde la espalda de Perea y Pablo hasta Leo Franco. Los cambios a falta de un cuarto de hora de los dos técnicos sirven de explicación: Murcia metió a Marqués, partiendo desde la derecha pero con salvoconducto para moverse por donde le diera la gana, por Galleti y Manzano retiró a su delantero centro, Pisculichi, para dar entrada a Tuni, un centrocampista. La mano la ganó el Mallorca. Un contragolpe culminado por Jonás, el único disparo del grupo balear en todo el segundo periodo, premió la paciencia de estratega de su técnico. Pudo haber sido al revés.
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