Dos países unidos por la guerra
El conflicto de Darfur en Sudán contribuye a la desestabilización del vecino Chad
La frontera que separa Sudán de Chad por la zona de Darfur del Norte es una de esas líneas rectas tan comunes en el mapa de África que sólo parecen haber tenido sentido algún día en el despacho de un político colonial con prisas. Una vez sobre el terreno, la recta se diluye y uno pasa de Chad a Sudán sin darse cuenta. No cambia el paisaje ni el paisanaje, ni los verdugos dejan de perseguir a sus víctimas, como sucede en las películas del Oeste cuando se vadea el Río Grande. El Ejército de Sudán, país con 38 millones de habitantes, no cuenta con poder suficiente para vigilar con eficacia los 600 kilómetros de frontera entre ambos países. Y el Gobierno de Chad (nueve millones) aún menos. Faltaba una mecha para que esa nebulosa línea fronteriza se convirtiera en un punto de choque entre los dos países. Y la mecha se llama Darfur.
En esta región de Sudán, tan grande como la península Ibérica, hace tres años se alzaron contra el Gobierno de Omar Bashir las tribus fur, zagaua y masalit. Para aplastar la rebelión, el Gobierno no podía contar plenamente con su propio ejército porque muchos de sus soldados y oficiales pertenecían a estas tribus. Así que recurrió a los milicianos de las tribus árabes, conocidos como yanyauid.
De los cerca de dos millones de personas que abandonaron sus aldeas de Darfur entre 2.003 y 2.004 tras la represión del Gobierno, 180.000 se encuentran en Chad. El rastro que iban dejando los yanyauid por donde pasaban con sus camellos y caballos era el de las casas y cosechas arrasadas. Ahora esas imágenes se reproducen en las aldeas quemadas en Chad, próximas a la frontera con Sudán. Abdel Shafir Sham Aldin, el líder de la tribu fur de los desplazados en la zona de Kabkabía, señala: "Los yanyauid de Chad vienen a Sudán llamados por los yanyauid sudaneses para luchar contra nosotros y ya se quedan aquí". A su vez, los árabes sudaneses afectos al Gobierno de Omar Bashir aseguran que las convulsiones bélicas que ha vivido Chad siempre han afectado negativamente a Sudán.
Hay árabes como Husein Mohamed Hamid, gobernador del distrito de Al-Wahad, en la ciudad de El Fashir, que culpan a los zagauas chadianos de los males que padece Darfur. "En realidad, lo que persiguen los zagauas es crear su propio país, con parte de Sudán y parte de Chad", señala.
Los presidentes chadianos siempre han seguido con mucha atención todo lo que ocurre en Darfur. No en vano, el actual presidente de Chad, Idriss Déby, lanzó desde Darfur el ataque que derrocó en 1990 a Hissen Habré. Y éste, a su vez, también había preparado en su día la insurrección que le llevó al poder desde Darfur. Cada vez más los mandatarios de ambos países se parecen a uno de esos equipos que para mantenerse en la misma categoría dependen de que otro equipo pierda. Y vale todo. El presidente de Chad apoya a los grupos rebeldes de Darfur que combaten contra el Gobierno de Sudán. Y Omar Bashir, presidente de Sudán, ha comprado armas y vehículos a los rebeldes chadianos que intentan derrocar al presidente de Chad. ¿Con qué fin? Uno de los objetivos puede ser el de acorralar a los guerrilleros del Ejército de Liberación Sudanés, formado por los fur, los masalit y zagauas.
Con esas premisas se entiende mejor que el pasado febrero un grupo de rebeldes chadianos cruzara el país vecino desde Port Sudán, en el mar Rojo, hasta Chad, montados en flamantes todoterrenos, pasando sin problemas por los numerosos puestos de control del ejército sudanés a lo largo de 1.600 kilómetros, para combatir a la armada chadiana. Fueron repelidos por los hombres de Idriss Déby y volvieron a refugiarse en Sudán. Aunque aún no ha estallado una guerra abierta entre ambos países, Déby declaró este año el "estado de beligerancia" con Sudán.
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