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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Persecución de género

La Audiencia Nacional ha reconocido a una mujer nigeriana derecho de residencia, pero no de asilo, como había solicitado tras huir de su país después de un matrimonio no deseado y de haber sufrido la ablación del clítoris. La Comisión Española de Ayuda al Refugiado del País Valenciano, que se hizo cargo del caso tras la llegada de la nigeriana a esa comunidad, como polizón, a bordo de un barco procedente de Ghana, ha decidido recurrir la sentencia ante el Supremo.

La extirpación del clítoris es una práctica usual que afecta a unos tres millones de mujeres, en general niñas, en más de 20 países africanos, pese a que en la mayoría -Nigeria entre ellos- hace ya años que es ilegal. En varios países europeos receptores de inmigrantes africanos existe desde hace tiempo un movimiento en favor de que esa forma de mutilación sexual se considere delito, como ya lo es en España. Un delito que desde junio del año pasado es perseguible incluso si se practica en los países de origen de las familias, adonde se suele llevar a las muchachas con ese fin.

Una magistrada del tribunal que denegó el auxilio emitió un voto particular en el que argumenta que se trata de un caso de persecución por razón de género, y que como tal debería equipararse a otras formas de persecución contempladas en la Convención de Ginebra sobre el derecho de asilo. Aparte de la casuística que pueda invocarse, el asunto resulta sintomático de los dilemas que debe resolver la justicia en las sociedades multiculturales. En todo caso, la invocación de tradiciones ancestrales o de convicciones religiosas no podrá ser admitida como justificación de conductas directamente atentatorias contra los derechos humanos. Y en caso de duda respecto a las circunstancias, parece lógico otorgar el beneficio de la duda a la víctima.

Este jueves se ha conocido también la sentencia de un tribunal alemán sobre el estremecedor caso de una joven de origen kurdo, pero nacida en Berlín, asesinada por sus hermanos porque se consideraron "deshonrados" por la conducta de la chica, que regresó con su hijo a Alemania y adoptó la forma de vida occidental años después de haber sido trasladada a Estambul y obligada a casarse con un primo suyo al que abandonó. Las tradiciones merecen respeto hasta el límite en que chocan con los derechos humanos. Es el momento en que debe intervenir la justicia para garantizarlos por encima de cualquier costumbre o tradición.

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