Instantánea
CUENTA COLSON Whitehead que empezó a construir su Nueva York particular en el tren de la línea 1 del metro, en las vías elevadas camino de la calle 125. Descubrió su ciudad a través de una ventanilla, como si fuera una pantalla de cine, cuando apenas había aprendido a andar. Y así hacen todos los que llegan a la Gran Manzana, según el autor
de El coloso de Nueva York. "Quizás salías del aeropuerto en taxi la primera vez que su perfil se elevó en el horizonte... Congela la imagen: ese instante es la primera piedra de tu ciudad". Voces anónimas se entrelazan en la narración de 13 capítulos que recorren de forma irreverente y evocadora los lugares clásicos y los tópicos de Nueva York. El puente de Brooklyn, desde donde "si calculas bien, puedes acertar a un turista de alguna barca con un escupitajo"; Broadway, escenario de películas, musicales y canciones que todo el mundo conoce y nadie recuerda, o "el único lugar que olvidaron pavimentar", Central Park, un antídoto primaveral al cemento. Sin contar el metro en la hora punta, "una biblioteca móvil de biblias y best sellers que ocultan las caras de los otros ciudadanos". El ensayo de Whitehead continúa la tradición literaria de narraciones dedicadas a Manhattan, como el clásico Esto es Nueva York, de E. B. White, e invita
a descubrir una ciudad privada donde "las placas de las calles bautizan las distancias". Un coloso que se convierte en "una recompensa por todo lo que te permitirá alcanzar y un castigo por todos los crímenes que te forzará a cometer".
El coloso de Nueva York Colson Whitehead. Literatura Mondadori, 2005. 201 páginas. Traducción de Cruz Rodríguez Juiz. 11 euros
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