_
_
_
_
Reportaje:Fútbol | Semifinales de la Liga de Campeones

El retorno del depredador del área

El Milan se remite a Inzaghi, baja en la ida y verdugo del Bayern y del Lyon, a los que marcó cuatro goles

Àngels Piñol

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

El Milan lo espera casi como si fuera el salvador de la patria, el hombre que concentra todas las esperanzas para lograr su tercera final de la Liga de Campeones en cuatro años. Si Shevchenko es el rey rossonero, Filippo Inzaghi (Piacenza, 1973), muy querido en San Siro, es un astuto felino cazando balones en el área por mucho que su entrenador de infantiles le dijera que era torpe con los pies. Pippo, como le llaman, se perdió la ida por un virus que le provocó fiebre. El Milan encajó con desánimo perder a su jugador fetiche y Puyol no escondió su alivio porque aseguró que era dificilísimo de marcar. Pese a estar apagado en la Liga (10 goles frente a los 28 de Luca Toni, del Fiorentina) debido a que arrancó con múltiples lesiones, Inzaghi ha sido vital en la trayectoria de su equipo en Europa: metió dos goles al Bayern Múnich (4-1) y luego anotó otros tantos ante el Olympique de Lyon (3-1 y 0-0 en la ida), el primero de cabeza y el segundo en el minuto 88 después de que el ucraniano enviara un balón a la base de los dos palos.

Ve posible hoy "el milagro" y aspira a estar en el Mundial
Más información
París, a la vuelta de la esquina

Gilardino jugó en San Siro, pero Inzaghi, eléctrico como ninguno en las citas europeas desde que llegó al Milan en 2001, procedente del Juventus (su fichaje es el segundo más caro de la historia del club, tras el de Rui Costa) será probablemente titular hoy junto a Kaká y Shevchenko. Ésa es su ilusión tras un año lleno de sombras que empezó con lesiones en el tobillo y la rodilla y que le obligó a hacer muchos kilómetros en las playas de Knoke (Bélgica), el lugar de recuperación elegido por el doctor belga del Milan. Parecía perdido para el fútbol, pero el técnico Carlo Ancelotti, con quien coincidió en la Vecchia Signora, sabedor de su incombustible energía, del magnetismo con que contagia al equipo, se negó a fichar otro delantero y Pippo empezó a jugar en noviembre. Y no ha parado. No renuncia al scudetto, ve posible el "milagro" de eliminar al Barça (forma junto al ucraniano la pareja más prolífica de los torneos europeos con un total de 108 goles) y aguarda a que Marcello Lippi le convoque para el Mundial.

Pese a que en el mes de vacaciones aparece en las revistas del corazón, Inzaghi vive para el fútbol durante toda la temporada, entre San Siro y la discreta ciudad de Gallarate, siendo feliz con la mamma Marina y su sobrino Tommaso. Su única debilidad es la crema de chocolate porque sólo se nutre de pasta, ensalada, bistecs, bresaola (cecina) y agua sin gas. Rijkaard le definió como un delantero puro, que encarna como nadie la resistencia del Milan, y tratará de atarlo en corto.

Inzaghi.
Inzaghi.EFE

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_