_
_
_
_
_
Crónica:Fútbol | Semifinales de la Liga de Campeones
Crónica
Texto informativo con interpretación

Demasiado Arsenal

El Villarreal, despojado del balón, sufre muchísimo en Londres, pero mantiene alguna opción para la vuelta en el Madrigal

Demasiado Arsenal para el Villarreal. El cuadro de Wenger exhibió todo su potencial, ese fútbol vibrante que dejó en la cuneta al Madrid y al Juventus, y que ayer, sin embargo, no acabó de remachar la eliminatoria como parecía anunciar todo el partido. Falló en el remate. Despojado del balón, el Villarreal pasó el calvario como pudo, esperando que, en El Madrigal, será capaz de levantar una eliminatoria muy empinada. No tanto por el resultado como por la distancia que marcó el juego de uno y de otro. Muy plano anoche el conjunto español, que erró en las previsiones de su entrenador. Confiaba Pellegrini en que el Arsenal, representante casi a su pesar de la Liga inglesa, carecería de habilidad para recuperar la pelota. Todo lo contrario. Instruidos por el maestro Wenger, sus chicos presionaron con una mezcla de energía y precisión que dejó en los huesos al combinado amarillo. O lo que es lo mismo a Riquelme, que por primera vez en su excelente temporada se vio inhabilitado en su totalidad. Frustrado. Su gusto por atraer a los defensores para deshacerse de ellos y, a continuación, aprovechar los espacios creados, resultó esta vez una trampa. Porque Hleb le chupaba el cuero y montaba un contragolpe tras otro. Fue fácil comprender por qué la defensa del Arsenal sumaba ocho partidos sin encajar un solo gol. Ya son nueve. Son defensas rapidísimos, sin demasiada altura, pero sí una contundencia impecable. El Villarreal careció de toda opción atacante más allá de un par de disparos de larga distancia: uno de Riquelme en la primera parte y otro de Senna en la segunda.

ARSENAL 1 - VILLARREAL 0

Arsenal: Lehmann; Ebouè, Tourè, Senderos, Flamini; Gilberto Silva; Hleb (Bergkamp, m. 80), Pires, Cesc, Ljungberg (Van Persie, m. 80); y Henry.

Villarreal: Barbosa; Javi Venta, Quique Álvarez, Arzo, Arruabarrena; Senna, Tacchinardi, Sorín (Josico, m. 73); Riquelme; José Mari (Guille Franco, m. 55) y Forlán (Calleja, m. 94).

Goles: 1-0. M. 41. Pase en profundidad de Henry a Hleb y su centro desde la izquierda lo remata a gol Touré entre varios defensas del Villarreal.

Árbitro: Konrad Plautz (Austria). Amonestó a Arzo, Riquelme, Tacchinardi (que no jugará la vuelta), Guille Franco y Quique Álvarez.

Lleno en Highbury: unos 35.000 espectadores, 2.000 de ellos seguidores del Villarreal.

Más información
A Highbury se le para un reloj de 80 años

En la primera pelota en que Riquelme trató de anunciar su presencia en Highbury (m. 5), se vio rodeado de un enjambre de centrocampistas, una situación en la que el argentino se mueve con comodidad. No en esta ocasión. Los rivales daban dentelladas al balón. Y se lo llevaban, claro. Henry, en cambio, se deshizo de Arruabarrena como quien espanta una mosca. Cada vez que el francés se abría a una banda, era una amenaza de muerte para el Villarreal. Desplumaba al lateral de turno y el centrocampista o el central acudían demasiado tarde a cerrarle. Consecuencia: su pase al centro era gol o casi. De varios que metió en el primer tiempo, embocó uno el central Touré, porque en este equipo llegan todos desde la segunda línea, también los centrales. Fue el resultado de la neta superioridad de los gunners, que habían convertido cada córner en un patíbulo para el Villarreal. Nadie cabeceaba entre los defensores amarillos. Tampoco el joven portero Barbosa se atrevía a salir con decisión.

El Arsenal jugó a un ritmo infernal la primera parte. Sus jugadores se asociaron por todas partes. Siempre con peligro. Una sola referencia arriba, Henry, y gente llegando desde atrás por todos lados. Es el secreto de este equipo. El dinamismo, la movilidad de sus centrocampistas, su energía para mantener un largo aliento. Tenían, además, el campo medido. Ljungberg partió en dos a Javi Venta bien por velocidad o bien lanzando a Flamini, que le desdoblaba. Lo mismo Hleb por el otro costado, acompañado por la además por la impresionante potencia de Eboué.

Frustrado por su escasa presencia en el choque, para lo que es en él habitual, Riquelme reclamó faltas de los picotazos que recibía, pero el árbitro, en su mayor parte, las desestimó. Entendió que debía dejar jugar y no señaló un claro penalti a José Mari. Claro que antes anuló un tanto a Henry que no había sido fuera de juego. Anulado Riquelme, José Mari, Forlán y Sorín, los que recibe el alimento del argentino, se sintieron desamparados. En estas circunstancias, en el Villarreal adquirieron protagonismo Quique Álvarez, con su serenidad habitual, y Tacchinardi, que sí compensó con su experiencia el alud inglés. En cuanto al joven Arzo, amonestado nada más comenzar el encuentro, bastante hizo con salvar un par de goles cantados.

Lejos de bajar el pistón, el Arsenal siguió moviendo la pelota a la velocidad de la luz, impulsado ahora por un creciente Cesc y por un Hleb que se convirtió en un puñal. El cuadro de Wenger desplegó su variedad de recursos. Prolongando los ataques mucho más allá de lo aconsejable para el corazón del Villarreal, que sufrió una barbaridad. Sin balón no es nadie el conjunto amarillo, que a lo máximo que podía aspirar a medida que pasaban los minutos era a regresar a casa con los mínimos daños.

Pellegrini retiró al desafortunado José Mari y probó con Guille Franco, un jugador más amable con el balón. Y sí, alguna solución aportó, alguna pared con Riquelme, que, sin embargo, bajó los brazos. Se sintió por una vez empequeñecido y no resucitó su esplendor en ningún momento. Aunque le queda una nueva oportunidad para resarcirse: el próximo martes en El Madrigal.

Kolo Toure (derecha) remata el gol del Arsenal superando a Barbosa, portero del Villarreal.
Kolo Toure (derecha) remata el gol del Arsenal superando a Barbosa, portero del Villarreal.EFE

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_